bienestarismo

La industria láctea y la esclavitud de las vacas lecheras

¡Derechos Animales ya! - La leche es sangre blanca - Industria láctea - Vacas lecheras
En la industria láctea, las vacas lecheras son meros objetos desechables. Son víctimas exprimidas hasta la última gota de leche.

Introducción

Los seres humanos asumimos, sin pensarlo, que las demás especies con quienes compartimos el planeta existen para servirnos y satisfacer nuestros intereses más triviales. Creemos, erróneamente, que somos los únicos seres con inteligencia y conciencia. Ello nos lleva a despreciar, a exterminar y a esclavizar a todos los demás animales por no pertenecer a nuestra especie.

A raíz de nuestra mentalidad especista, hemos domesticado a miles de especies animales. La domesticación, como se explica en otros artículos, es un proceso biológico complejo con que hemos esclavizado a otros individuos según sus rasgos en beneficio de nuestra especie.

Entre los millones de animales que hoy están domesticados y esclavizados, las vacas —bóvidos en sentido amplio— se llevan la peor parte junto con las aves y la industria del huevo. Esta afirmación responde a una interpretación cuantitativa de los datos registrados hasta la fecha.

Vacas, terneros y análogos viven en un ciclo perpetuo de manipulación, confinamiento y asesinato. En este artículo ahondaré en algunos aspectos reseñables de la industria láctea, la explotación de las vacas y los enfoques antropocéntricos que posponen e impiden el cese del perverso sistema de la esclavitud animal.

¡Derechos Animales! - Vacas lecheras conectadas ordeñadores automátizados - Industria láctea
La industria láctea utiliza toda clase métodos automatizados para extraer la leche de las vacas como si ellas fueran simples máquinas. ¿Aceptaríamos esto para hembras humanas? Se trata del vivo ejemplo de la máxima cosificación.

El ciclo de la industria láctea con las vacas lecheras

Las vacas son animales rumiantes, seleccionados desde hace miles de años, para distintos usos. Una de las explotaciones vacunas más comunes es la producción de leche. A las vacas seleccionadas con tal fin se las denomina vacas lecheras, un epíteto especista, como fruto de la cosificación sistemática que practicamos contra los animales.

Como ocurre en toda forma de ganadería, desde las granjas intensivas hasta las itinerantes, la industria láctea requiere la continua procreación de nuevos individuos —cosificados como «ejemplares»— para suplir una demanda humana basada en la costumbre y el engaño.

A pesar de que los seres humanos no necesitamos consumir lecheni ningún producto de origen animalpara vivir y estar perfectamente sanos, la publicidad y la presión social generan una inercia que desemboca en actos atroces y en una vida miserable para estos animales. No en vano, la industria láctea dedica millones en promover estudios que expongan la leche como la panacea del universo. Los mitos de la leche son parte de la publicidad.

El ciclo de las «vacas lecheras» comienza con la inseminación forzada de estas hembras para obligarlas a parir constantemente. Dicha fecundación puede producirse con un toro semental o, más frecuentemente, vía artificial con un catéter que un veterinario les introduce hasta el cuello uterino para fecundar sus óvulos.

Tras un largo embarazo, se las separa de sus crías a las pocas semanas mediante técnicas de coacción y se las vuelve a inseminar 2 o 3 meses después del parto. Mientras tanto, sus cuerpos siguen produciendo leche, una secreción que sus crías —algunas ya enviadas la matadero— nunca probarán de sus madres.

Para describirlo, citaré la traducción de un artículo titulado «Humane animal farming? Take a closer look»:

Algunas madres vacas intentan luchar contra sus agresores, otras tratan de proteger a sus bebés con sus propios cuerpos, algunas salen corriendo desesperadas detrás de los camiones, algunas lloran de tristeza, otras se retiran en silente angustia. Algunas siguen confiadamente a sus guardianes sólo para llegar a un establo vacío. Todas ruegan por sus bebés en un lenguaje que no requiere traducción: gritan, lloran, gimen. Muchas continúan llamando a sus bebés durante varios días y noches. Algunas dejan de comer y beber. Buscan con febrilidad. Muchas se niegan a darse por vencidas y vuelven una y otra vez al vacío lugar. Algunas se marchitan bajo un dolor silencioso.

Sus hijas son criadas de forma aislada para reemplazar a sus propias madres en la línea de producción. Algunos de sus hijos son asesinados de inmediato. Muchos otros son masacrados para convertirse en «carne de ternera» entre 4 y 6 meses después de haber sido separados de sus madres.

Cuando estos frágiles huérfanos son arrastrados por el suelo del matadero, aún siguen buscando a sus madres, desesperadamente necesitados aún de su cariño, en especial en ese momento oscuro en que están aterrorizados y necesitan más protección que nunca, en medio de terribles visiones y sonidos, y el olor a muerte a su alrededor, llegando muchos de ellos, en su desesperado deseo de una pizca de consuelo y protección, a intentar succionar los dedos de sus asesinos.

Este proceso se repite cada 18 meses aproximadamente hasta que, con una edad variable entre los 4 y 6 años, su producción de leche decae, y son enviadas al matadero junto con las vacas y otros bóvidos criados para la producción de carne. Durante sus cortas y miserables vidas, las «vacas lecheras» están sujetas a ciclos anuales de violación, embarazo, parto, secuestro y asesinato de sus hijos, antes de que se las considere improductivas y se las envíe a una muerte horrible.

¡Derechos Animales! - Vacas lecheras aparcadas en batería para ordeñarlas - Industria láctea
Como consecuencia directa de la cosificación más absoluta, a muchas vacas lecheras las aparcan en batería como si fueran vehículos para rentabilizar al máximo el uso del espacio. Aunque se las dejara sueltas, no por ello pasarían a ser libres.

La desvergüenza de las organizaciones animalistas y ecologistas respecto a la industria láctea

Ante este panorama tan desolador, alguien con un mero atisbo de ética buscaría abolir la esclavitud a la cual están sometidas las vacas lecheras y otros animales. Lejos de ello, las organizaciones animalistas y ecologistas dejan a las víctimas de lado para adoptar posturas antropocéntricas y bienestaristas.

Cuando se habla de la industria láctea, las organizaciones animalistas suelen lanzar campañas a favor del bienestar animal para que a las vacas las traten mejor mientras las marcan, inseminan y las separan de sus crías, o proponen nuevas maneras de «sacrificio» —grabadas, eso sí— para darles una muerte más rápida o, incluso, apoyan y promueven los mataderos móviles para descuartizarlas allí mismo junto al resto de sus congéneres.

Todo muy ético y coherente... escudado en la sempiterna falacia de que «el mundo no se hará vegano de la noche a la mañana». Se les olvida mencionar, por supuesto, que cuanto más tarde la sociedad en dejar de consumir lácteos y otros productos, más dinero pueden ganar vendiendo sellos de bienestar animal y haciendo pactos con la industria.

Esto ya lo hace incluso el propio gobierno de España con nuestros impuestos. Lo que queda claro es que, con tales reivindicaciones, la sociedad jamás comprenderá la injusticia fundamental ni las vacas dejarán de ser esclavas. No existe ningún bienestar compatible con la esclavitud. El bienestarismo supone una traición a los animales.

Las organizaciones ecologistas, por su parte, suelen lanzar reivindicaciones sobre el impacto ambiental por las emisiones de metano —propia de los rumiantes— o se aduce al ingente gasto de agua que implica el consumo de carne o lácteos. Sin embargo, se obvia siempre lo más importante: toda forma de explotación animal es injusta en sí misma porque ninguno de lo esclavos —las vacas y terneros en este caso— desea ser privado de sus intereses inalienables: vida, libertad e integridad.

¡Derechos Animales! - Hombre ordeñando a una vaca lechera
Un hombre africano ordeña a una vaca. A menudo se tiende a justificar o a romantizar la explotación animal ejercida por culturas minoritarias u oprimidas.

Conclusión

Como resultado de una economía insostenible, sumada a una sociedad antropocéntrica, muchos perciben la industria láctea como algo «malo» no porque ejerzan las acciones ya señaladas sobre vacas y terneros; sino porque dista de ser lo suficiente «natural» o «ecológica». Por ello, todavía se tiene una visión romántica de la esclavitud animal y se cree que bastaría con que el ser humano retornase a una ganadería extensiva y a un modelo similar al que todavía existe en África y Oriente.

Con la nueva publicidad ya visible en la televisión y otros medios, la industria actual busca limpiar su imagen tratando de «reconvertirse», en apariencia, a como era antes de mediados del siglo XX. Resulta tanto un fraude ético como inviable desde el punto de vista de la huella ecológica; pues el terreno necesario hoy sólo para las 10.000 millones de vacas esclavizadas que hay en el planeta requeriría el doble de la superficie total de la Tierra si todas se dejaran al «pastoreo».

La clave está en que todos los animales son legalmente esclavos de nuestra especie porque los humanos nos creemos ser los únicos animales con derecho a la vida, a la libertad y a la integridad. Aunque reciban un buen trato, todos los animales esclavizados padecen distintas injusticias a lo largo de sus vidas y terminan asesinados. Queda en nosotros ser conscientes de esta injusticia y dejar de participar en toda forma de explotación animal. Ése es el significado del veganismo.