Los engalladores, las sobrerriendas y el suplicio de los caballos

¡Derechos Animales ya! - Caballos torturado en carreras de trotones - Engalladores y sobrerriendas
Esta fotografía puede pasar desapercibida si se desconoce cómo funcionan los arreos empleados en caballos, pero es verdaderamente esperpéntica. El caballo de la fotografía participa en una carrera de trotones —tradicionales en zonas como la ciudad de Menorca, España, y en varios países— con un engallador tensado para evitar que galope, una máscara de anteojeras para que no vea aquello que su conductor no le conviene y un atador de lengua para impedir que anule el efecto del bocado. En esta entrada, muy antigua ya, hablo sobre los engalladores y las sobrerriendas en el contexto de herramientas de tortura aplicadas caballos como fruto de nuestra cosificación hacia todos los animales.

Un artículo con un trasfondo personal

Me hice vegano y activista por los Derechos Animales tras trabajar una breve temporada con caballos víctimas de la explotación. Eso marcó el detonante de que me pusiera a investigar todo tipo de prácticas aberrantes y socialmente aceptadas en distintos países del mundo respecto a los caballos y a otros animales. A raíz de que, entonces, carecía de conocimientos sobre el origen de estos hechos y de cómo afrontar el activismo, escribí varios artículos bienestaristas. Entre ellos, este artículo fue el primero que redacté con el propósito de condenar unos arreos muy usados para caballos, sobre todo, en países anglosajones: los engalladores y las sobrerriendas.

Debido a que, en la actualidad, cuento con una visión más madura y formada en lo tocante a la explotación animal, he considerado oportuno hacer una reescritura necesario de éste y otros artículos antiquísimos para ofrecer una información veraz y, ante todo, para dejar de promover un mensaje únicamente centrado en el trato o en las consecuencias para el animal.

El lector debe entender que el empleo de herramientas de control y tortura en caballos, y otros animales, es una consecuencia esperable de que, por nuestro antropocentrismo, los percibamos como seres que existen para servirnos. Los activistas tenemos la obligación de afrontar con humildad los errores conforme, poco a poco, vamos siendo conscientes de ellos a medida que progresamos como personas.

¡Derechos Animales ya! - Dos caballos compiten una carrera de trotones
En esta fotografía vemos a dos caballos en un entrenamiento. El primero lleva un engallador y una embocadura que combina un filete liso con una cadenilla para ejercer un control férreo sobre el animal. El segundo no lleva engallador, pero sí ha de soportar unas anteojeras suecas y unos tapones auditivos que el conductor retira durante la carrera mediante un tirón cuando considera conveniente que el caballo oiga a su alrededor.

Herramientas de control y tortura en caballos

Hace ya bastante tiempo descubrí, por casualidad y desgracia, que en ciertas zonas y países del mundo empleaban —y siguen haciéndolo— atalajes barbáricos en todo tipo de coches, carruajes y vehículos propulsados por caballos, ya sea como trabajo propiamente dicho o un empleo lúdico de los mismos.

Se trata de una rienda «auxiliar» denominada, según el tipo, «engallador» o «sobrerrienda», en inglés de Reino Unido «bearing reins» (en EE.UU: «checkrein»). Estas riendas auxiliares son, con diferencia, las más tortuosas e inútiles de todas las empleadas para someter a los caballos. En general, se utilizan en trabajos de tiro y en competiciones análogas para evitar que los caballos traten de pastar o con el fin de que parezcan más lustrosos.

Para quienes no entiendan de caballos o no conozcan en qué se basan, basta con aclarar que consisten en unas correas, las cuales, fijadas por una parte a un punto de los arneses y, por otra, al caballo; obliga a éste a recoger el cuello y a mantenerlo en una posición artificialmente arqueada. Cuando un caballo está engallado es incapaz de bajar la cabeza ni de colocarla en una posición naturalmente cómoda de acuerdo con su anatomía.

Una reflexión interesante está en considerar que, como el propio hecho de montar a caballo, si unos aparejos son tan cotidianos en unas regiones y prácticamente desconocidos en otras, ello implica que estamos ante un uso regido meramente por la costumbre, la moda y la habituación. En el caso de herramientas de control utilizadas en caballos, lo mismo puede aplicarse al caso de las anteojeras que, pese ser todavía más comunes, no dejan de compartir el mismo origen.

La utilizaciones de engalladores, sobrerriendas y otros aparejos es legal en los caballos —y, respectivamente, en todos los animales— porque el ser humano niega derechos legales a cualquier sujeto que no sea perteneciente a nuestra especie. A pesar de que sabemos que los animales sienten, padecen, piensan, poseen intereses inalienables y conciencia, preferimos que continúen sometidos y violentados para poder aprovecharnos de ellos. Nuestra mentalidad es supremacista contra los débiles.

¡Derechos Animales ya! - Carruaje de caballos Amish sobre nieve - Caballo con engallador y sobrerrienda
La comunidad Amish de Estados Unidos es uno de los colectivos humanos que peor trato muestra hacia los animales a tenor de su anclaje un modo de vida antediluviano. A este caballo lo obligan a marchar con dos engalladores y una sobrerrienda que le impiden cualquier movimiento de la cabeza.

Argumentos contra el empleo de engalladores y sobrerriendas

Cuando redacté originalmente este artículo, esbocé que tales guarniciones debían estar totalmente prohibidas —iluso de mí— apelando a sus perjuicios no deseados por ningún ser humano. Para ser fiel con mi antigua exposición, a continuación desgloso los argumentos que planteé:

  1. Los engalladores y las sobrerriendas reducen la capacidad del animal para tirar, lo cual, hace que tenga que realizar un mayor esfuerzo. Sobra decir cuán cruel resulta esto cuando el animal debe cargar muchas personas, equipajes, arrastrar troncos o arar un campo entero.
  2. Una utilización continuada y duradera les destroza las mandíbulas, el cuello, les desvía el atlas, les provoca escoliosis por presión de las cervicales contra las vértebras dorsales, les deja el lomo hundido, las patas se les casi vuelven rígidas y las ancas se les quedan con dolores y pérdida permanente de capacidad sensitiva.
  3. Al fijar una tensión continua sobre el paladar y las comisuras del caballo, éste se «acostumbra» a la molestia, de modo que el cochero se encuentra en la «necesidad» de emplear un bocado mucho más severo para poder controlarlo. Entonces, el caballo se ve en un dilema sin solución. Si sube la cabeza disminuye el dolor mandibular; pero si el cochero tira de las riendas, éstas le ocasionarán un daño mayor por una mera cuestión de ángulo. Si, por el contrario, lucha incansablemente por bajarla; sólo sentirá más dolor y punzadas provocados por el engalle.
  4. Los engalladores y las sobrerriendas no logran la «reunión» con el equino, completamente imposible.  Asimismo, el caballo no exhibe una mejor figura llevándolo: únicamente aparece tieso y con todos los músculos contraídos al extremo.
  5. Y muy importante: Desde un punto de vista objetivo, no se requiere en absoluto para manejar carros o análogos. Resulta totalmente contraproducente.
¡Derechos Animales ya! - Carruaje de caballos con un hombre cochero de raza negra
La sociedad actual comprende que todos los humanos merecemos respeto, pero no acepta que los animales tampoco deben ser nuestros esclavos. Se da la paradoja de que muchos descendientes de esclavos son, a su vez, opresores de otros animales como sus antepasados lo fueron respecto a los blancos. Y esto no cambia aunque los movimientos progresistas modernos se esfuercen por representar a todos los colectivos humanos como víctimas o asociar la lucha por los Derechos Animales una ideología política. Al mismo tiempo, la humanidad establece jerarquías arbitrarias entre animales: el perro figura junto al hombre y, debajo en la escala, el caballo ha de arrastrarlos a ambos.

Conclusión

En la primera edición de artículo, pasaba a mostrar una decena fotografías vistas por Internet para mostrar y el explicar el sufrimiento de los caballos causado por el uso de engalladores y sobrerriendas. Hace años, equivocado, sólo me centraba en el sufrimiento animal. Hoy, en cambio, procuro insistir en que el trato va unido la consideración social y moral de los animales. No basta con pedir o promover «explotaciones compasivas» ni existe justicia alguna en discriminar entre animales.

Si realmente nos importa el sufrimiento que padecen los animales, debemos entender que el origen de los engalladores, las sobrerriendas y de otros arreos reside en nuestra mentalidad cosificadora. Si alguien participa en la explotación animal —de cualquier forma— está validando y perpetuando el marco legal que impide una protección verdadera para todos los animales. Asimismo, para cumplir con la legalidad, he sustituido las primera imágenes que puse por fotografías libres de derechos que ejemplifican aquellas situaciones que denunciaba hacía años. Antes aparecían una debajo de otras y ahora he aprovechado cada epígrafe para homogeneizar la presentación del contenido.

Finalmente, aprovecho para recomendar Azabache (Black Beauty), una antigua y magnífica novela del siglo XIX que condena, casi por primera vez, el uso de herramientas de tortura en caballos y otras prácticas. Dicha obra es, obviamente, bienestarista. Sin embargo, cuenta detalles con importancia histórica y plantea el argumento de que nuestra sociedad debiera aplicar el principio humanitario a todos los animales.