Las espuelas se definen comúnmente como una rodaja de espigas metálicas terminadas en punta que, ajustada al talón de un calzado, se emplean para «picar» a la cabalgadura. En esta entrada voy a analizar brevemente los usos de este artilugio de tortura, las malconcepciones (falsas creencias) habidas acerca de su supuesta necesidad y simbolismo, y los efectos sobre el animal.
Índice
Usos
Las espuelas suelen emplearse, o incluso a veces vienen impuestas en ciertos campos, con el objetivo de obligar a dicha montura a que «respete» (obedezca) al jinete o se doblegue rápidamente a su voluntad. El «funcionamiento» resulta muy sencillo: dado que las ijadas y la zona alrededor de las caderas son una región corporal ultrasensible en los équidos, cualquier tipo de presión, ya sea mayor o menor, supone una notable molestia para el cuadrúpedo. Éste aprende, a través de una forma negativa y nada excusable al provenir de una autoproclamada especie inteligente, que sufrirá dolor si no responde a los deseos de quien lo cabalga.
Según exponen algunas encuestas realizadas en foros, aproximadamente el 50% de quienes utilizan este instrumento sólo lo hacen como estímulo («refuerzos positivos») y el 50% restante lo usa tanto para estimular como para castigar («refuerzos negativos»).
Personalmente, los conceptos de «refuerzos positivos» y «refuerzos negativos» me parecen grotescos, ridículos, eufemísticos y subjetivos. En términos humanos habría que hablar de «amenazas» y «castigos», respectivamente.
Malconcepciones
No pocos «expertos de la equitación» en no pocas escuelas aconsejan de uno u otro modo la utilización de espuelas. Aluden a que así el caballo responde mejor, que si se avanza más rápido en la doma, que si reunión con el animal, etc. Por una parte, algunos mencionan que no se recomiendan para jinetes novatos o recién iniciados; sino que son una especie de medalla, trofeo o signo de reconocimiento para aquéllos más experimentados: «las espuelas hay que ganárselas» [sic] (no explicado de esta manera tan nimiamente heroica, claro). Otros, por el contrario, enseñan desde primera hora a sus alumnos una «equitación» con espuelas.
¿Se justifica el empleo de espuelas? ¿Se requieren realmente para algo?
La respuesta es NO, un buen jinete sabe que bastan unos suaves toques con las pantorrillas para hacerse entender. Ningún proceso de la doma (entendida en un sentido utópicamente respetuoso: es antinatural de por sí que un animal obedezca a otro animal) precisa instrumento alguno que atente contra la integridad de los individuos. Ésta es simple y llanamente una herramienta de sometimiento; una vía engañosamente fácil de dominar a la «bestia».
Efectos
Empleadas con desafuero, las espuelas pueden causar contusiones, heridas y sarpullidos; cuanto más, un miedo terrible en el animal. En muchas ocasiones reciben espuelazos de jinetes desaprensivos sin ton ni son, lo cual provoca que estos ejemplares queden «inservibles» para los propósitos que las personas les han egoístamente encomendado.
Conclusión
Para ser justos debemos posicionarnos en contra de todas las disciplinas ecuestres y, en definitiva, de toda explotación caballar (animal en general): competición (hípica), crianza (yeguadas), monta, compra-venta (empresas, particulares)… Incluido asimismo los enganches y demás carruajes con finalidad exhibicionista, laboral, religiosa (romerías) u ociosa.
Tampoco debiera aceptarse desde un punto de vista ético acciones especistas tan asentadas y glamurosas como el hecho de pasear a caballo. Jamás resulta ético ninguna acción ni ningún arreo, guarnición o atalaje dispuesto para la explotación y el sufrimiento ajeno.
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