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Las yeguadas y la cría de caballos

¡Derechos Animales ya! - Tres caballos mirando a dos vacas desde su redil - Yeguadas
Las yeguadas son centros ganaderos dedicados a la cría de caballos para la obtención de carne o para su venta como monturas o animales de tiro. Los caballos y otros animales son legalmente esclavos y su esclavitud es, por diversas razones, análoga a la esclavitud humana y a muchas de las vivencias relatadas por los propios esclavos negros del siglo XIX. En la fotografía, tres potros frisones miran hacia dos vacas que están en otra parcela. Ellos son criados en una yeguada y ellas en una granja láctea. No existen los animales libres.

Las yeguadas son centros ganaderos que destrozan la vida de los caballos

La esclavitud animal engloba todo tipo de injusticias propias de cualquier sistema esclavista. El hecho de que nuestra especie tenga el poder para disponer de otros animales a su antojo genera situaciones tristes, vivencias traumáticas y prácticas aberrantes que, a veces, no somos capaces ni de imaginar.

El ser humano moderno se sobrecogería si pudiese ponerse por un instante en el lugar de las víctimas que causamos a diario y experimentar cómo destrozamos la vida de cada una de ellas. En esta entrada quisiera tomar como ejemplo las yeguadas y la explotación referida a la cría de caballos.

Las yeguadas son centros ganaderos delicado a la cría —o crianza— de caballos. La ganadería ecuestre —o caballar— presenta una serie de particularidades que las distinguen de otras más comunes y conocidas, como la ganadería vacuna, avícola o porcina.

Mientras que otros tipos de ganadería se centran únicamente en la reproducción y engorde de los animales hasta llevarlos al matadero, las yeguadas pueden ser dos tipos generales: dedicadas a la cría de caballos «de carne» (con rasgos seleccionados para engordar más rápido y obtener más kilos de carne) o dedicadas a la cría de caballos «de raza» (con rasgos seleccionados por el ser humano para servir como monturas o bestias de tiro).

El primer tipo de yeguada es igual, en esencia, a otras explotaciones ganaderas: se insemina a las hembras, se marca y separa a las crías, se los castra, se los engorda y se los asesina en un matadero. «Gracias» a las organizaciones animalistas y sus campañas bienestaristas, ahora también es posible que, en lugar de que padezcan el estrés de subir a un camión para llevarlos al matadero, el matadero venga a sus rediles. Si estos caballos pudieran hablar, seguro que expresarían muestras de «devoción». Resulta triste, pero esperable, que el cese parcial del transporte de animales vivos sea el mayor «logro» del movimiento animalista en 50 años.

El segundo tipo de yeguada realiza exactamente las mismas operaciones de control y manipulación. Sin embargo, en lugar de enviarlos a asesinar, aprovecha la utilidad potencial de los caballos para otros fines según su raza. De esta manera, estos centros ganaderos suelen domar y entrenar a estos esclavos para venderlos a un mejor precio. Y si en un futuro el propietario lo considera oportuno o sufren un accidente, ya tendrán tiempo de terminar en el matadero. Este modelo de yeguada son las más comunes y las que se esfuerzan por mejorar su publicidad sobre sus caballos y servicios ofrecidos.

Con independencia del fin, los caballos son meros objetos a los se reproduce, alimenta y encierra para obtener un beneficio a costa de sus intereses inalienables. La mayor parte de los caballos, como en otros animales, quedan aparcados o hacinados en cuadras reducidas o rediles más o menos densos.

¡Derechos Animales ya! - Caballos metidos en cuadras por la mañana
Aunque los propietarios de las yeguadas —o aquéllos que trabajan en la cría de caballos en general— puedan desarrollar un profundo aprecio por los animales que crían y cuidan, no han tomado consciencia de que su modelo de negocio consiste en traer animales al mundo para que sean tratados como simples objetos hasta terminar asesinados entre cuatro sucias paredes cuando ya no sirvan.

El cinismo de los propietarios nos recuerda al de los antiguos esclavistas

Las analogías entre la esclavitud humana y la esclavitud animal son apabullantes para cualquiera que se haya tomado la molestia de analizar la absoluta semejanza e igualdad existente en cuanto a condiciones y sucesos. Del mismo modo en que un esclavo negro en el siglo XIX estaba totalmente desamparado y sujeto a los caprichos de sus amos, los caballos de las yeguadas y otros animales esclavizados quedan a merced de un sinnúmero de acciones arbitrarias contra su voluntad, deseos y sentimientos.

Para que el lector pueda formarse una idea propia, quisiera relatar una serie de ejemplos reales que cualquiera, con buen ojo, puede entender y fijarse si visita las páginas webs de alguna yeguada o ve vídeos subidos por estos mismos centros ganaderos. En lo referido a la esclavitud animal no hay nada oculto, todo es perfectamente visible para quien quiera tomarse la molestia de conocer la realidad.

  • Linaje, pesos y medidas: Al igual que sucedía antaño con los esclavos negros, los caballos y otros animales esclavos son pesados y medidos por los propietarios para poder promocionarlos como productos de venta. Cuando uno revisa la información aportada por las yeguadas, puede ver una ficha con caballo en que se desglosa su parentesco, peso, conformación general, etc. Desde las antiguas civilizaciones, en los caballos se valora mucho si las proporciones están adecuadas al fin que se les espera: un perfil atlético y grácil para caballos destinados a carreras; patas anchas y ancas macizas para los caballos destinados al tiro, etc. De esta forma, el comprador potencial puede hacerse una idea de si el producto va acorde con sus intereses y deseos.
  • Confinamiento y separación de madres y crías: Las yeguadas de cría intensiva tienen a los caballos separados en cubículos según su sexo y edad. No sólo así resulta más práctico y eficiente; sino que los ganaderos, tan benévolos, argumentan que reduce el estrés por la separación con otros caballos en el momento de la venta. Esta situación resulta extremadamente similar a lo que se hacía con niños negros durante la esclavitud en América en nombre de un trato humanitario, algo que contó en primera persona Frederick Douglass. Este tipo de justificaciones respecto a «reducir el sufrimiento de los esclavos» podían encontrarse entre médicos del siglo XIX y hoy podemos todavía encontrarlas en manuales de veterinaria equina en pleno siglo XXI.
  • Entrenamientos y trabajos forzados: Antaño, a los esclavos humanos se los hacía salir a ejercer labores físicas y muy duras para beneficio de sus amos. De un modo equivalente, en las yeguadas se tiene un control milimetrado de las edades y momentos oportunos para ejercer la coacción y condicionamiento de tales animales para despojarlos de su voluntad, albedrío y generar una indefensión aprendida ante la violencia ejercida por los seres humanos. Esto se consigue mediante entrenamientos y aparejos que restringen su movimiento o capacidad sensitiva.
  • Orgullo ganadero: Si hace dos siglos existía un orgullo entre los esclavistas por tener cincuentas «cabezas negras» en una plantación de algodón, los propietarios de las yeguadas y de otros centros ganaderos suelen señalar con satisfacción que llevan generaciones dedicándose a la crianza y mejora genética —este término quizás lo hubieran empleado en el pasado si se hubieran descubierto antes los genes— de la raza que crían y comercializan. Por ello, no dudan en posar junto a sus ganados —esclavos—; sus antepasados lo hacían con un rifle y con una cadena en mano, y sus hijos lo hacen con una fusta y un esclavo aparejado.
  • Cosificación referencial: Además de la cosificación evidente por sus acciones y poses, un esclavista moderno coincide con un esclavista decimonónico en que habla de sus esclavos a granel: les pone nombre simbólicos que hacen referencia a su cultura —a los negros esclavos se los despojaba de sus nombres nativos— y se refiere a ellos siempre como objetos, herramientas, etc. Como se hacía con los esclavos humanos, los esclavos animales figuran denominados como «activos autoreplicantes».
  • Falta de empatía: El colmo del cinismo de los esclavista acontece cuando, a pesar del interés particular y arbitrariedad de sus acciones, suelen dar a entender que sienten lástima por el desapego cuando venden alguno de sus esclavos. Si antes del cese de la esclavitud en países occidentales hubiese existido cámaras en alta definición, hoy nos encontraríamos escenitas análogas a las vistas en cualquier vídeo de Youtube. A menudo, publican vídeos promocionales en que muestran a sus caballos en rediles amplios y desestercolados para la ocasión. Es tal cosificación, que ellos y sus compradores potenciales que no dudan en grabar cómo los sacan de estar tranquilos y en manada para aparejarlos, entrenarlos, coaccionarlos y someterlos a tortura psicológica con el argumento de desensibilizarlos a un entorno humano. También resulta fácil encontrar material audiovisual en donde el esclavista de turno presume de la calidad de sus ejemplares y aparece llevando de la cabezada a una yegua que van a inseminar —con semen frío metido en un tubo— para «hacer nuevos caballos» o en que aparece despidiéndose del animal y deseándole lo mejor, abrazado a él, porque lo han vendido ya nunca volverá a verlo. ¿También sonríen cuando marcan a sus ganados con un hierro candente? Este tipo de escenas son especialmente obscenas; pues la única víctima ahí es el animal que no volverá ver a su madre, a sus hermanos ni a sus amigos de la manada; así como los caballos de la yeguada que ya no volverá a estar a su vera. El ser humano se muestra tan egoísta y antropocéntrico que incluso quiere acaparar la atención como si fuera una víctima cuando es culpable y promotor absoluto del suceso mostrado.

Ejemplos de publicidad de yeguadas en internet y sus perversas acciones

No hay práctica ganadera que no resulte objetivamente horripilante cuando uno investiga en profundidad. En el caso que nos ocupa, es tal el cinismo y «buenismo ganadero» que los propietarios de las yeguadas pretenden transmitir a otros ganaderos y posibles compradores del mundillo ecuestre que, a menudo, rayan en actos estrambóticos y frivolizan hasta el extremo sus acciones injustas, e incluso aberrantes, tales como la separación de crías, el marcaje a fuego, la inseminación forzada y otras de sus prácticas habituales.

¡Derechos Animales ya! - Captura de «Friesian Horses» en donde se insemina a una yegua - Cría de caballos
Ganadera insemina a una yegua y lo publicita en un vídeo señalando que es la última oportunidad que les queda en el año para conseguir su embarazo. Esta yeguada publica un seguimiento de muchas de sus acciones diarias como si fuera un 'reality show' ganadero.

Ejemplo 1: Inseminación forzada

En la captura anterior, vemos cómo aparece la inseminación forzada de una yegua tal si fuera una misión de éxito. El suceso se presenta como romántico y privado mientras la ganadera introduce su mano en el ano para orientar la pistola de inseminación —un catéter con una jeringa acoplada— con el fin de forzar el nacimiento de un potro que será separado de su madre y vendido meses después.

¡Derechos Animales ya! - Captura de «Friesian Horses» en donde ganadera bebe leche de yegua
Ganadera ordeña y bebe la leche de una yegua a la que inseminó meses antes. Lo publicita señalando que sabe 'perfecta' y que está 'muy dulce'.

Ejemplo 2: Beber leche

Si el primer ejemplo era común y corriente, con este entramos en el terreno de otras acciones secundarias que no se realizan porque forme parte del negocio de la yeguada; sino, simplemente porque pueden, les encanta y les sirve para llamar la atención.

La cosificación animal llega hasta el punto de que una ganadera —que, en su caso, también es madre— bebe la leche de otra hembra a la cual ella misma ha forzado a tener una cría para así venderla. ¿Acaso le gustaría a este señora que alguien la inseminara a ella y vendieran sus bebés tal como se había también en humanos hasta hace no mucho?

Si algo debe caracterizar a un ganadero es su falta flagrante de empatía.

¡Derechos Animales ya! - Ganaderos se lamentan de que una yegua no se ha quedado embarazada
Semanas después, en el canal de Youtube de esta misma yeguada se entristecían de que la yegua no se había quedado embarazada. Ellos lo consideran una mala noticia porque han desperdiciado tiempo y dinero en vano. Para la yegua es una buena noticia que un potro suyo no vaya a ser vendido y esclavizado de por vida por estos cínicos.

Ejemplo 3: Confusión entre el interés de los animales y el propio

Otra muestra del cinismo ganadero se observa en que, ya sea por publicidad o por una visión deformada de la realidad, parecen confundir que un suceso sea «malo» para ellos con que lo sea para los animales.

Derechos Animales ya - Mujer acaricia a un caballo en los establos - Yeguadas y la cría de caballos - Centros ganaderos
Las yeguadas y otros centros ganaderos suelen heredarse de padres a hijos. La mujer que figura en la fotografía no ha comprendido que su amor hacia los caballos es cosificador. No los quiere ni los respeta como individuos; sino como objetos que le brinda compañía y recreación. El origen de la cosificación animal y del especismo radica en la inculcación de la supremacía humana desde la niñez.

Conclusión

La esclavitud animal vulnera los intereses inalienables de los animales esclavizados y es la consecuencia material de que los tengamos cosificados a ojos de la ética y de la ley. Como ya expusieron autores célebres, todas las acciones injustas y aberrantes son inherentes al régimen de la esclavitud e inevitables mientras ésta siga vigente. La humanidad debe comprender que los demás animales, como nosotros, sienten, padecen y quieren vivir sus vidas en paz.

Los propietarios de estos centros ganaderos, así como los compradores, no han comprendido los daños físicos y psicológicos que causan a los caballos y que no querrían para sí mismos. Nadie querría vivir media vida en una cuadra y la otra media vida en un picadero, en una pista de espectáculo, en terapias, en el monte o en la carretera para pasear a su amo o a algún turista o a una pareja de recién casados. Poco importa si se encuentran al aire libre o en «semilibertad» durante sus primeros años, su destino no cambiará.

En palabras de mi compañera veterinaria Mónica Manzanares, cuyo blog recomiendo, los dueños de yeguadas y otros partícipes en la explotación de animales «de granja» requieren desarrollar un callo en el cerebro tres veces más grande que el especista medio para ser capaz de vender y de mandar a matar a un animal que tú mismo has criado con tus manos.

Podemos —y debemos— vivir sin explotar, manipular, coaccionar ni perjudicar voluntariamente a ningún animales y de ningún modo. Ése —y no otro— es el significado del veganismo. En nuestra mano queda terminar con la esclavitud animal; la única global, vigente y aceptada en todo el mundo en pleno siglo XXI.

Este artículo fue actualizado el 22/01/2024

Adrián López Galera

Adrián López Galera

Grado en Biología. Máster en Estudios Lingüísticos, Literarios y Culturales. Amplia experiencia en Derechos Animales, Escritura Creativa y Administración de sistemas informáticos.