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¿Qué siente uno cuando se hace vegano?

¡Derechos Animales ya! - Chica con venda en los ojos por su propia melena - Qué siente uno cuando se hace vegano
Cuando uno se hace vegano siente que se ha quitado una venda de los ojos que le permite conocer y entender a los animales y las injusticias que padecen como nunca lo habíamos hecho hasta entonces.

Un resumen de qué siente uno cuando se hace vegano

A todos los veganos nos han preguntado alguna vez, por curiosidad genuina, qué se siente cuando nos hacemos veganos. Cada quien dio el paso hacia el veganismo a raíz de detonantes personales muy diversos. No obstante, casi todas las personas veganas solemos ponernos de acuerdo en algunos sentimientos encontrados.

En esta entrada quisiera contar de una manera muy resumida aquello que empezó a rondar por mi cabeza cuando comencé a asumir que debía cambiar mis acciones, hábitos y rutinas porque perjudican innecesariamente a los animales. En otro artículo me centro en plasmar y condenar aquellos testimonios sensacionalistas y manipuladores de supuestos veganos qué narran cuándo sufrieron en su paso al veganismo y cómo sus cuerpos les «agradecieron» volver a comer carne.

En resumidas cuentas, cuando uno se hace vegano siente como si se le hubiera caído una venda de los ojos. En cuanto tomamos conciencia de la realidad que padecen los animales y nos cuestionamos la ética de nuestras acciones, rápidamente percibimos cuán perversa y manipuladora puede llegar a ser nuestra sociedad.

Desde pequeños nos han adoctrinado para hacernos pensar que los animales sean seres inferiores que existen para servirnos. Esto provoca que, cuando somos adultos, no lleguemos a preguntarnos si aquello que estamos haciendo roza la barbarie y la más absoluta de las aberraciones.

¡Derechos Animales ya! - Esquema de visión cárnica de una vaca - Qué sentimos los veganos a hacernos veganos
Cuando uno se hace vegano se quita una venda de los ojos y deja de ver a los animales como seres inferiores u objetos que existan para servirnos. Una vaca no es un objeto cuyo cuerpo debamos trocear para satisfacer nuestra gula; es un sujeto que valora su vida y que desea vivir tanto como nosotros.

Ejemplos cotidianos que nos quitan la venda de los ojos

Cada día podemos extraer ejemplos de cómo nuestra sociedad percibe y cosifica a los animales con quienes compartimos el planeta.

A nuestro alrededor, la gente habla sobre lo bien que saben, supuestamente, los tejidos muertos de un animal —con aditivos añadidos que evitan su putrefacción— o las extremidades descuartizadas de un cerdo que han estado colgadas más de un año.

A nuestro alrededor, la gente habla sobre comprar o regalar animales de ciertas especies y razas para cumplir un capricho particular o ajeno. Comerciamos y mercadeamos con las vidas de los animales tal como fuesen simples objetos decorativos que tienen la función de suplir una carencia emocional o para ejercer algún tipo de terapia física o psicológica. Se llega hasta el punto deleznable de oír que tal o cual perra, gata o yegua está, casualmente, embarazada al tiempo que lo está la hablante. Qué alegría debería sentir la hembra en cuestión si supiera que jamás volverá a ver a su cría. ¿De verdad no cabe esto en la cabeza de una madre humana?

A nuestro alrededor, la gente disfruta yendo a zoológicos y acuarios sin plantearse que están financiando el encierro y la captura de animales que quisieran vivir en libertad. O yendo de caza o pesca para ensartar animales con una bala o alguna herramienta más rudimentaria.

A nuestro alrededor, la gente se regodea con fiestas nacionales o castizas en que se les da muerte a un toro —o a cualquier otro animal usado como sacrifico ritual— mientras se explota a otros tantos animales para la carga y el transporte de seres humanos gordos y perezosos que van peregrinando con la supuesta intención de venerar a una figura religiosa que les dicta ser mejores con sus semejantes...

A nuestro alrededor, la gente habla sobre celebrar vacaciones en un país extranjero para montar sobre un camello, un elefante o hacer un safari entre leones confinados y otras especies animales que, casualmente, están en peligro de extinción por razones «no relacionadas» con la ganadería y su desprecio hacia la vida y la libertad de los animales.

En definitiva, cuando uno da el paso hacia el veganismo se percata de que todo nuestro mundo es horrible y de que muchos humanos se quejan de que es horrible mientras es su mentalidad egoísta, colectivista, ególatra y narcisista la que lo convierte en un mundo atroz.

Los animales son legalmente esclavos y no deberían serlo. Queda en nosotros, los veganos, ser el futuro de la sociedad. Unámonos para cambiar el mundo.

Este artículo fue actualizado el 22/01/2024

Adrián López Galera

Adrián López Galera

Grado en Biología. Máster en Estudios Lingüísticos, Literarios y Culturales. Amplia experiencia en Derechos Animales, Escritura Creativa y Administración de sistemas informáticos.