bienestarismo

Traicionamos a los animales

Derechos Animales ya - Una oveja come de la mano de un humano
Los animales confían en nosotros y en nuestra buena voluntad aun cuando sólo busquemos causarles daño y muerte. Cuando traicionamos a los animales ignoramos nuestra empatía natural y despreciamos la justicia elemental que merecen.

Introducción

Los animales sienten, padecen y tienen consciencia. Poseen intereses inalienables que son tan importantes para ellos como para nosotros los nuestros. La única diferencia crucial entre las demás especies animales y los seres humanos radica en el grado de cognición. El alto grado de cognición humana nos permite que, una vez alcanzada la edad adulta, podamos ser —potencialmente— agentes morales, es decir, seres con conciencia sobre sus actos.

La agencia moral es el rasgo que conlleva nuestra obligación de ser justos con los demás y de respetarlos como personas, lo cual incluye a los restantes animales con quienes compartimos el planeta. Los animales, como los niños humanos, son pacientes morales, es decir, merecen respeto pero no son plenamente conscientes de sus actos. En consecuencia, no pueden ser enjuiciados ni juzgados moral ni jurídicamente.

Esta diferencia radical ha desembocado a lo largo de la historia en las diferentes manifestaciones del dominio humano sobre los demás animales y la vulneración sistemática de sus intereses. Los explotamos y los esclavizamos utilizando un conjunto variopinto de herramientas y métodos, y no dudamos en aprovecharnos de ellos. A veces lo hacemos con plena conciencia de nuestros actos y, otras, siguiendo un mero prejuicio de supremacía.

Si en el seno de la sociedad humana comprendemos que no resulta justo atentar contra quienes se encuentran en una situación de vulnerabilidad, ¿por qué acaso encontramos correcta la explotación animal y las miles de formas en que atentamos contra sus vidas, libertad e integridad? ¿Por qué la sociedad ha normalizado la crianza, manipulación y exterminio sistemático de otros animales aun cuando ninguno de nosotros querría experimentar tales acciones ni las justificaría para sus semejantes?

Si hemos logrado vencer —al menos en buena parte— el racismo y el sexismo, ¿por qué no luchamos también contra el especismo mediante la educación para concienciar acerca de esta realidad?

Este artículo busca argumentar algunas de las razones de cómo y por qué traicionamos a los animales con el propósito de replanteemos nuestro modelo social. A lo largo del artículo se mencionan aspectos que trascienden el fin del mismo, los cuales señalo con el propósito de suscitar la reflexión individual o para enlazar a referencias externas relacionadas.

Derechos Animales ya - Un perro come de la mano de un humano - Traicionamos a los animales
Los animales no dudan en comer de nuestra mano e incluso en hacernos favores por bondad. No se trata de estupidez o servilismo, sino de una empatía genuina que en niños llamamos «inocencia». Traicionamos a los animales cuando, en lugar de darles algo, les arrebatamos sus vidas, libertad e integridad.

Los animales nos ven como sus iguales

Debido a la menor cognición media de los animales —aunque hay especies especialmente inteligentes—, junto con algunas características morfológicas humanas —bipedismo, dedo oponible, endotermia, etc.—, el ser humano ha conseguido expandirse desde la antigüedad y someter a las demás especies con las que ha ido entrando en contacto. A raíz de la utilidad, nuestros prejuicios discriminatorios y nuestra falta de reflexión ética, fuimos subyugando a los demás animales a la condición de esclavos. Sin embargo, no son conscientes de que son esclavos ni de que nosotros los cosificamos como meros objetos.

Los animales son conscientes de que hacemos cosas contra sus intereses: de que los privamos de libertad, de que les hacemos daño, de que los obligamos a trabajar, etc. Pero no pueden comprender el porqué de su situación. No pueden comprender por qué existen, por qué han nacido, por qué los han metido ahí ni por qué nosotros no los vemos como iguales aun cuando sí nos ven como sus iguales.

Esta afirmación de que los animales nos perciben como sus iguales podría malinterpretase; pues cabría argumentar que en todos los animales existen discriminaciones endogrupales y exogrupales como fruto de la selección natural. Eso es evidente y está bastante bien estudiado en etología. Dicha mención no va en ese sentido. Al afirmar que los animales nos ven como sus iguales pretendo señalar dos evidencias:

  1. Muchos animales no-humanos son potencialmente susceptibles de encariñarse y sentir apego a los seres humanos cuando éstos trata con ellos y los alimenta.
  2. Muchos animales, cuando nacen y se crían en un ambiente humanizado, no parecen mostrar prejuicios contra nosotros ni nos discriminan por ser de otra especie.

Un perro, un gato o un caballo y otros animales —salvajes o domesticadossaben que no somos iguales en un sentido físico o comportamental, pero no dudan en mostrarnos la misma consideración que tendrían con un congénere. Nos referimos, pues, a que nos ven como iguales en un sentido moral o protomoral.

Un ser humano, por su parte, también puede sentir y mostrar lo mismo hacia un animal de otra especie. No obstante, en nosotros existe un prejuicio supremacista que, o bien no existe tal cual, o no se manifiesta con la misma rotundidad en otros animales. Considero que todos los animales compartimos la capacidad de sentir empatía. La única diferencia real estaría en que la empatía de la mayor parte de la humanidad está anulada por efecto del especismo con que nos adoctrinan desde pequeños hasta perderla cuando va dirigida a miembros de otras especies.

Derechos Animales ya - Mujer acaricia a un caballo en los establos
A pesar de que los privemos de libertad, los animales no son conscientes de que su esclavitud —en el sentido de que no pueden comprender que son legalmente propiedades del ser humano—, ello los lleva, en muchas ocasiones, a la resignación y autosubyugación a los intereses de sus amos. Así logramos, por ejemplo, que se dejen montar o que den vueltas a un picadero con los ojos tapados. Un fenómeno similar —la autodespersonificación— ocurría también en esclavos humanos durante la esclavitud humana. Cuando traicionamos a los animales, traicionamos nuestra propia historia de los horrores cometidos por nuestros antepasados.

La vil traición

La empatía de los animales, unida a la acción continuada de tratarlos bien (alimentarlos, acariciarlos, cepillarlos, ayudarlos, protegerlos, arroparlos, etc), genera en ellos un sentimiento de amor y de confianza.

Tras los sentimientos de todos los animales —incluido el ser humano— se hallan involucrados una serie de factores bioquímicos. Aunque sería muy interesante y didáctico, no creo necesario entrar a explicar cómo se desarrolla fisiológicamente el mecanismo por el cual nos acostumbramos a la presencia de alguien, su compañía y contacto, prefiero omitirlo porque, quizás, daría lugar a una mayor descomprensión y cosificación de la que ya padecen los animales. Tal vez verse sobre este tema en un artículo futuro.

Volviendo al punto en cuestión, la presencia y buen trato de los humanos hace que se vuelven confiados y, a veces, dependientes. Este fenómeno tiene su lógica si nos imaginamos a los demás animales como niños pequeños. No son exactamente niños, en tanto que pueden y deberían valerse por sí solos; pero lo son en el sentido de que tienen una tendencia innata hacia la curiosidad, el juego, la protección, el amor fraternal y la confianza en la guía y manejo de a quienes estiman y consideran como sus «padres», «manada», «alfas», etc. Aludo estos términos para crear una representación de la realidad, no sucede, por supuesto, que un animal nos perciba de esa manera.

El hecho de que los animales confíen en nosotros se trueca en una sangrante sensación de miedo, terror, desconcierto, inseguridad y toda clase sufrimiento cuando nuestra especie los abandona, los vende, los separa de sus crías, los golpea, los envía al matadero —o trae un camión donde lo descuarticen— o incurre en cualquier acto deleznable contra sus personas. Dado que los animales nunca se esperan estas acciones por nuestra parte, debemos llamarlo «traición» y admitir que traicionamos a los animales. Decimos que traicionamos a los animales cuando no tenemos en cuenta sus sentimientos y emociones a la hora de ejercer acciones contra su voluntad y albedrío.

Lo más llamativo, si cabe, radica en que quienes hemos trabajado con animales maltratados llegamos a descubrir que, a pesar de las terribles calamidades que han sufrido, los animales sí saben distinguir entre seres humanos como individuos distintos y pueden volver a confiar en miembros de nuestra especie como cuando lo hacían antes de verse en aquella circunstancia. Sin dudas, a menudo nos superan en valores o virtudes como el perdón, la solidaridad y la autosuperación.

Derechos Animales ya - Un caballo le lleva heno a otro que está atado
El caballo de la izquierda posiblemente no comprenda por qué está atado —o tomado del ronzal— el caballo de la derecha, ni tampoco el caballo de la derecha comprenda por qué no lo han dejado suelto como al de la izquierda. Algo evidente, empero, es que ambos sujetos presentan empatía y quisieran ser libres de la dominación humana para poder satisfacer sus necesidades y deseos en libertad. Cuando traicionamos a los animales, traicionamos sus vidas en sí mismas.

Dejemos de traicionar a los animales

Si somos conscientes de nuestros actos y, al mismo tiempo, de la injusticia de tales acciones que perpetramos contra los animales, ¿por qué no dejamos de traicionarlos? El único modo de devolverles la empatía y los miramientos que sí tienen con nosotros reside en respetar sus intereses inalienables y en dejar de verlos como simples recursos para nuestros fines. Ése es el significado fundamental del veganismo y la base de los Derechos Animales.

Por desgracia, entre los mayores traidores actuales hacia los animales se encuentran las organizaciones animalistas, las cuales actúan como relaciones públicas de la industria de la explotación animal y crean sellos de bienestar animal con los que lucrarse mientras tranquilizan la conciencia de los consumidores y de aquellos que se preocupan realmente por los animales.

No habrá justicia posible mientras, cual seres sintientes, despreciemos sus intereses y sentimientos. No podrá haber justicia mientras traicionemos a los animales.