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¿Resulta ético montar a caballo? ¿Existe una equitación ética?

¡Derechos Animales ya! - ¿Resulta ético montar a caballo?
¿Resulta ético montar a caballo? La explotación ecuestre, gracias la invención de un sinfín de aparejos, es una de las formas de explotación animal más antiguas y significativas para la historia de la humanidad. Suena muy 'documentalesco' soltar el típico autoensalzamiento de que los caballos nos ayudaron en la guerra y en los transportes. En lugar de vanagloriarnos, debemos reconocer que llevamos milenios cometiendo atrocidades contra los caballos y otros equinos.

Montar a caballo implica sometimiento

Montar a caballo es una forma de explotación animal —uso de animales como medio para un fin— antiquísima. Se cree que se remonta a varios milenios entre las tribus nómadas que ocupan la actual Mongolia. En la explotación ecuestre, como en otros casos (la explotación de camellos, elefantes, ganadería, etc.), diversas culturas han aportado y desarrollado mejoras en cuanto a las técnicas de manejo y los aparejos empleados.

Para que un animal ajeno a nuestra especie acepte las posaderas de un ser humano o arrastre cargas, aunque sólo queramos dar un paseo por el campo y no busquemos participar en espectáculos ecuestres o en carreras, se precisa obligatoriamente un proceso de doma.

Desde la antigüedad hasta nuestros días han ido cambiando sustancialmente los métodos de «desbrave». En la actualidad se fomenta, por intereses comerciales o bienestaristas, una tipología de doma menos dañina y que considere la etología equina. Sin embargo, con independencia de los métodos empleados para la consecución de este fin, el fundamento sigue manteniéndose igual: convertir un animal indiferente a nuestra especie en uno sumiso ante nosotros.

La doma, un término que en español suele reservarse para la explotación de équidos, se define como el conjunto de acciones humanas encaminadas en obtener la completa sumisión y obediencia del animal para así poder emplearlo a nuestro servicio.

En nuestros días, una definición semejante suele acabar tildada de «exagerada» o «animalista». En absoluto, hace apenas un siglo, los manuales de equitación no tenían ningún reparo en definirla de ésta y otras maneras más directas como «obtener la sumisión del bruto». De hecho, esos mismos manuales hablaban de los caballos y otros herbívoros como «esclavos».

Es en años recientes, ante el aumento de la sensibilidad hacia los animales, cuando desde particulares y colectivos se buscan eufemismos para camuflar el origen y propósito de sus acciones. Desde un punto de vista biológico, no resulta normal o esperable que una especie obedezca a otra. Y, desde un punto de vista ético, supone la negación de su voluntad y de su libertad por nuestro egoísmo y antropocentrismo.

¡Derechos Animales ya! - Caballo montado en clases de doma con anteojeras - Aparejos para caballos
La explotación ecuestre siempre ha procurado la obediencia del animal y su eficiencia. Para ello pueden emplearse multitud de aparejos. En la fotografía, un chico en clases de equitación monta a un caballo con una brida de doble embocadura, orejeras de doma y anteojeras ligeras que tienen la función de reducir la oposión del animal ante el manejo humano.

Aparejos y consecuencias de la explotación ecuestre

Brida

Para gobernar al animal de turno, el ser humano echa mano a una serie de aparejos o arreos, comúnmente unas bridas con filete o bocado y, a veces, ciertos componentes secundarios como riendas auxiliares, gamarras y anteojeras, principalmente, cuando se destina para arrastrar carruajes o a carreras de trotones. En tal sentido, se han realizado investigaciones sobre aspectos musculares, esqueléticos y también acerca de la visión lateral en caballos que demuestran los daños causados por los atalajes de restricción.

Existen multitud de aparejos según las necesidades y gustos del consumidor, desde todo tipo de cucardas o borlas hasta bolas auditivas (tapones) o lentillas de colores para caballos. Los catálogos son interminables. Basta con realizar una sencilla búsqueda por internet para encontrar centenares de proveedores y nuevos aparejos o inventos «milagrosos» con que domar y manejar caballos. Incluso el más experimentado de los equitadores llegaría a sorprenderse. Así ocurre porque los humanos nos volvemos muy ingeniosos para dominar a otros animales.

Una brida, incluso bien utilizada y puesta, puede incomodar al animal y causarle daños. Ya actúe el filete, bocado o hackamore contra las comisuras, la lengua, el paladar o la nariz con mayor o menor fuerza, este artilugio se localiza en una región altamente sensible del caballo. Al montar a caballo, la presión ejercida por la embocadura y las riendas llega a alterar la epidermis bucal por el rozamiento («mal o afección de la boca dura») y afectar gravemente a la musculatura. En casos extremos, se documenta una inhibición respiratoria por sobrecurvatura del cuello.

El estudio de cómo afectan los aparejos no es algo nuevo, de hecho, se trata de un fenómeno que se ha ido «olvidando» conforme los caballos han ido abandonando la esfera social cotidiana. Los efectos de la brida y de sus añadidos ya lo denunciaban veterinarios (ingleses, sobre todo) a finales del siglo XIX.

Espectáculo de doma ecuestre (razas españolas) - Montar a caballo
Montar a caballo es una actividad que implica sometimiento a pesar de que se produzca un buen trato o no exista interés por participar en espectáculos, concursos u otros certámenes.

Montura

Para que un individuo humano determinado pueda montar a caballo y mantener un mayor equilibrio encima del animal se necesita una montura: la silla de montar y los restantes aparejos. Sea cual fuere la clase empleada, toda silla ejerce un peso extra sobre el cuerpo de equino; si bien esta fatiga se ve resarcida, en parte, ante una protección incrementada frente al ludimiento y las rozaduras.

Cuando un adulto se aúpa sobre un caballo, éste, si está perfectamente sano, no debería padecer ningún perjuicio. Los traumatismos vienen, al igual que con casi todo, con el tiempo y la duración.

De acuerdo con ciertos estudios realizados, el peso del humano medio basta para provocarles hipoxia a los tejidos subcutáneos propios de la región dorsal donde se asienta el jinete apenas unos 20 minutos después de llevar cabalgando. A partir de 25 minutos pueden producirse isquemias y pequeñas roturas de fibras musculares. En consecuencia, el animal comienza a sentir cosquilleos y punzadas crecientes a lo largo de las horas y sí acontece un verdadero sufrimiento en montadas prolongadas.

Hay clases de daños bastante investigados debido a su repercusión económica. Así, por ejemplo, un análisis ultrasonográfico del tendón flexor digital superficial de la región del metacarpo de caballos empleados en polo concluyó que aproximadamente el 50% de estos equinos, sobre todo en los «ejemplares» de alto nivel, presentaba alteraciones tendíneas y cartilaginosas a causa de un tratamiento y detección deficiente durante las temporadas. La ciencia, aún con un patente antropocentrismo, va desentrañando poco a poco cómo afectan nuestras acciones sobre los animales en contra de los intereses de la industria.

Fustas y espuelas

A los efectos de montar a caballo se le añaden los producidos por otros aparejos o elementos de «ayuda» y castigo. Dentro de estas amonestaciones se halla la utilización de fustas y espuelas. Según algunas encuestas, la mitad de los jinetes, si lo hacen, las usan solamente a modo de «ayuda» o bien como «ayuda» y castigo. Huelga recordar que esta «llamada de atención» responde a un propósito egocéntrico derivado de la cosificación del individuo.

Otros

Aun prescindiendo de bridas, sillas y otros aparejos, el ser humano puede ocasionar diversos malestares y dolencias por montar a caballo o ejercer otras formas de explotación ecuestre. Hasta la fecha existen múltiples documentos que exponen estos datos y muestran gráficamente cuáles métodos perniciosos se emplean en hípica para dominar a los caballos.

¡Derechos Animales ya! - Irene Aparicio Estrada examazona de salto ecuestre - Cierrabocas, aparejos para caballos
Mucha gente que se ha criado en el mundillo ecuestre llega a darse cuenta de las prácticas injustas y aberrantes que nos enseñan. En la fotografía vemos a Irene Aparicio Estrada, examazona de salto ecuestre que ahora es activista vegana.

Malas prácticas durante la explotación ecuestre

Por desgracia, en el mundo real imperan los malos modos. La triste realidad refleja que los équidos sufren muchísimo durante las fases de la doma, no sólo psicológicamente por los cambios radicales sobre su entorno y costumbres; sino además físicamente debido en gran medida al uso y sobreuso de todo tipo de aparejos cada cual más atroz que la anterior.

En la España profunda, por ejemplo, reinan los bridones y las serretas para dominar hasta el más cerril de los «ejemplares»: uno que, al fin y al cabo, únicamente pretende seguir a sus aires y actuar con libre albedrío. Los caballos no saben que todos ellos existen porque han sido criados a conciencia para obligarlos a servirnos. Si concretamos, también podrían mencionarse distintas técnicas de doma bastante desalmadas como esa de darle cuerda al animal en sitios pedregosos o en carreteras mojadas para que así éste tenga reparos en desobedecer o querer huir.

Hay quienes se suben sobre un animal con demasiada brusquedad y culpan luego a éste por corcovear, quienes se la pasan sacudiendo las riendas y quienes les endosan adornitos, aderezos y floretes para concursos, ferias y romerías que suponen a menudo un estorbo y molestia para el animal. Y, cuando no, también hay quienes directamente les pegan o se les aúpan a lomos con una copa de más.

¡Derechos Animales ya! - Clases de equitación
Muchos caballos viven en un régimen perpetuo de ejercicios y encierro. Lo único que conocen del mundo exterior es un picadero. Montar a caballo significa participar y perpetuar esa realidad para los quinos.

¿Beneficios para los caballos durante su esclavitud?

Nota: Más del 50% de quienes visitan este artículo pulsan en el índice para ir directamente a este epígrafe. Cabría estudiar si a los visitantes les llama la atención el uso del término «esclavitud» en animales —algo que ya se ha hecho desde antiguo—, o bien, que buscan aliviar su conciencia al buscar justificaciones para seguir participando en la explotación ecuestre.

Quizás, el único beneficio que obtienen estos animales gracias a la compañía humana se resume en la atención veterinaria y la administración de medicamentos cuando enferman. A pesar de ello, un animal cualquiera sólo consigue desarrollar plenamente sus funciones vitales y satisfacer sus propios intereses cuando vive en un medio que no lo restringe.

Múltiples pensadores contemporáneos, como el filósofo Henry Salt, ya refutaban en el siglo XIX el argumento de que los «cuidados» o el «amor» que se tenga a un caballo u otro animal justifique su explotación. Hoy hay otros pensadores eminentes, como el profesor Gary L. Francione, que defienden la abolición del estatus de propiedad de todos los animales por razones éticas.

Habría de matizar asimismo por qué se administra alguna medicación. Ya no hablamos exclusivamente de cuando el animal contrae alguna enfermedad o se accidenta; sino de aquéllas veces en que estos fármacos (cremas, pomadas, vendas...) se aplican con el propósito de aliviar ligeramente el agotamiento muscular tras una actividad física intensa o con la intención de doparlo.

La veterinaria actual es especista, lo cual implica que no todas las acciones practicadas con los caballos van en su beneficio. El marcaje a fuego o con nitrógeno líquido y la castración, entre otras prácticas cotidianas, se realizan en beneficio del propietario, no del animal. Además, muchas de estas acciones se realizan por costumbres y convenciones sociales.

Caricia a una yegua en la frente
Fotografía cedida por Sara Sequeiro Río, una joven que dejó la explotación ecuestre para luchar por los Derechos Animales.

Aspectos éticos de la explotación ecuestre

Una consideración moral intermedia entre el «ganado» y las «mascotas»

Montar a caballo, una de las forma de explotación ecuestre más usuales, es una actividad que, curiosamente, no despierta tantas pasiones en contra como otras formas de explotación animal. Quizás se debe a que no conduce a la muerte directa del animal (aunque la mayoría termine sus últimos días en un matadero) y a razón de que se produce una racionalización moderna de un mito heredado desde antiguo, consistente en la falsa creencia de que los caballos mantienen algún tipo de vínculo especial o mutualista.

Cabe tener presente que montar a caballo es una actividad conservada y bien vista por nuestro pasado histórico y su relación con la nobleza feudal. En Occidente, el caballo es la montura por antonomasia mientras esa categoría la reciben, sobre todo, el camello en Arabia y el elefante en Asia. Toda forma de explotación animal es de origen cultural.

En el acervo cultural arabo-islámico, por ejemplo, los caballos recibían un trato muy superior al de otras bestias. Sin embargo, obviando conceptos biológicos que alagarían este artículo, en un vínculo mutualista de verdad ambas especies son libres. Este no es el caso de ningún animal que convive con seres humanos porque ellos son nuestras propiedades (nuestros esclavos).

Con vistas al presente, los caballos y las especies análogas reciben una consideración moral muy variable dentro de la sociedad humana. Para unos son amigos incondicionales y para otros, meras herramientas de trabajo o necesarias para subsistir. A diferencia de lo que ocurre con otros animales domesticados, como perros y gatos, el hombre no suele mantener équidos con un propósito «bondadoso» que respete su valor intrínseco.

La mayoría los utilizan para explotarlos en una actividad que les genere recreación o lucro y, en definitiva, mantiene una relación de utilidad. En el pasado la utilidad era la guerra y el transporte; en la actualidad, es el entretenimiento y el lucro por actividades ecuestres asociadas al deporte o al turismo.

¡Derechos Animales ya! - Chica besa a un caballo de perfil en un establo
Pocas cosas son tan bellas en el mundo como el amor de un animal. Sin embargo, que exista un vínculo no justifica que nos aprovechamos de su fuerza y menor inteligencia para usarlos como simples instrumentos o recursos con que divertirmos a sus lomos.

Conclusión

Hasta ahora me he limitado a mostrar lo que gente acostumbra o no a ver y a sopesar. A muchos, por otra parte, se les despierta un sentimiento de interés e inseguridad por las practicas que realizan a diario y se preguntan si resulta ético montar a caballo. Para extraer conclusiones morales de este asunto debemos apelar al principio de igualdad.

La visible incomodidad de un caballo al llevar las bridas o sus lesiones provocadas por el sobreesfuerzo merecen consideración; sin embargo, ése no es el quid de la cuestión. Aun en el caso hipotético de que no existiera «maltrato» y de que no se provocase daños al animal, incluso así no sería ético montar a caballo o utilizarlos a éstos u otros animales con cualquier fin. El uso de un animal como instrumentos, recursos o herramienta es incompatible con su bienestar porque implica supeditar sus intereses inalienables frente a los intereses de su explotador.

Si afirmamos que otro individuo no debiera someternos a sus intereses, sería —y es— injusto e incoherente que justificáramos el someter a caballos y otros animales a los nuestros. Ellos tienen intereses inalienables que son para dichos individuos tan valiosos como para nosotros los nuestros.

Todos estamos capacitados para sentir y experimentar. ¿Por qué osamos a burlar los suyos en favor de nuestro egocentrismo? Los activistas por los Derechos Animales defendemos sus derechos porque sienten y padecen como nosotros.

A ninguno le gustaría que otro animal, por muy poco que pesase en comparación, se le aupara sobre las espaldas y le indicase adónde ir. Y eso sin mencionar aquellos festejos de dominación en que directamente se los agrede. Todos los animales tendemos a ser dueños de nuestras decisiones. Nos perjudica que otros coarten nuestra libertad.

Nuestro error fundamental no radica en tratarlos mejor o peor; sino en que nos creamos con legitimidad para regir sus vidas al mismo tiempo que propugnamos vigorosamente que nadie debiera gobernar la nuestra. El ser humano controla, somete y restringe su libertad, integridad y reproducción. Por tanto, sólo estamos una relación amo-esclavo como toda las demás formas de explotación animal.

Si realmente nos importan los caballos, hagamos acto de conciencia sobre las acciones propias y los hábitos inculcados desde la infancia, desechemos el especismo y abandonemos la ideología bienestarista.