¿Tenemos el deber moral de ayudar a los animales?
Los humanos tenemos el deber moral de respetar a los animales
En nuestro contexto actual, se produce una fuerte bipolaridad entre la situación tangible y legal de los animales en nuestro mundo con el creciente deseo altruista y la convicción moral de quienes hemos dejado de participar en la explotación animal. Los veganos aspiramos a engendrar un mundo de justicia y libertad para todos los animales. Sin embargo, no basta con presentar una actitud humilde y proactiva si se carece de un marco racional con que enjuiciar la moralidad de los nuestras acciones para con los animales.
Debido a la dificultad y al escaso dominio social en lo referido a conceptos teóricos, en esta entrada quisiera facilitar la comprensión de nuestro deber moral en lo tocante a la ayuda, solidaridad u auxilio aplicado hacia los animales. ¿Tenemos acaso el deber moral de ayudar a los animales? ¿Tenemos el deber de rescatar animales abandonados, de salvarles la vida si se encuentran en peligro, de ayudarlos en la naturaleza o de intervenir entre sus acciones?
En primer lugar, no pudiera comenzar esta disertación sin recomendar la argumentación del filósofo Luis Tovar en su blog de Filosofía Vegana acerca de si es un deber ayudar a otros. Quisiera tomarla de referencia para exponer y reincidir en los conceptos fundamentales que él trata en su artículo con el fin de ofrecer algunos argumentos y matices propios sobre la misma.
Para entender cuándo es ético o virtuoso ayudar a los animales, primero debemos comprender que ninguno de ellos existe para servirnos ni tenemos legitimidad para usarlos como recursos. Estos peces koi quedan reducidos a meros objetos de decoración en un estanque japonés.¿Qué es un deber moral?
Como he señalado en otras entradas, los humanos tenemos el deber moral de respetar los intereses inalienables de los animales. Esto ocurre así porque un deber moral es una obligación racional y ética que se desprende de nuestra voluntariedad y responsabilidad ante nuestras acciones o sucesos desembocados por éstas. Es decir, tenemos el deber moral de hacernos cargo de las consecuencias, racionalmente argumentables, que se hayan generado a raíz de nuestros actos sobre otros individuos —o los elementos relacionados con la vida de tales sujetos— porque somos agentes morales (sujetos responsables de sus acciones).
Nuestra agencia moral nos permite entender las injusticias que padecen los animales y obrar en consecuencia. Sin embargo, no tenemos el deber moral de actuar en beneficio de los animales en aquellas situaciones en las que no exista una relación causal entre nuestras acciones y la realidad presente.
Establecer que ayudar a los animales es un deber moral significaría afirmar que tenemos la obligación de dedicar nuestras vidas al servicio de terceros. Esto no es racionalmente justificable en tanto que un sujeto siempre es un fin en sí mismo; no un medio para un fin.
Entonces, ¿dónde queda nuestra empatía y nuestro altruismo? ¿Es correcto o preferible ayudar a los animales ante las desgracias que sufren sin que ello sea un deber moral?
Atender y adoptar a los animales criados, coaccionados y torturados, ya fuere por la ganadería u otras formas de explotación animal, es una virtud. Las vacas y toros presentes en esta fotografía no están libres; son meros esclavos con una fecha de caducidad —crotal— colgada en las orejas.Ayudar a los animales puede ser una virtud
Aquellas acciones que realizamos por el bien de terceras personas, sin que exista una responsabilidad moral de realizarlas, se encuadran en lo que denominamos una virtud. Sin embargo, una acción sólo puede constituir una virtud cuando tales acciones no implican la explotación del individuo ayudado ni la de terceros.
La empatía y el altruismo no convierten una acción en ética aun cuando nuestras intenciones fueren buenas y genuinas. Por ejemplo, rescatar a un animal abandonado —per se— es una virtud; pues no hemos sido las causante de su existencia ni situación. No obstante, si al ayudar a ese animal obramos en detrimento de él mismo (p. ej. al beneficiarnos a su costa) o de terceros (p. ej. al alimentarlo con la muerte de otros animales), incurrimos de nuevo en acciones injustas de las que seríamos directamente responsables. Situaciones como éstas acontecen muy a menudo en el seno de una sociedad especista que privilegia y discrimina moralmente a unos animales respecto a otros.
Quizás, parte del origen de esta ayuda selectiva radique en que el altruismo está modulado por factores biológicos y culturales. De manera que, generalmente, se produce con fuerza cuando percibimos un peligro o necesidad extrema que afecta a un miembro de nuestra manada o especie, o a un individuo que consideramos —subjetivamente— más valioso que otros. Si bien, tanto los humanos como otros animales mostramos empatía y comportamientos altruistas hacia otras especies.
Un reto social está en derruir nuestro especismo y aplicar nuestra empatía y altruismo —modulados por la ética— sin discriminación por especie.
Los animales libres en la naturaleza, cuya existencia y coyuntura no dependa de nuestras acciones, no han de quedar bajo nuestro cuidado o tutela a menos que existan razones racionales para ello.¿Qué sucede con los animales libres en la naturaleza?
Para entender la moralidad de ayudar a animales libres en la naturaleza se vuelve necesario hacer hincapié en nuestra responsabilidad moral como individuos que obramos en sociedad. En muchas ocasiones, no queda bien clara la línea divisoria entre cuándo somos o no responsables de una situación o desgracia que padecen los animales.
Si regresamos al ejemplo del animal abandonado, resulta relativamente sencillo entender que se desprenden dos tipos de responsabilidad moral según si consideramos únicamente nuestras acciones o la suma de todas las acciones ejercidas por los agentes morales.
Atendiendo a las observaciones ya expresadas, a nivel de individuo no tenemos la obligación moral de rescatar a un animal abandonado o de salvar la vida de un animal libre en la naturaleza. Sin embargo, si consideramos que el conjunto de las acciones humanas afectan gravemente al medio ambiente en que viven los animales, podemos argumentar que sí tenemos la responsabilidad moral de que las acciones de nuestra sociedad no perjudiquen a los animales y de que sí ayuden a las víctimas que hemos causado.
Por ejemplo, cuando nuestros gobiernos o empresas realizan —o permiten— vertidos tóxicos, arrojan sustancias contaminantes o emiten toneladas de metano y de dióxido de carbono —responsables del cambio climático— sí cabe afirmar que nuestra sociedad tiene el deber moral de evitar tales acciones y de afrontar las consecuencias que éstas tienen para los animales. Por desgracia, en estos casos siempre existe y existirá una incertidumbre acerca de nuestro grado de responsabilidad moral. En un sentido general, podríamos asumir que nuestra sociedad tiene el deber moral de ayudar a los animales siempre que existan evidencias y hechos suficientes para demostrar la existencia de nuestra responsabilidad moral.
Por último, debemos recordar que siempre debemos tratar y considerar a los animales como individuos; nunca como «poblaciones» o «especies». Pues tratarlos como conjuntos puede desembocar con facilidad en una visión reduccionista y cosificadora hacia los animales. Los demás animales, en tanto que no son responsables moralmente de sus actos, no pueden ser enjuiciados por la ética. Esto implica, por ejemplo, que salvar a un animal que va a ser comido por otro no es un deber, aun cuando uno pueda sentir empatía hacia la víctima. En caso de que uno intervenga, dicha acción sólo puede justificarse como una respuesta innata de nuestra empatía; pero nunca como una acción moral o virtuosa.
Hay individuos humanos que, al percibir a los animales como si fueran meros objetos que sufren, no dudan en actuar o promover acciones sobre animales libres bajo el argumento de «hacerlo por su bien», sin considerar racionalmente si esta forma de ayuda causará alguna privación o dependencia posterior hacia el ser humano que termine por destruir la libertad y autonomía de tales animales.
Resulta imposible defender a los animales y sus derechos si la sociedad se mantiene ajena a aquellos conceptos básicos que determinan su situación moral y legal. No podrán desaparecer los zoológicos si primero no se asume que los animales no debieran ser legalmente objetos.Conclusión
En nuestra sociedad impera el antropocentrismo —sensu stricto— e ideologías derivadas del mismo, como el proteccionismo o el bienestarismo. Tales posturas desembocan en que algunos humanos nieguen su responsabilidad moral hacia los animales cuyas vidas perjudican o que, en un sentido inverso, asuma un deber inexistente que afecta negativamente a éstos o a otros animales.
Debemos distinguir entre obligación moral y virtud. Sólo tenemos el deber de ayudar a los animales —u a otros— cuando somos responsables de la situación que experimenta dicho animal. Ayudar a un animal es una virtud siempre que rijamos nuestras acciones para no vulnerar los intereses inalienables de éste ni de ningún otro.
En el caso de los animales libres en la naturaleza y expuestos a muy diversas circunstancias, nuestra sociedad tiene el deber moral de no perjudicarlos y de contrarrestar las consecuencias de nuestras acciones. Y, al igual que en el caso de animales domesticados o abandonados, es una virtud hacerlo siempre y cuando no perjudiquemos más sus vidas ni las de terceros. Obrar bien y con cabeza depende de nosotros.