La inseminación artificial y la eyaculación forzada en animales
La inseminación artificial en animales requiere una eyaculación forzada de los machos y la violación de las hembras a manos del ser humano
Toda forma de explotación animal vulnera los intereses inalienables (vida, libertad e integridad) de los animales. Así ocurre porque, para ejercer la explotación o uso que se desea hacer de ellos, el ser humano debe coaccionar y manipular a los animales. Una de las formas de manipulación más comunes en la explotación animal es la inseminación artificial de hembras y la eyaculación forzada de machos mediante técnicas de coacción.
Aunque no llame la atención por su escasa violencia explícita. La inseminación artificial en animales es similar a lo que los humanos entendemos por una violación porque se priva de libertad, se manipula a los individuos y se les practica una reproducción forzada. Consiste en la introducción artificial del semen de un macho, el cual ha sido seleccionado y forzado a ello, para lograr la fecundación de los óvulos de la hembra.
La inseminación artificial es una práctica habitual y común que se ha considerado necesaria desde los albores de la domesticación hasta la actualidad, tanto para continuar la selección de individuos con rasgos deseados como para incrementar la productividad de una explotación, al aumentar la tasa de fecundación y disminuir las molestias o gastos asociados al desplazamiento de los parentales o de las posibles reticencias naturales mostradas por éstos.
Existen diversas técnicas de recogida e introducción de semen dependiendo del animal considerado. En caballos, por ejemplo, se suele utilizar un potro de cubrición y en toros, la electroeyaculación.
Con frecuencia, ganaderos y veterinarios justifican la inseminación artificial en animales apelando a que ciertos machos, como los toros, son bastante violentos y lastiman a las hembras. Cabe recordar que los animales criados en ganaderías no expresan comportamientos naturales ni están en dichos centros por una razón altruista. Si a los ganaderos les importaran los animales, no los llevarían al matadero. Y si a los veterinarios les importaran los animales, no inseminarían animales por dinero.La inseminación de animales no tiene justificación veterinaria
Los animales, como nosotros, tienen un instinto sexual y pueden mostrar un gran apetito por copular libremente con miembros del sexo opuesto. Sin embargo, esto no significa que, en época de celo, las hembras deseen que la mano de un veterinario las insemine con un catéter, ni que a los machos les apetezca eyacular cuando los humanos lo determinan. La inseminación de animales en veterinaria se practica solamente por intereses humanos.
No es justo privar la libre elección de un animal ni coaccionarlo. Y, por supuesto, tampoco cabe justificar la manipulación humana que acontece cuando deja a determinados miembros sueltos para que se apareen entre sí. En un ambiente condicionado por el ser humano, no existen —o no se desarrollan correctamente— los comportamientos libres y naturales asociados al cortejo y a la reproducción.
Por todo ello, los activistas veganos deseamos recordar una vez más que toda forma de explotación animal es injusta y que conlleva muchas más implicaciones de las que la sociedad suele imaginarse a primera vista.
Si entendemos que los humanos no tenemos legitimidad para inseminar o fecundar forzosamente a mujeres de nuestra especie, ni a forzar a hombres para quitarles su semen, tampoco lo tenemos para hacerlo con las hembras de otras especies ni para forzar a los machos con el fin de extraer sus simientes. Un mundo sin explotación animal significa un mundo en donde los animales no sean esclavos de nuestros apetitos ni de nuestra conveniencia.