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La caza furtiva, la biodiversidad y la contradicción de los ecologistas

¡Derechos Animales ya! - La caza furtiva, la biodiversidad y la contradicción de los ecologistas
La caza furtiva no es diferente de la caza legal. Ambas formas de explotación animal conducen hacia la muerte y exterminio de animales por placer o intereses económicos. A menudo, los ecologistas justifican la caza para proteger la biodiversidad y presentan una postura contradictoria respecto al asesinato como medio para la conservación de especies animales.

La caza furtiva no es diferente de la caza legal

Los veganos nos oponemos a toda forma de explotación animal (uso de los animales como recursos), tanto si dicha explotación es legal o ilegal. Muchas acciones que hoy están condenadas universalmente por los Derechos Humanos fueron aceptables en momentos pasados de nuestra historia reciente.

La legalidad sólo establece qué está permitido, no aquello que sea justo, lógico o coherente. En esta publicación quisiera hablar sobre la caza furtiva, la biodiversidad y la contradicción de los ecologistas cuando justifican la caza para proteger la biodiversidad o lograr la conservación de especies animales.

La caza furtiva consiste en la captura y asesinado ilegal de animales. Nuestra sociedad considera que ciertas capturas y asesinatos de animales son ilegales, en algún lugar o época del año, por razones antropocéntricas.

Puesto que no existe ninguna diferencia ética entre matar a un humano en enero o hacerlo en agosto, tampoco existe ninguna diferencia ética entre asesinar animales cuando están o no en época de cría. Las leyes prohíben determinadas prácticas, como la de cazar en la estación reproductora de estas especies, con el único objetivo de asegurarse de que nace suficiente animales que poder asesinar al año siguiente.

Ante esta doble vara de medir, nos encontramos situaciones muy contradictorias en el seno del ecologismo especista. Cada dos por tres, las grandes organizaciones ecologistas lanzan campañas para perseguir la caza furtiva y se vuelve viral alguna noticia sobre animales en peligro de extinción (como los rinocerontes u otros más desconocidos).

Lejos de proteger o promover el respeto hacia los animales, estos mensajes antropocéntricos sólo le transmiten a la sociedad que los animales importan según su especie, según cuantía poblacional y según el momento y lugar donde se les quite la vida.

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Quedan ya muy pocos miles de animales con relativa libertad. Ningún animal es libre porque todos están catalogados como propiedades humanas. Los ecologistas, debido al especismo inculcado desde la infancia, aspiran a preservar la biodiversidad mientras cosifican a los animales como meros elementos del paisaje. La caza legal no es más justa que la caza furtiva.

La biodiversidad, el ecologismo especista y el argumento de la caza sostenible para proteger la biodiversidad

La sociedad general se echa las manos a la cabeza cuando se habla de que una especie se ha extinguido o de que está en peligro de extinción. A pesar de que, quizás, la mayoría de la humanidad no se lo plantee, tal reacción no está motivada por un sentimiento genuino de empatía; sino por la consideración antropocéntrica de que una especie extinta significa una especie menos que poder contemplar en un zoológico, un acuario, un delfinario, un circo, con la que poder experimentar o que poder explotar de cualquier otra forma. El ser humano, en la práctica, sólo contempla la existencia de los animales como domesticados o exterminados.

El ecologismo especista está obsesionado con la biodiversidad porque considera que los animales son meros objetos o elementos del paisaje que debemos conservar por el bien de nuestros propios intereses. Irónicamente, los ecologistas se lamentan de la pérdida gradual de especies, motivada en gran parte por la caza furtiva, aun cuando mantienen la misma mentalidad que origina tales hechos y promueven la perpetuación del asesinato masivo de animales, mientras sea legal, allá dondequiera que se estime oportuno.

A menudo, condenan la caza furtiva de especies en peligro de extinción o muy vulnerables en sus hábitats naturales, como leones, tigres de Bengala, lobos, etc. Sin embargo, no sólo ningunean por completo la caza de aquellos animales que no estén en esta situación, sino que, para colmo, proponen y promueven una «caza sostenible» de aquellos animales en un buen estado poblacional como modelo de negocio, institucional o privado, que favorezcan la continuidad de tales especies y que, por tanto, garantice la conservación de la biodiversidad.

Esta inmoralidad podría refutarse mediante un símil sencillo. La población humana está causando graves estragos a la biodiversidad. Por tanto, si recurriéramos al mismo criterio escogido para justificar el asesinato sistemático de animales bajo el epíteto de «caza sostenible», podríamos excusar también el asesinato sistemático de humanos salvarlos potencialmente de nuestra propia sobrepoblación.

No obstante, como bien sabemos en sociedad, nada justifica el asesinato de inocentes. Los desequilibrios en el medio natural son un producto de la acción humana. Incluso obviando el asunto ético, los ecologistas especistas parecen olvidar que ninguna caza puede reequilibrar un medio desequilibrado por nuestra culpa.

La caza, sobre todo cuando se plantea sobre especies «invasoras», convierten a los animales perseguidos y cazados en una suerte de víctima sacrificial —como una ofrenda a los dioses— sobre quien recae la culpa de nuestra pésima gestión ambiental.

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El valor de un animal no depende de si las leyes permite o no su caza ni tampoco de si existen más o menos individuos semejantes a él.

Conclusión

Si entendemos que asesinar a un animal está mal porque vulnera sus intereses inalienables (vida, libertad e integridad), condenar la caza furtiva (ilegal) sería como condenar sólo una violación si se produce en contra de la ley vigente. Al igual que la sociedad comprende que en determinados países existen leyes injustas y aberrantes, debemos entender que no hay nada ético en la caza, sea o no furtiva

Esta misma contradicción de los ecologistas los lleva a defender la caza legal y el exterminio de aquellos animales que consideran «plagas» o «especies invasoras»; pues la biodiversidad no les agrada si no responde a la aquella biodiversidad considerada como «natural» debido a la fusión entre un prejuicio especista y uno fijista. La vida salvaje está condenada por aquellos que afirman defenderla.

Una sociedad a la que les importe los animales podría, al menos, invertir tiempo en buscar vías de volver a «permitir» que los ecosistemas fluyan por sí solos. Sin embargo, es imposible esperar que la naturaleza vuelva a su cauce si consideramos a sus miembros como simples objetos o propiedades con los que podamos hacer cuanto queramos. Sin el veganismo, el ecologismo carece de sentido; pues no puede haber protección legal para el medio si los individuos que lo habitan no los poseen.

Por todo ello, los activistas veganos condenamos tanto la caza furtiva como la caza legal y toda forma de explotación animal en reconocimiento de que todos los animales sienten, padecen y de que merecen respeto como individuos, al margen de su especie, utilidad, cuantía poblacional o de cómo afecte a otros seres vivos como consecuencia de nuestras acciones sobre el medio ambiente. Si también te importan todos los animales, hazte vegano y actúa en consecuencia.