argumentación

La educación animal y los aspectos éticos subyacentes

¡Derechos Animales ya! - Bulldog con cara de aburrido - La educación animal y los aspectos éticos subyacentes
La convivencia con animales puede ser difícil y compleja. La educación animal o su adiestramiento debería estar siempre encaminado en favorecer la comodidad y el bienestar del animal que vive en un entorno humano. No es justo que los sometamos a nuestros caprichos ni que los obliguemos a obedecer por simple sentimiento de superioridad.

La convivencia con animales debe ser respetuosa

En la actualidad estamos rodeados de animales domesticados, ya hablemos de la ciudad o del campo. Aquellas personas más concienciadas recogen —adoptan— animales que no pueden —legal o contextualmente— valerse por sí mismos para darles una vida mejor. Sin embargo, muchos humanos crían perros, gatos y a otros animales para fines antropocéntricos y acentúan, con ignorancia o conocimiento de causa, dos problemas gravísimos al que apenas hacen mención en los medios: el abandono de animales y la sobrepoblación animal por efecto antrópico de especies domesticadas en detrimento de las especies «salvajes».

A raíz de que no siempre la relación humano-animal es deseada o se desarrolla de una manera preconcebida, desde hace ya varias décadas pueden encontrarse en librerías y supermercados multitud de libros y revistas especializados en el adiestramiento de animales y su enseñanza, a menudo forzada, para que se adecúen a los intereses u preferencias de sus amos.

En estos manuales suele aparecer un humano en posición amenazante, señalando con el dedo índice a un can para indicarle 'yo mando'. También los hay con títulos bastante sugerentes como «doma rápida» o «entrenamiento seguro», si hablamos de caballos, con foto incluida de un hombre dándole cuerda a un caballo en un picadero o atalajando a uno. Con frecuencia, se trata de camuflar un interés personal bajo la excusa de la necesidad.

¡Derechos Animales ya! - Gato debajo de una manta
La educación animal debe ajustarse a las necesidades oportunas de una convivencia con animales. Debemos recordar que nuestra casa no es el hogar perfecto para perros, gatos y otros animales domesticados. Si nos importa su bien, debemos respetar sus vidas en la medida de lo posible, alimentarlos sin causar víctimas, dejar de criarlos, de participar en su explotación y de vulnerar su integridad.

La educación animal parte desde un enfoque antropocéntrico

En virtud de nuestra transmisión cultural, no hemos de extrañarnos de que nuestra especie se crea con legitimidad para dominar a otras a cualquier precio o para imponer unilateralmente sus condiciones. A los humanos, en términos generales, nos encanta el control y la dominancia sobre otros.

En ello se fundamentan las guerras que asolan el mundo, el terrorismo, los gobiernos dictatoriales y el triunfo del capitalismo; por destacar algunos ejemplos. Desde siempre hemos incumplido el principio de igualdad. Aunque una educación, en sentido estricto, puede «mejorar» la relación entre ambas partes si se practica con miramientos, resulta conveniente pararse a pensar y recordar que ésta ya parte desde un punto desequilibrado.

En nuestro entorno humanizado se requiere que los animales mantengan una actitud determinada o asuman una situación para evitar peligros (pj: correas) o que sufran un accidente. Esta descompensación aludida subyace en que la relación humano-animal siempre nace por menester del humano (obviemos contextos muy improbables, como la posibilidad de encontrarnos con un leopardo en la sabana africana) y, normalmente, éste lo hace con un fin propio, individual y egoísta; por especismo.

Debemos recordar que cualquier animal, si pudiera desde pequeño, optaría por eludir nuestra presencia y poder vivir con los demás miembros de su especie en libertad y sin vernos nuestras feas caras. Por tanto, una educación animal puede beneficiar al animal en cierto modo sólo y exclusivamente mientras nos hallemos en un ambiente humanizado y diferente al medio natural; nunca nos corresponderá tal potestad en ambientes «naturales».

Conclusión

Hemos alterado casi todos los hábitats ambientes conocidos y ya no hay vuelta atrás. Aquéllos que respetamos a los animales deseamos que no se siga con la destrucción de hábitats ni con el forzamiento al vasallaje, es decir, a convertir más especies animales salvajes (o casi) en especies domesticadas.

¿Habrá un futuro mejor para estas especies? No lo sabemos y yo, personalmente, no estoy muy esperanzado en esta dirección utópica a menos que la sociedad avance con pasos agigantados hacia el entendimiento de que todos los animales merecen respeto.

Este artículo fue actualizado el 22/01/2024

Adrián López Galera

Adrián López Galera

Grado en Biología. Máster en Estudios Lingüísticos, Literarios y Culturales. Amplia experiencia en Derechos Animales, Escritura Creativa y Administración de sistemas informáticos.