¿Qué es el veganismo? Explicado en 5 minutos
¿Qué es el veganismo?
El veganismo es un principio ético referido al cese de toda forma de explotación animal en reconocimiento de que los animales, como nosotros, valoran su vida, libertad e integridad.
El concepto de veganismo apareció por primera vez en 1944 cuando Donald Watson explicó que él y algunos otros miembros de la Organización Vegetariana Internacional estaban escindiéndose debido a que ya no se consideraban representados por el término «vegetariano» y sus habituales razones egocéntricas. Posteriormente, apareció definido por Leslie Cross en el año 1951 dentro del primer boletín de la Vegan Society como «la doctrina de que el hombre debe vivir sin explotar a los animales».
De tal forma, el veganismo consiste en la aplicación del principio ético de igualdad hacia todos los demás animales. La razón de este principio y su aplicación para otras especies radica en que los animales contamos con la capacidad de sentir debido a la posesión de células nerviosas, lo cual nos permite desarrollar intereses inalienables.
Llevado a la práctica, el veganismo implica no consumir productos de origen animal, no vestirnos con sus pieles, no encerrarlos en zoológicos, en acuarios, circos o delfinarios, no montarlos, divertirnos a su costa ni usarlos de ninguna manera como si fuesen objetos, recursos o vehículos para fines de terceros. A pesar de su parecido léxico, no debe confundirse con el vegetarianismo.
Posteriormente, filósofos como Tom Regan y Gary Francione matizaron y postularon aquellas razones filosóficas por las cuales los no-humanos merecen el mismo respeto que los seres humanos. Las obras de ambos pensadores han sido diversas. No obstante, las obras de Francione destacan por su análisis profundo y pormenorizado sobre el estatus legal adjudicado a animales no humanos y los distintos enfoques sociales respecto a nuestra relación con ellos.
En un sentido general, el veganismo constituye el principio básico sobre el cual se constituyen los Derechos Animales.
El veganismo se fundamenta en la idea básica y sencilla de que todos los animales merecemos el derecho a la vida, la libertad y a la integridad.Antecedentes para entender la definición de veganismo y sus bases éticas
La cultura es una parte integral de lo que somos: forja cada elemento que la biología deja a disposición del medio, marca el idioma con que nos comunicamos, cómo nos relacionamos con los demás y nuestra percepción hacia el mundo físico. No nacemos como una tabula rasa. Ya desde el vientre materno empezamos a asimilar un «yo» que nos acompañará durante buena parte de nuestra vida. El conocimiento, las experiencias y los traumas moldean nuestra predisposición genética y nos forman una personalidad única y diferente.
Al igual que hace siglos había humanos expuestos a crecer en una atmósfera terriblemente racista, y todavía hay quienes se engendran en un ambiente sexista y homófobo, todos nos criamos en una cultura especista. Es decir, nos inculcan desde pequeños una serie de valores o deberes para con otros animales, basados siempre en la utilidad que nos ofrecen (utilitarismo) porque, a pesar de que la mayoría de los animales se desplacen y muchos posean un cerebro y sentidos muy desarrollados, consideramos dogmáticamente que sólo nosotros —los humanos— contamos con individualidad e intereses.
Tomando nuestros propios sentidos como base, la ciencia (aún con dificultad) reconoce que no nos diferenciamos en nada relevante. Si no fuese así, cuanto sabemos de ellos no sería en absoluto aplicable a nuestra especie y, por tanto, no existiría la experimentación animal. La mayor parte del conocimiento científico sobre el Homo sapiens proviene de la observación histórica y, más recientemente, por medio de la instrumentación absoluta de quienes consideramos seres inferiores que existen para servirnos.
La explotación animal es cultural; pues no tenemos ninguna necesidad biológica ni instinto que nos fuerce explotar animales. Todo cuanto les hemos proveído a otros animales a lo largo de la historia ha sido por nuestro provecho y beneficio. La veterinaria, por ejemplo, no existe para salvar la vida de los animales, ni tampoco mantenemos una relación mutualista, ni son ciertas muchas sandeces pseudocientíficas que todavía se oyen dentro de las facultades de ciencias o se difunden a los cuatro vientos entre asociaciones ecologistas.
El avance científico, en lugar de servir como argumento para la continuación de prácticas antropocéntricas, nos lleva de nuevo a reconocer forzadamente que, si otros animales no son distintos de nosotros, no cabe darles un tratamiento desigual en aquellos parámetros en que coincidamos, ¿verdad? A menudo se señala que si un animal carece de obligaciones no puede tener derechos, lo cual, además de incurrir en una falacia típica en Derecho, resulta sumamente hipócrita: cuando los explotamos les endilgamos una obligación para con nosotros.
Un toro en una plaza, un caballo montado o atalajado, un primate en un zoo, una vaca estabulada, una gallina enjaulada, cerdos, sardinas, palomas, abejas, etc., tales animales están obligados a hacer o permanecer de cierta forma porque los humanos lo hemos decidido. Entonces, ¿dónde quedan sus derechos?
También hay quienes caen en el relativismo moral de afirmar que todas las acciones son relativas y que los derechos son «invenciones» o «constructos sociales» del ser humano. Si así fuera, ¿alguno de nuestros oyentes o lectores dejaría que otro lo asesinase apelando a que la ética fuese subjetiva? Me temo que no hay nada relativo en que poseamos unos intereses propios, así como tampoco hay nada de relativo en la existencia de la gravedad y de otros fenómenos físicos; aunque su estudio sí pueda considerarse un acercamiento relativo a la cuestión.
Un derecho es la defensa de un hecho: la defensa de dicho interés. Los animales con capacidad de sentir merecen derechos apelando a los mismos criterios que se establecieron en los Derechos Humanos. No hay nada relativo ni cuestionable en la proposición lógica de que un mismo criterio no admite una discriminación basada en la especie del sujeto, como tampoco en el sexo o en la raza.
El veganismo lleva, entre otras cosas, a descosificar a los animales domesticados, empezar a verlos como personas y oponernos al propio hecho de que sean esclavizados y coaccionados.Las razones del veganismo
El veganismo trata de justicia fundamental, ni más ni menos. Y la justicia se consigue cuando los agentes morales —aquellos sujetos con plena conciencia de sus acciones— dejan de cometer barbaries y aberraciones. No basta con pedir que a los animales se los trate mejor ni con que los hagan sufrir menos mientras nos aprovechamos de ellos.
Antes del cese de la esclavitud humana, se postularon medidas y propuestas con un fin «amortiguador» entre los conflictos de intereses existentes, de igual forma, desde los años 70 cobró fuerza una respuesta «apagaconciencias»: el bienestarismo. Esta ideología toma la filosofía del utilitarismo moral y la aplica a la explotación animal.
La analogía con la esclavitud humana no cobraría sentido si los demás animales fuesen piedras o seres inertes, pero no lo son. No habría ningún debate académico si nuestra observación no indicase la existencia de una discordancia entre lo que perciben nuestros sentidos y lo que asimilamos por interés endogrupal.
El veganismo, de igual modo al principio abolicionista de la esclavitud negra, argumenta que los animales merecen un reconocimiento moral y legal a tenor de las mismas razones que se emplearon para constituir los Derechos Humanos: la posesión de intereses inalienables (necesidades conscientes) tales como la libertad, integridad y vida; las cuales se derivan de la capacidad de sentir (sintiencia).
Si estimamos que dichos intereses son valiosos en sí mismos en nosotros, ¿por qué acaso no van a serlo en tales sujetos? Hasta la más diminuta hormiga pelea por sobrevivir y estima su vida aunque nadie más lo haga. Reducir las acciones no-humanas al instinto, como a menudo se esgrime, es un reduccionismo para obviar el sesgo de que nos cuesta asumir las semejanzas. Pues, si los humanos al final no resultamos ser tan exclusivos ni el sol gira a nuestro alrededor, ¿en qué podemos agarrarnos para darles un sentido a nuestra existencia?
Si hace dos siglos nos encontrábamos con organizaciones que pedían un descanso para los negros el domingo porque era el día del Señor, menos latigazos, la utilización rápida de la carimba, o la compra conjunta de madres e hijos para evitar la separación filial; en el caso que nos atañe nos topamos con grandes instituciones que exigen mataderos de muerte rápida, huevos de corral (olvidándose de los pollitos triturados) y jaulas algo más grandes para estos esclavos. El fin es el mismo: perpetuar el uso como recurso porque nos beneficia al mismo tiempo que se logra mantener la conciencia tranquila.
Los medios y los fines se diluyen ante las apetencias puntuales o permanentes de sus explotadores. A las organizaciones animalistas y a sus empresas asociadas cualquier cosa les vale por tal de vivir gracias a la compasión de sus socios y donantes. Cada explotador, ya hablemos de particulares o la industria, maneja sus «objetos» como desee. El bienestarismo refuerza la idea de que todo ello sería una «elección personal» mientras a los animales no se los hiciere sufrir en exceso para la finalidad que se ha dispuesto para ellos.
Por otro lado, están otro tipo de colectivos y organizaciones animalistas, los neobienestaristas, que sólo piden respeto para determinados grupos animales (primates o cetáceos, generalmente) o que promueven algunas formas de explotación animal «compasivas» (que no conducen directamente a la muerte o que se producen por un «bien mayor»), como el caso de la «doma natural» o de una tauromaquia sin estocadas. Por si los hechos no hablasen por sí solos, siempre hay gente valiente que, aun proviniendo de este mundillo, reconoce sus crueles prácticas y da el paso hacia el veganismo.
Todos los periodos de la historia de la humanidad se han caracterizado por las guerras y la subyugación de unos grupos, tribus o civilizaciones contra otras. La cosificación de otros humanos como seres inferiores provino de la previa cosificación de los animales como seres que existen para servirnos.¿Por qué debemos dejar de participar en la explotación animal?
Cada uno es libre de creer en cuanto desee; pero no de obrar según sus gustos, intereses o apetitos. Si los demás animales valoran sus propios intereses, ningunearlos sería una contradicción respecto al deseo propio de que otros respetasen los nuestros. Por esta inferencia lógica nació históricamente el veganismo: el movimiento social por la abolición de la explotación animal, el cual, como se ha señalado, se confunde constantemente y con dudosa intencionalidad con el vegetarianismo.
Una vez tomamos conciencia de una realidad científica (ellos también sienten y padecen) y antropológica (cultural), nos lanzamos a tratar de explicar cómo hemos llegado a esta situación en que millones de animales pertenecientes a otras especies pierden la vida en nuestras manos por razones inverosímiles y el más nimio de los placeres atávicos.
Así, retornamos al punto inicial, nacemos en una cultura que nos inculca nociones incorrectas y sesgadas sobre la naturaleza. Estas fallas, en consonancia con propósitos individuales o colectivos, nos llevó al origen del especismo: la discriminación moral según la especie.
Éste se resume en la creencia de que una diferencia de especie marca la diferencia entre quiénes merecen respeto y quiénes la muerte del mismo modo en que desde los albores de la civilización hemos esclavizado vilmente a otros humanos. Por tanto, nuestro deber es dejar de participar en la explotación animal (uso como recurso) de todos los demás animales de la misma manera en que abogamos por la justicia hacia otros seres humanos.
Captura de un taller interno en que las principales empresas del sector agropecuario y pesquero de Andalucía se reúnen para afrontar dificultades y realizar campañas conjuntas, todo ello, por supuesto, con el aval y apoyo del Gobierno (la Junta de Andalucía en ese caso). Como puede observarse en la tabla, el veganismo aparece entre «principales amenazas» para el sector ganadero y pesquero. Éste y otros documentos evidencian que existe un interés manifiesto y orquestado por parte de la industria para frenar el movimiento vegano, silenciar a los activistas, crear noticias falsas y narrativas de miedo para controlar a las masas.Intereses contra el avance del veganismo
Por desgracia, el sencillo planteamiento del veganismo se ve expuesto y vapuleado frente al egocentrismo y conveniencias de quienes viven y disfrutan gracias al trabajo de terceros. La creciente preocupación social por el «bienestar animal» ha convertido lo que debiera ser una evolución o progreso humano en un negocio redondo (con audiencia televisiva incluida), en el lucro mediante victorias pregonadas sobre la desgracia ajena y el autoconsuelo de quienes prefieren ceder su arbitrio y agencia moral en aquéllos que, con bellas y rimbombantes palabras, les alivia el sufrimiento de saber que causan un mal evitable (por ejemplo, comer carne) por el hecho de donar para que, milagrosamente, ciertas víctimas sufran una miseria algo menor antes de terminar en sus platos.
Gran parte de estas campañas y de las tergiversaciones existentes están orquestadas adrede desde los puestos de poder con la finalidad de evitar el avance del movimiento vegano. Hace no mucho leí en redes sociales el comentario de un ganadero que revelaba, en muy pocas palabras, cómo perciben el veganismo aquéllos que se ganan el sueldo como esclavistas de animales:
El problema de los veganos no está en que no coman carne; sino en por qué no comen carne.
Es decir, este ganadero estaba reconocimiento que la «gravedad» del veganismo para sus intereses explotadores no radicaba en su práctica (similar al vegetarianismo en este sentido) sino al trasfondo o motivo fundamental que lleva a alguien a adoptar el veganismo.
Los ganaderos saben perfectamente que otros movimientos sociales, como el animalista o el ecologista, son compatibles con su negocio. Sin embargo, el veganismo es incompatible con la esclavitud animal por mucho que intenten endulzar su imagen. Por ello, harán todo cuanto quede en sus manos para manipular, calumniar y pervertir el movimiento vegano.
El veganismo se basa en la sintiencia para reconocer el respeto que merecen los demás animales.Tergiversaciones hacia el significado del veganismo
En 1951, Leslie Cross escribía:
El sentido de esta iniciativa es hacer del veganismo algo único entre los movimientos relacionados con el bienestar animal. Por ese motivo se ha materializado en una totalidad y no, como los otros movimientos, en una abstracción. Cuando los otros movimientos se ocupan de sectores determinados —y por tanto van directamente a las prácticas más que a los principios— el veganismo es en sí mismo un principio, del cual se derivan de manera lógica ciertas prácticas.
Tomando como base la argumentación de Donald Watson y Leslie Cross, podemos diferenciar claramente cuáles acciones o posturas son compatibles, o no, con el veganismo. En la actualidad existe una infinidad de tergiversaciones comunes del veganismo. A continuación aparecen las más frecuentes.
Que tengamos sentimientos hacia los animales no nos convierte en veganos, sino el hecho de que rechacemos la explotación animal por ellos.El veganismo no se basa en la empatía o en los sentimientos
El veganismo se basa en la lógica —la ética—; pues ésta nos permite comprender que los animales merecen respeto porque son seres conscientes, con necesidades y deseos.
Hay quienes afirman, equivocados, que el veganismo se basa en la empatía o en «ponernos en la piel de los animales». Los sentimientos no nos dicen ni nos dictan qué está bien o qué está mal. A nosotros puede darnos pena cortar un arbusto y esto no significa que sea una acción injusta o inmoral; pues las plantas no sienten. El veganismo no nace de nuestra capacidad de ponernos en el lugar del otro; sino de comprender que existe un «otro» que debemos respetar.
El veganismo tiene efectos sobre el medio ambiente, sobre nuestra salud y sobre nuestra organización social. Ello no significa que el veganismo aborde tales cuestiones.El veganismo no se refiere al medio ambiente, a nuestra salud ni a asuntos humanos
En redes sociales es muy común encontrar carteles y textos sencillos y esquemáticos en donde se señala que debemos ser veganos por «por el planeta, nuestra salud y los animales» o dicen cosas cosas como «el veganismo es por los animales y las personas».
Este tipo de afirmaciones y eslóganes son falsos y dañinos para la comprensión del veganismo y de los Derechos Animales; pues sólo ofrecen una visión superficial y sesgada del verdadero significado del veganismo. Afirmar que el veganismo es por el planeta equivale a convertirlo en sinónimo de ecologismo, y señalar que es por nuestra salud equivale a convertirlo en un sinónimo de dieta o religión.
Para mas inri, decir que el veganismo va dirigido a «animales y personas» significa promover la creencia antropocéntrica de que los humanos no somos animales o de que existe una diferencia ética entre «humanos» y «animales». Además, la base fundamental de los Derechos Animales reside en la consideración ética y legal de que ellos son y deberían ser reconocidos como personas —sujetos de derecho— ante la ley. Por tanto, afirmaciones como la presente incurren en un doble error de conceptos básicos.
Este tipo de campañas animalistas proceden, generalmente, de organizaciones y colectivos animalistas —bienestaristas— que se lucran a través de la compasión y buscan llamar la atención y captar socios y donantes mediante mensajes simplistas que cualquiera puede entender sin esfuerzo.
Por otra parte, el veganismo no es interseccional porque se refiere específicamente a las víctimas no humanas. Hay mucha gente que usa el veganismo como parapeto de otros ideales sociales o políticos. Tales ideologías incurren en antropocentrismo cuando justifican la explotación animal apelando a colectivos humanos oprimidos.
El veganismo no pide jaulas más grandes; sino que los animales dejen en jaulas ni privados de libertad alguna por el ser humano. Pedir jaulas más grandes no es compatible con el veganismo. La industria siempre establecerá las condiciones más rentables para su explotación.El veganismo no se basa en el bienestar animal ni se refiere a reducir el sufrimiento de los animales
El veganismo parte desde la idea fundamental de que los animales merecen derechos legales reconocidos y un trato justo. El trato hacia los animales siempre debe estar basado en la consideración de que son seres conscientes y con voluntad propia. En consecuencia, el veganismo se opone a que los animales puedan ser criados, encerrados, manipulados o asesinados por el ser humano.
El veganismo no se conforma con que los animales sean mejor tratados; sino en liberarlos de toda opresión humana. Centrarse en el sufrimiento animal es un error porque ello pone el foco en las condiciones en que se produce la explotación animal y transmite la falsa creencia de un buen trato sea compatible con la explotación de los animales.
Mucha gente —incluso autodenominada «vegana»— promueve o sostiene la idea de que el veganismo busca reducir el sufrimiento de los animales o de que debamos ejercer campañas que mejoren el bienestar de los animales. De esta guisa, apelan erróneamente a que debemos buscar pequeñas «victorias» o que reducir el consumo de productos de origen animal es un camino hacia el veganismo.
El veganismo es abolicionista por definición. El abolicionismo se opone a aquellas acciones que participan o promueven el uso de animales, al igual que el abolicionismo de la esclavitud negra se oponía a aquellas acciones que participaban o promovían la esclavitud humana.
Las campañas abolicionistas son, por definición, las únicas que defienden los Derechos Animales; pues condenan el propio hecho de que los animales sean nuestros esclavos independientemente del trato que se les dé.
Cualquier campaña animalista referida al trato que se les da a los animales (bienestarismo) no puede conseguir derechos para los animales; pues las campañas bienestaristas no reivindican que los animales deban ser reconocidos como sujetos de derecho. Ser objetos mejor tratados no es una victoria, ni grande ni pequeña, en el marco legal.
Los veganos tenemos una dieta 100% vegetal para respetar a todos los animales. La dieta es el medio; no el fin.El veganismo no es una dieta o moda
Otra de las tergiversaciones comunes respecto al significado del veganismo radica en afirmar que es una dieta o presentarlo como moda que alguien realiza por cualquier razón.
El veganismo es un principio ético, por tanto, uno se convierte en vegano cuando tiene una dieta 100% vegetal para no participar en la explotación animal. Alguien puede tener una dieta 100% vegetal por cualquier razón, pero ello no convierte a dicha persona en vegana.
Mucha gente siente una verdadera molestia o resquemor al percibir el veganismo como un principio ético porque se percatan de que ellos causan daño a los animales sin necesidad y se perciben a sí mismos como «menos buenos». Muchos animalistas rescatan animales o aman con pasión a sus perros o gatos mientras financia a diario la crianza y asesinato de otros miles de animales.
La coherencia se convierte en un defecto en un mundo donde impera la hipocresía. Esta realidad origina que, ante la incapacidad de hacer autocrítica, muchos miembros de nuestra sociedad se victimicen o ataquen a los veganos por el simple hecho de seamos y obremos con coherencia ante un principio ético fundamental.
El veganismo no se basa en creencias indemostradas, sobrenaturales o divinas. La ciencia avala tanto la capacidad de sentir de los animales como la viabilidad de una dieta 100% vegetal.El veganismo no es una religión
Otra de las tergiversaciones comunes del veganismo estriba en tacharla de ser una religión. La sociedad percibe que las razones del veganismo son demasiados racionales como para poder ser refutadas. En consecuencia, una manera de trivializar o de rechazar la universalidad o lógica inherente del veganismo reside en apelar que se trata de una religión o creencias religiosas en el seno de una sociedad diversa en que cada quien, al parecer, tiene derecho a obrar como desee según sus creencias.
En nuestros días acontece una paradoja de la tolerancia social hacia los dogmas religiosos, es decir, la sociedad parte desde la premisa de que cualquier dogma religioso es respetable, incluso cuando su aplicación vulnera intereses inalienables de terceros. Por ejemplo, en el caso del velo islámico. Sin embargo, la sociedad no muestra esa misma aceptación o permisividad hacia los principios éticos esenciales.
Si un musulmán no come jamón porque lo dice un libro sagrado, para nuestra sociedad se trata de algo respetable; pero si un vegano no come a ningún animal por respeto y para no causarles un daño injustificable, entonces se trata de algo excesivo y propio de un demente. Así ocurre porque, nuevamente, cuando el oyente se da cuenta de las razones y del significado del veganismo, pasa a verse a sí mismo como carente de razones o argumentos con que sostener su postura.
Las religiones no suponen una afrenta porque cada quien es libre de creer o no en ellas. De esta manera, tachar el veganismo como si fuera una religión se convierte en un modo sencillo de evitar el debate al partir desde la premisa de que las razones para ser vegano estén a la altura de cualquier dogma religioso.
Si todos nos guiásemos por dogmas, entonces cada miembro de la sociedad quedaría igual ante su religión. En cambio, como el veganismo no es una religión, la mera consideración de una filosofía o ética profunda asusta a quienes acostumbran a repetir consignas o necesitan sentirse guiados por un ente superior que rija sus vidas para darles algún sentido.
En esta fotografía, un caballo se defiende de su jinete porque no quiere ser dominado ni coaccionado por nadie. El veganismo se refiere específicamente a la esclavitud y explotación animal de la misma manera en que el feminismo se refiere concretamente a la esclavitud y explotación de las mujeres. El veganismo persigue el cese de la cosificación animal y de su estatus como propiedades y bienes del ser humano. Los animales merecen respeto por sí mismos con independencia de los intereses humanos. Las condiciones de la esclavitud —maltrato animal y sufrimiento animal—, así como las consecuencias de cambiar de dieta no son razones ni objetivos del veganismo.Un resumen sobre el verdadero significado del veganismo
La realidad está en que mucho se habla sobre veganismo y pocos saben definirlo. Una de las dedicaciones permanentes de los activistas veganos es la de asentar el significado original del veganismo y combatir la tergiversación sistemática que se ejerce desde particulares hasta medios de comunicación.
Para resumir lo ya expuesto sobre el veganismo, citaré las palabras de Igor Sanz, un activista incansable:
Para entender el veganismo quizá sea conveniente empezar por un análisis de nuestra sociedad. Se trata, por encima de todo, de una sociedad caracterizada por la cosificación institucionalizada del resto de animales. Para los humanos, el resto de animales son meros objetos. Herramientas y recursos de los que poder echar mano sin contemplaciones.
[...]
Pero este tipo de situaciones no han sido exclusivas de los nohumanos. La historia de la humanidad es una historia de sometidos y sometidores. La esclavitud humana puede parecer ahora una simple mancha negra en nuestro historial, pero lo cierto es que su práctica ha sido la tónica dominante durante la mayor parte de los siglos precedentes.
Desde la antigua civilización egipcia hasta la guerra civil Norteamérica, la esclavitud de seres humanos ha sido un hecho de extendida práctica y aceptación, ya fuera por motivos de raza, etnia o cualesquiera otros aspectos superficiales y arbitrarios.
Y lo mismo ocurre con el pasado de las mujeres, sometidas a una perpetua dominación por parte de los hombres, si no tanto a nivel legal, sí al menos a nivel social.
El veganismo no es, por tanto, ni una dieta ni un estilo de vida. El veganismo es un principio moral que nos dicta que el resto de los animales no son nuestros medios, sino fines en sí mismos, dignos en todo momento de ser tratados como tales, sin vulnerar sus derechos básicos y sin explotarlos de manera alguna.
Como puntualización a las palabras de Igor Sanz, cabe señalar que el veganismo se refiere específicamente a la explotación animal y al estatus de propiedad al que están sometidos todos los animales. El verdadero significado del veganismo no abarca todas las posibles relaciones humanas con los animales ni aquellos daños no derivados de su cosificación. Asuntos como el cuidado del medio ambiente o la gestión agrícola corresponden a los Derechos Animales.
El veganismo está expandiéndose más rápido que nunca gracias a los avances en telecomunicaciones.Algunas consideraciones sobre el veganismo llevado a la práctica
El cambio comienza en nosotros mismos; no cabe esperar un mundo más justo mientras seamos parte de la injusticia y del bando opresor. En un principio, solemos sentirnos asaltados por racionalizaciones peregrinas para no aceptar la realidad (justificación en la tradición, en el supuesto beneficio, etc.). Nadie piensa nunca que está equivocado.
Asumir que nuestra cultura causa un holocausto contra otros animales sin ninguna necesidad real nos genera de antemano un fuerte rechazo que motiva el incurrimiento en falacias dialécticas. Una vez abandonamos la visión tan «idílica» (manipulada) de la explotación animal, introducida desde nuestra infancia, entendemos nuestro deber de actuar.
Cambios hacia el interior
El veganismo, llevado a la práctica, implica romper y promover un cambio radical en la forma en que percibimos y tratamos a los animales como consecuencia de nuestra cultura. Parte desde el hecho evidente y argumentado de que todas las culturas humanas participan en explotación animal debido a un fenómeno de cosificación derivado de una discriminación moral (especismo).
Hacerse vegano no tiene ningún misterio. Basta con informarse sobre llevar una dieta variada y evitar cualquier producto o acción que conlleve el uso de animales como recurso. Sin embargo, sí resulta más complicado tener las ideas claras y formarse como activista para promover el respeto que merecen las víctimas no-humanas. A menudo, entre los grupos veganos existen acalorados debates en torno a la acción directa. Salvar víctimas mediante acción directa puede ser una virtud; pero, por desgracia, entrar en una granja, boicotear una corrida de toros o gritarle a la gente no sirve para cambiar la mentalidad colectiva.
Dado que todas nuestras acciones derivan de la cultura, si no nos esforzamos por transformar el acervo cultural en donde nos hemos criado, ¿cómo evitaremos el statu quo? Es literalmente imposible, por ejemplo, que un cazador deje de cazar o que un pescador deje de ver con buenos ojos el acto de pescar porque exista gente que rescate peces y vuelva a echarlos al agua. Aparte de una sonrisilla entre dientes, no lograremos un cambio en dicha persona. En consecuencia, si el problema es cultural; la solución deberá producirse mediante activismo educativo.
El veganismo propone la emancipación de todos los animales frente al dominio humano.Cambios hacia el exterior
Dado que somos seres emocionales, el activismo vegano causa estrés y frustración, tanto por su ejercicio como por nuestra experiencia acerca de los horrores de la explotación animal. Este desasosiego propicia oscilaciones comportamentales que pueden conducirnos hacia la pérdida de nuestros valores tan apreciados.
Las prisas por reconvertir la sociedad y las esperanzas vacuas provocan que muchos activistas vuelvan a convertirse en parte del problema al apoyar las medidas que permiten y fomentan la continuidad de la percepción moral causante de todo mal.
Defender medidas y propuestas como el «Lunes sin carne» equivale a reivindicar un «Lunes sin violaciones», implica afirmar que reducir el consumo o las violaciones sea un paso en sí mismo en vez de un deber mientras fomenta otras formas de explotación como los lácteos o los huevos. En el mismo saco se hallan las campañas monotemáticas, propuestas bienestaristas como la carne de laboratorio y el enfoque errado en el «maltrato animal».
Las presiones por parte de instituciones animalistas (empresas de facto que manipulan las bases del veganismo y traicionan a los animales) y los visos todavía presentes del especismo de nuestro anterior «yo», llevan al autoengaño, el «elitismo altruista» (sentido de superioridad a causa de que se hace el bien en un océano de malas conductas), el «elitismo moral» (pensamiento consistente en que los demás no están preparados para cambiar) y la sobrevaloración (especismo de preferencias) de aquellos animales más cercanos (perros, gatos, etc.). Así como la promoción de prácticas que, a pesar de su avala social, son contrarias a los Derechos Animales; tales como la castración sistemática o la eutanasia de animales sanos.
Otros, además, son hedonistas extremos, están profundamente influenciados por sus sentimientos y perciben a los demás animales como un alter ego sobre el cual intervenir sin ninguna clase de coherencia ética. Proponen desde la extinción de especies carnívoras y practicar la zoofilia hasta la manipulación genética de animales para «despojarlos del defecto de sufrir».
El veganismo se opone, por definición, a la crianza en cautividad y a cualquier condicionamiento de la vida de los animales contrario a sus intereses inalienables. Quienes promulgan y practican estas barbaridades, como el autor de una página web llamada «Respuestas veganas» (el nombre es ya de por sí una auténtica propiación), no son veganos y únicamente empañan nuestra labor y argumentos para satisfacer traumas y obsesiones personales.
Es nuestro deber moral dar el paso hacia el veganismo.Conclusiones
El veganismo, como principio basado en los Derechos Animales, rechaza la actual consideración legal de todos los animales no humanos del planeta. Todos ellos están catalogados como «bienes muebles semovientes». A raíz de que tal denominación responde a una previa consideración moral —el especismo heredado de generación en generación—, de nada sirve luchar contra los términos aplicados (por ejemplo, a través de peticiones por internet).
La transformación social requiere la derogación o abolición de su estatus de propiedad como respuesta intrínseca a una asunción moral en la igualdad. Esto se sintetiza en los seis apartados del principio abolicionista. Sin activismo, no hay avance posible porque nuestros actos proceden de una enseñanza anterior.
Si, finalmente, comprendemos el origen de nuestra mentalidad, por qué debemos cambiar y cómo hemos de aplicarnos hacia otros humanos, debemos hacernos veganos para marcar la verdadera diferencia que necesita este mundo; no por nosotros, sino por ellos.