El cerdo ibérico y la obsesión por el jamón

¡Derechos Animales ya! - La obsesión por el jamón
El cerdo ibérico es una raza seleccionada de jabalí que se explota para la elaboración de jamones. En España existe una obsesión por el jamón que desprecia y ningunea la vida de los cerdos y de otros animales.

Introducción

Algo que siempre me ha llamado la atención de España, aun siendo español desde mi nacimiento, es la aparente obsesión por el jamón que muestra la sociedad española. En este artículo quisiera reflexionar sobre cómo y por qué en España el jamón —la pata de un cerdo ibérico cortada y curada— se considera un manjar y una especie de símbolo nacional o «marca España».

No hay bar en España en que uno no pueda toparse con una pata de cerdo ibérico a medio cortar ni casi tampoco ninguna conversación diaria en que alguien, ya sea en el entorno familiar, en la universidad o en el trabajo, hable sobre comer jamón, comprar un jamón, probar un jamón, querer un jamón cortado en lonchas, desear un bocadillo de jamón, decir que su comida favorita es el jamón o babear mientas piensa en un jamón.

La obsesión por el jamón llega hasta el punto de que en el mercado se crean toda clase de productos que buscan imitar su sabor. ¿Patatas fritas con sabor a jamón? ¿Chicles con sabor a jamón? Creo haberlo visto casi todo.

Yo, antes siquiera de ser vegano, ya me dejaba anonadado la obsesión que exhibe nuestra la sociedad española por los músculos y otros tejidos grasos de un pobre animal degollado. No se trata de que a los veganos «no nos guste la carne», como se suele aducir con extraordinaria simpleza; sino que nos planteamos cómo y por qué el ser humano empezó a percibir a los animales y las partes de sus cuerpos como comida. Y más incluso, como algo siquiera apetecible.

Como fruto de nuestra mentalidad supremacista, especista y cosificadora hacia los animales, no cabe sorprenderse de que cualquier apetito, por muy trivial o aberrante que fuere, se reciba con gran júbilo y justificación. Ciertas formas de explotación animal, como la caza o la tauromaquia, se han perpetuado como rituales de dominación humana. Y otras tantas, como la equitación o los propios zoológicos, siguen existiendo hasta nuestros días como símbolo de nobleza feudal o del poder humano sobre la naturaleza.

En lo tocante a los cerdos, estos animales fueron domesticados —esclavizados— hace miles de años junto con otros animales calificados como «ganado». Si bien, el caso del cerdo es peculiar porque su nivel trófico es algo más elevado al de los herbívoros estrictos y se sitúa próximo al de los humanos. Para ahondar en la biología y evolución del cerdo recomiendo un ensayo del activista Igor Sanz.

¡Derechos Animales ya! - Jamones sobre tablas de cortar
Un jamón es el resultado de descuartizar y desecar las extremidades de un cerdo ibérico para ingerir sus fibras musculares y grasas retenidas en sus tejidos corporales. Se produce una obsesión por el jamón cuando se anhelan o sobrevaloran sus valores nutricionales o gustativos.

El jamón como ejemplo de cosificación animal extrema

Los cerdos han sido, históricamente, uno de los animales en que el ser humano ha sabido explotar cada centímetro de su cuerpo: carne, grasas, vísceras, pezuñas, etc. Otros animales, como el caballo, se han aprovechado más en cuanto a usos potenciales (carne, leche, transporte, vacunas, piel) que en lo referido a la disección de sus órganos.

En las culturas occidentales, el cerdo ha recibido una consideración social muy peculiar. Por un lado, salvo entre musulmanes, su aprovechamiento se considera útil y valioso como el de cualquier ganado. Por otro, cuando el ser humano se fijó prontamente en los hábitos y las costumbres «poco agradables» de los cerdos, ejerció una cosificación asociada al modo de vida de estos animales. Este fenómeno desembocó en los usos especistas del lenguaje referidos al cerdo —insultos y demás— y el asesinato de cerdos —sacrificio— como recreación de la violencia que merecería un ser humano detestado.

El islam fue más allá de la cosificación alimenticia y tomó el cerdo como punto de partida para establecer una limitación o tabú religioso con la finalidad de impulsar una separación moral entre los creyentes musulmanes y otras «gentes del libro».

¡Derechos Animales ya! - Dehesa de cerdo ibérico en Extremadura
Los animales no son libres. Que estos cerdos ibéricos estén sueltos en una dehesa no significa que estén libres del dominio humano ni que el buen trato recibido justifique su posterior asesinato en un matadero.

La obsesión por el jamón reflejan que el sabor y el dinero están por encima de la vida y de la verdad

De entre todos los órganos arrancados al cerdo tras su muerte —y que lo llevan a ser criado y asesinado previamente— destacan sus extremidades. En concreto, las dos patas traseras reciben el nombre de «jamón». Desde los pueblos prerrománicos ya existía el conocimiento y el afán por desecar las extremidades del cerdo para luego comerlas a tiras.

Hasta la actualidad, el jamón es un recurso alimenticio muy propio de España. Entre las razones de esta obsesión por el jamón se encuentran su sabor intenso y bastante diferente al de otras carnes sin requerimiento de especias, su alta conservación relativa y la retroalimentación social entre estas particularidades y el valor etnocéntrico de que España haya desarrollado, desde antaño, un comercio interno muy lucrativo.

Por una mera cuestión económica, los ganaderos de cerdo ibérico buscan resaltar la «denominación de origen del jamón», similar en intenciones al de los sellos de «bienestar animal» o, en sentido amplio, al de conceptos como «patrimonio gastronómico, cultural o de la humanidad». Todas estas etiquetas tienen una función manifiesta: incrementar ventas al aportar un supuesto valor añadido o exclusivo al producto.

Irónicamente, el jamón es relativamente insalubre por su enorme cantidad de grasas saturadas y su nula presencia de vitaminas. Algo que se puso de manifiesto hace poco mediante los sellos de NutriScore, los cuales suspendían al jamón, el chorizo y todos aquellos productos derivados del cerdo.

Estos hechos recientes suponen una afrenta a los intereses ganaderos de España. Y, tal como marcan los cánones de España, los ganaderos de nuestro país se dispusieran a presionar al Gobierno y a manipular la opinión pública con el fin de saltarse la normativa europea y que los sellos de NutriScore no aparecieran sobre el jamón, so pena de que los consumidores —masa social inercial— pudieran fijarse —mientras sostuvieran el móvil con la otra mano para mirar el Whatsapp— y llegar a pensar que quizás su obsesión por el jamón es meramente cultural y no algo necesario ni sano.

En este sentido, los medios propagandísticos al servicio de la industria ganadera, tales como el canal Bussi, tratan de ejercer un control de daños afirmando que el jamón contiene grasa sana y alardeando de que el consumo medio por persona en España es de 4 kg y medio al año. Como ocurre con otras medias verdades, hay miles de españoles que seguramente comen más.

Para desgracia de los productores del cerdo ibérico, el Gobierno no cede (casi siempre) ante estos chantajes procedentes del consorcio ganadero.

¡Derechos Animales ya! - Cerdos ibéricos en una ganadería
La ganadería del cerdo ibérico comparte su base con la crianza, manipulación y violencia ejercida en granjas contra otros animales domesticados.

Conclusión

Los cerdos han sido uno de los animales más violentados y vilipendiados, a partes iguales, en la historia de la humanidad. En la Península Ibérica ha existido desde los pueblos prerromanos la crianza del cerdo ibérico y una obsesión por el jamón mantenida por prejuicios e intereses económicos.

Los animales, como nosotros, poseen sus propios intereses inalienables que debemos respetar. La tradición o la cultura no establecen criterios de corrección moral ni un argumento válido para justificar acciones injustas y evitables. Se da la paradoja de que la sociedad aspira a ser compasiva con los animales mientras no tiene la menor intención de evitar las acciones frívolas e innecesarias que practicamos contra ellos. Cada dos por tres salen noticias sobre el maltrato animal en que los consumidores exigen medidas que los ayude a calmar sus propias conciencias.

La mayor parte de la ciudadanía española se llena la boca a diario con apelaciones al progreso o la justicia social mientras, al minuto siguiente, habla sobre cuánto le gusta el jamón o quisiera comprar uno por Navidad. Dice mucho de España, como nación, que sigamos anclados a percepciones y a modos de vida primitivos en que el mero placer gustativo está por encima de nuestra salud y, ante todo, de la vida de terceros.