¿Qué es la explotación animal? ¿Por qué es injusta?


El concepto de explotación animal
A los activistas veganos nos importa que la sociedad comprenda correctamente aquellos conceptos que son claves en los Derechos Animales. En este artículo deseo hablar sobre un término fundamental de entender para defender a los animales ante la ética y ante la ley: la explotación animal.
El concepto de «explotación» significa «usar como recurso u obtener recursos o bienes a partir de algo o alguien», en otras palabras: «beneficiarse por la existencia de un ente animado o inanimado mediante acciones propias».
La explotación animal, sin ir más lejos, es la acción de usar a los animales como recursos o bienes de manera que sus intereses inalienables —vida, libertad e integridad— quedan reducidos a los intereses de su explotador.
Hoy en día, por fortuna, no se requieren disertaciones prolongadas ni debates acalorados acerca de los argumentos de por qué está mal explotar o esclavizar a otros seres humanos; sin embargo, debido al especismo y las disonancias cognitivas que conlleva, sí resulta para muchos difícil de comprender por qué es injusto explotar a otros animales.
Todavía cuesta un mundo que la sociedad comprenda por qué acciones como la domesticación o la caza, o centros como los zoológicos, los acuarios y otros lugares de cautiverio son la consecuencia de que nos creamos amos y señores de todos los animales.

La explotación animal también es injusta
Cuando juzgamos una injusticia entre humanos, consideramos —o debiéramos considerar— automáticamente las propiedades intrínsecas del sujeto. En un contexto humano, la sociedad no halla ningún tipo de justificación a un crimen apelando a alguna índole circunstancial o menesterosa.
Así, por ejemplo, cuando se habla de una violación en el mundo occidental, nadie piensa en los motivos del violador sino sólo en la injusticia sufrida por la víctima. Por el contrario, cuando se trata de un animal no humano quien se lleva la peor parte, casi todos se plantean primero los motivos por los cuales el humano de turno practicó tales acciones en lugar de juzgar las acciones en sí mismas. El modo en que se produce un crimen puede constituir un agravante, pero nunca un criterio legal o ético.
Nadie en el mundo moderno, en su aparente sano juicio, justificaría la esclavitud humana bajo el pretexto de ser piadosa o compasiva; pues asumimos, sin ningún debate interior, que la esclavitud es inherentemente injusta. Ocurre porque aplicamos en nuestro fuero interno el principio de igualdad, la filosofía de no hacerles a otros aquello que no desearíamos para nosotros mismos. O bien, porque eso nos han enseñado y tampoco lo hemos cuestionado nunca...
La pregunta entonces se resume en: ¿por qué se estima como algo normal aprovecharnos de los animales por el mero hecho de no ser humanos?

La explotación animal se basa en prejuicios inculcados
La explotación animal requiere de la transmisión activa de prejuicios —además de autoengaño— para perpetuarse. Todo explotador de animales se caracteriza por la creencia de que se necesita esa explotación o no hay alternativa, por el prejuicio de que está bien hacerlo porque no son humanos —especismo— y, a menudo, por el autoengaño de considerar que no son esclavos; sino auxiliares, binomios, trabajadores, socios, amigos, etc., mientras les aplican una ética distinta a la humana y rigen sus vidas como si fuesen simples recursos u objetos.
Entre los prejuicios más frecuentes utilizados para justificar la explotación animal se encuentran la apelación a la naturaleza (ad naturam), la apelación a la necesidad humana, la apelación al «estado natural de las cosas», la apelación al término medio, la apelación a la tradición (ad antiquitatem), la apelación al beneficio humano o la apelación a las consecuencias (ad consequentiam).
A mí, como biólogo, trataron de inculcarme que la explotación animal era una forma de mutualismo apelando a que la población de animales domesticados aumenta con la nuestra y que «viven mejor» que en la naturaleza.
No existe una simbiosis de tipo mutualista entre humanos y animales esclavizados por la sencilla razón de que, en una verdadera simbiosis de tipo mutualista, ninguno de los organismos interrelacionados rige unidireccionalmente la alimentación o reproducción del otro. Este argumento, llamativamente, también fue esgrimido en su época por los defensores de la esclavitud negra.
Nuestra relación con los animales es de tipo parasitista; pues ellos pueden vivir sin nosotros si los dejamos, somos nosotros quienes los criamos y los secuestramos —privamos de libertad— en nuestro beneficio.

¿Por qué no debemos ejercer la explotación animal?
La explotación animal es tan injusta como la explotación humana porque implica utilizar a un sujeto —un animal que no pertenece a la especie humana— como medio o recursos para un fin o al servicio de un tercero. Nosotros no somos los únicos seres con capacidad de sentir, con intereses, con conciencia u otras habilidades catalogadas como «humanas». Por ello, negarles a otros la defensa de sus intereses cae bajo su propio peso.
A menudo se aducen distintas excusas para tratar de justificar la explotación animal, por ejemplo, se alega que está bien explotar animales porque hay animales que explotan a otros. Que un comportamiento sea «natural» sólo significa que aparece en la naturaleza, no implica que esté bien ni que esté mal. Explotar animales es tan natural como el león que viola a las hembras de su especie o que se come a las crías de otros machos para que éstas vuelvan a entrar en celo.
La contradicción viene cuando el ser humano apela a la naturaleza para justificar ciertas acciones (p. ej. comerse a otros animales) mientras que olvida la naturaleza para condenar otras (p. ej. violaciones). Si la naturaleza fuese un arquetipo de justicia no necesitaríamos leyes. Y, a tenor de estos razonamientos, apelar a la naturaleza para excusar acciones humanas se denomina «falacia naturalista».
El ser humano siempre busca una justificación a posteriori para excusar la explotación animal. Todos los ganaderos y la mayoría de los ecologistas perciben a los animales como simples objetos que existen para servirnos o como elementos de un decorado que igualmente está para nuestro disfrute.

Las organizaciones animalistas promueven el statu quo
Hasta la fecha habría habido ciertos avances en la defensa de los Derechos Animales si las organizaciones animalistas cuestionaran la injusticia de la explotación animal en sí misma. Por el contrario, tales organizaciones no consideran que la explotación animal sea injusta. Solamente critican y condenan las formas en que se practica y, por tanto, validan el prejuicio inculcado de que esté bien explotar animales mientras se realice de forma «humanitaria» o «compasiva».
Las organizaciones animalistas se basan en los mismos prejuicios sociales que desembocan en la explotación animal para ejercer una «explotación de la explotación animal». Se limitan a hablar de «maltrato animal» para reducir los Derechos Animales a las simples condiciones de su esclavitud y lucrarse mediante un mensaje simple y sentimentalista.
Si asumimos que un animal merece respeto porque siente y padece, entonces el respeto no deberá estar restringido a ese animal, sino que debería extenderse a todos los animales que sienten y padecen, sin discriminación. Por desgracia, resulta muy sencillo oponerse a aquellas formas de explotación «crueles» en las que participan terceros —p. ej. tauromaquia— y no mostrar esa vehemencia cuando somos nosotros quienes ejercemos una forma de explotación animal determinada.
Posiblemente, conforme el término «explotación animal» se viralice tanto como el de «maltrato animal», gracias a nuestro constante activismo para denunciar la realidad que viven las víctimas, las grandes organizaciones animalistas empezarán a usarlo (ya lo hacen de vez en cuando) como sinónimo de «maltrato animal» para apropiárselo y continuar con su cantinela bienestarista.
Para los defensores del bienestarismo, explotación animal significa «abuso animal» y el abuso animal es un nicho de mercado para pillar socios y donaciones de individuos humanos sensibilizados pero sin formación en ética o derecho.

Conclusión
El concepto de «explotación animal» es, todavía, bastante y desconocido y muy mal empleado, incluso entre individuos con formación en Derecho. Resulta habitual encontrar a abogados, jueces y juristas que se declaran animalistas y defensores de los animales a la par que emplean una terminología especista, promueven medidas bienestaristas, perpetúan marcos legales antiquísimos y mantienen la misma mentalidad que quienes oprimen a los animales. Por no decir que, el grueso de tales sujetos, ni siquiera son veganos.
Asimismo, cabe recordar que el concepto de «explotación animal» se emplea incorrectamente bastante a menudo como sinónimo de «maltrato animal» o de «sufrimiento animal». Este uso es erróneo y totalmente intencionado, como el propio hecho de que el Gobierno denomina a su Dirección General de «derechos de los animales», aun cuando en ningún momento defienden los Derechos Animales; sino un bienestarismo rancio y bienquedista. Por no hablar de que han ordenado ya la ejecución sistemática de miles de animales a raíz de la pandemia del coronavirus y psicosis colectiva que origina.
Y, por si fuese poco, en un sentido social y político se emplea el término «explotación humana» como sinónimo de «abuso laboral», lo cual no ayuda a distinguir el hecho de que la explotación sólo puede producirse, por definición, cuando acontecen de esclavitud. Por todo ello, debemos hacer un esfuerzo por comprender el significado de la explotación animal y las razones para rechazarla.
Hasta la fecha, los únicos sujetos que son universalmente esclavos son los animales y, por ello, los defendemos tal como en el siglo XIX hubo quienes se levantaron social y políticamente contra la esclavitud negra. Ha llegado el momento de la liberación animal. Debemos conocer la realidad, hacernos veganos y promover el respeto que merecen los animales hasta lograr el cese de la explotación animal.