¿Qué es el bienestarismo? 6 razones para dejar de ser bienestaristas
Introducción
Hablar sobre los animales, sus capacidades y defender sus derechos se vuelve complicadísimo sin no ahondamos previamente en conceptos, posturas y visiones humanas sobre ellos. Este ensayo aspira a completar la información, ya presentada y pormenorizadamente en otros artículos esenciales, respecto a la realidad de los animales y el enfoque social hacia la problemática animalista. Sin un orden en particular, destaco los siguientes:
- El principio de igualdad hacia los animales.
- ¿Qué es el veganismo?
- ¿Qué es la explotación animal? ¿Por qué es injusta?
- La ganadería y las prácticas ganaderas.
- La domesticación, la selección artificial y sus efectos.
- El darwinismo social o la ley del más fuerte.
- El abuso contra los débiles, la rata Wistar y la racionalización del poder.
- La eutanasia, la cosificación animal y el triste ejemplo de WikiHow.
En esta entrada me centraré en el bienestarismo y trataré de ponerlo en evidencia como cáncer del movimiento animalista y razón principal de que, en pleno siglo XXI, los animales sigan careciendo de derechos legales reconocidos. Mi objetivo aquí es sintetizar y ahondar en todo lo concerniente con el bienestarismo, sus causas y efectos.
Expondré ejemplos, ya tratados en artículos previos enlazados, de por qué las organizaciones animalistas de corte bienestarista quieren evitar que los animalistas se interesen por los Derechos Animales al engañarlos con que enfocarse en el «maltrato animal» resulta básico o prioritario, a la par que actúan como relaciones públicas de la industria de la explotación animal.
Vaca esclavizada en un redil con el número 93 en un crotal de su oreja. Los animales esclavizados como ganado son coaccionados y violentados sistemáticamente hasta terminar en el matadero.¿Qué es el bienestarismo?
De manera sucinta, el bienestarismo se define como la doctrina, creencia o postura de que el ser humano debe evitar o reducir el sufrimiento de los animales durante su manejo y gestión. Esto incluye cualquier acción humana hacia los animales, ya sean salvajes o estén esclavizados, con cualquier fin o por cualquier razón. En un sentido histórico, consiste en la aplicación de la filosofía del utilitarismo moral hacia el estado o la situación moral y legal de los animales.
Más del 90% de quienes se denominan «animalistas» son, en realidad, bienestaristas en el sentido estricto del término. Ellos piensan, erróneamente, que se preocupan por todo aquello que concierne a los animales. En un sentido semántico, un bienestarista se preocupa sólo y exclusivamente por el bienestar y el sufrimiento de los animales en la medida en que su estado o situación les afecta personalmente.
Un bienestarista *no* defiende que un animal deba tener derecho a la vida, a la integridad física o a la libertad. Este matiz resulta trascendental para entender la diferencia entre el bienestarismo —utilitarismo aplicado a animales— y el veganismo. Asimismo, se vuelve esencial para entender por qué mucha gente, autodenominada animalista, condena determinadas formas de explotación animal, pero avala otras según el trato que recibe el animal o el beneficio que obtiene el ser humano.
Lejos de ser una postura loable, el hecho de que los bienestaristas se centren únicamente en el trato y en las condiciones en que viven los animales impide ejercer los cambios legislativos necesarios para que puedan recibir protección legal como sujetos de derecho.
Todo esto pudiera sonar paradójico al principio; pero no lo es si estudiamos el origen y los argumentos del bienestarismo.
Fotografía de Jeremy Bentham, autor del bienestarismo.El origen y los argumentos del bienestarismo
Qué mejor que recurrir a un autor versado en filosofía y en el origen del movimiento animalista para explicar por qué el bienestarismo, de base, no aspira ni puede defender a los animales de las acciones que la humanidad comete contra ellos. El activista Luis Tovar expone brillantemente lo siguiente (adaptación a partir de varios ensayos):
El bienestarismo se trata de una doctrina que reconoce el interés genuino de otros animales por evitar el sufrimiento y que debemos considerar dicho interés al mismo nivel (más o menos) que el interés en no sufrir de los humanos. Ambos nacen del pensamiento de Jeremy Bentham, en la segunda mitad del siglo XVIII, quien pasa por ser el primer pensador que atribuyó un valor intrínseco a los intereses de los otros animales que no dependía de su relación con los intereses humanos.
La mayoría de los humanos medianamente interesados por tales víctimas y las organizaciones animalistas simplemente abogan por métodos para evitar o reducir el sufrimiento. Su postura parte del prejuicio moral de creer que a los demás animales solamente les importa el dolor y el sufrimiento. Y si sólo se basan en el sufrimiento (y no en otros intereses como la libertad o la vida) entonces pretenden buscar formas de causar menos sufrimiento. Sin embargo, el sufrimiento no es la cuestión.
Hablar de sufrimiento sólo sirve para que haya leyes que intente reducir o evitar ese sufrimiento; pero que sigan legitimando la explotación (el uso) de animales no humanos. Hablar de sufrimiento únicamente sirve para que la sociedad ignore que los demás animales tienen otros intereses aparte de evitar un dolor innecesario. Hablar sólo de sufrimiento sólo consigue al final perpetuar y causar más sufrimiento.
Por tanto, el sufrimiento no es la cuestión. La cuestión radica en la sintiencia (la capacidad de sentir). El dolor es sólo una sensación (un medio para la supervivencia), entre otras muchas, y una parte de la totalidad de la sintiencia. Sentir significa que experimentamos sensaciones y tenemos intereses.
El fundamento reside en que estamos utilizando a seres sintientes como recursos para nuestro beneficio sometidos a la condición de propiedad. La base del problema subyace en que hemos esclavizado a otros animales aprovechándonos de que podemos ejercer ese poder sobre ellos y alegando la excusa de que no son humanos. La raíz de todo deriva del especismo.
Desde la década de los 70, el bienestarismo cobró auge y se apoderó —aún más— del movimiento animalista por medio del autor Peter Singer y de una larguísima ristra de otros autores utilitaristas y esotéricos que han continuado su trabajo hasta entonces.
Para Peter Singer, máximo exponente del animalismo internacional, el deber máximo de la humanidad debería criar y explotar animales «con compasión» y «sacrificarlos sin sufrimiento» en «granjas familiares» y «ecológicas».
Dada la retroalimentación existente entre los argumentos bienestaristas y los prejuicios antropocéntricos existentes en sociedad, cualquiera de estos autores es más conocido en el ámbito académico y divulgativo que otros pensadores, infinitamente más serios y coherentes, como Tom Regan o Gary Francione.
Viñeta satírica, entre miles ya existentes, que parodia la hipocresía y contradicción de los animalistas.Diferencias entre animalistas (bienestaristas) y veganos
En ensayos anteriores, he pormenorizado la distinción entre conceptos fundamentales de Ética y Derecho en el campo animalista. El animalismo, justo al contrario de como muchos se empecinan en ver y promover, no es un movimiento unitario. De hecho, el movimiento animalista está conformado por tres movimientos cuyas propuestas y acciones parten desde bases éticas absolutamente incompatibles en premisas y objetivos.
A menudo, los animalistas ignorantes o de mala fe acusan a los veganos de que no nos importan los animales cuando nos oponemos a participar en recogidas de firmas o en manifestaciones bienestaristas. No se trata de que a un vegano no le importe el bienestar o el sufrimiento de los animales —¡por supuesto que sí!—; sino de que a un vegano le importan *todos* los intereses inalienables de los animales, no solamente si sufre más o sufre menos cuando el ser humano lo cría, explota y asesina.
Los bienestaristas, ciegamente, creen que cualquier muestra de rechazo hacia la industria o las leyes sirve y que todo animalista debería participar, sin considerar siquiera qué se pide y qué efectos tendrá. Así ocurre porque carecen de una visión global e histórica de aquello que promueven.
Puesto que a los veganos nos importan todos los animales —su vida, libertad e integridad—, carece de sentido y de coherencia que participemos en acciones bienestaristas tales como promover mataderos que coloquen cámaras de vigilancia o que asesinen más rápido a los animales, granjas avícolas con jaulas más grandes, zoológicos con animales mejor alimentados, acuarios que contengan peces pero no cetáceos, que puedan acceder los perros a las playas por interés de sus propietarios, que se prohíba la tauromaquia mientras se promociona el consumo de carne de las propias hembras del toro o, para más inri, que se promocione el uso de animales en terapias.
Nada de esto es compatible con los Derechos Animales, en tanto que a las víctimas no les basta con un mejor trato según nuestros ojos; sino que, por cuanto sabemos científicamente de neurociencia y etología, debemos cesar nuestras hostilidades y el sinnúmero de malas acciones que los humanos cometemos contra ellos, al margen de que nuestra sociedad las perciba, subjetivamente, como más o menos crueles, útiles, convenientes o necesarias.
En resumidas cuentas, la diferencia básica entre un bienestarista y vegano está en que un bienestarista percibe a los animales como si fueran objetos que sufren y cuyo valor viene determinado por el precio o aprecio, siempre subjetivo, que tiene sobre ellos. En cambio, un vegano ve a los animales como sujetos que sienten, que padecen y que merecen, objetivamente, el mismo respeto que les damos a los seres humanos.
La falacia relativista, propia de nuestra era posmoderna, es una de la bandera del animalismo. Una de las maneras de excusar sus campañas inútiles e inmorales es alegar que «dependen de punto de vista de cada uno».6 razones para dejar de ser bienestaristas
Una vez expuesto el significado del bienestarismo y sus diferencias con el veganismo. A continuación, ahondaré todavía más para argumentar cinco razones por las cuales un animalista debería dejar de ser bienestarista. Cada una se deriva en parte de la anterior:
- El bienestarismo es egoísta y antropocéntrico.
- El bienestarismo se basa en dogmas de fe.
- El bienestarismo no se opone al cese de la esclavitud.
- El bienestarimo se vende al mejor postor
- El bienestarismo incurre en barbaries contra los animales.
- El bienestarismo deriva en ideas aún más perversas.
El bienestarismo es egoísta y antropocéntrico
El bienestarismo *no* se basa en el respeto y la justicia universal; sino en una empatía y en una compasión subjetivas y sesgadas según el animal —víctima— que sufre o es explotado.
Un animalista (bienestarista) defiende a los animales en la medida en que no puede quitarse de la mente las aberraciones que éstos sufren. Si logran autoengañarse de alguna forma o eliminar los estímulos que les genera sufrimiento psicológico, así lo harán aunque no salve la vida de ninguna víctima o incluso retarde la comprensión del problema. Éste es el motivo de su inclinación hacia las donaciones, cualquier recogida de firmas o manifestaciones, por irrelevantes o mal planteadas que estén.
Así, por ejemplo, muchos animalistas estarían de acuerdo en que, si el toreo no matase al toro y se practicase en un recinto cerrado al público, no hubiera grabaciones y no apareciera en televisión, revistas, periódicos y demás, no les parecía malo.
Cualquier antitaurino puede rechazar la tauromaquia sin despeinarse porque no obtiene ningún beneficio por la muerte del toro en la plaza. Sin embargo, sí puede obtener placer y lucro por medio de otras actividades, como al comer carne o montar a caballo. Aquellas actividades que no le benefician las considera «maltrato animal» y las que sí le rentan un beneficio pasan, por arte de magia, a ser buenas, correctas y libres de maltrato.
Y si no hubiera tampoco perros o gatos visiblemente abandonados por las calles, a pocos les importaría este hecho. Ojos que no ven, corazón que no siente. La razón de por qué los bienestaristas apoyan la extirpación sistemática de órganos sanos —castración— y otras acciones sobre animales abandonados es porque relacionan la reproducción animal con el abandono y éste con el sufrimiento que les causa a sus propias personas.
Irónicamente, los bienestaristas no dedican tanta o ninguna energía en luchar para lograr la prohibición de la compra-venta. Es la crianza legal la responsable de los abandonos; no lo previene el hecho de que alguien decida sacarle los testículos a un macho o vaciar los ovarios de una hembra.
A raíz de que los sentimientos humanos, a nivel biológico y cultural, dependen del animal considerado, esto lleva a que los bienestaristas discriminen entre animales según si les agradan más por motivos propios o según si su explotación les genera o no beneficio. Perros, gatos, primates y cetáceos reciben una buena acogida en el ámbito social; pero ratones y cucarachas —tachados de «plagas»— se convierten a menudo en animales detestables por el mero hecho de querer vivir mientras los despojamos de su hábitat y los desterramos a las cloacas.
De tal modo, el animalismo está conformado por un nido de utilitaristas morales que reducen a los demás animales a un alter ego. Tanto es así, que hay quienes llegan a apoyar y participar en el asesinato de animales abandonados con el argumento de que «no sufran».
Me hice vegano trabajando con animales víctimas de la explotación y aprendí que ellos tienen una capacidad de autosuperación envidiable. Consiguen aliviar la mayor de las penas con un caricia y un buen trato. Entonces, ¿quiénes sufren? ¿Los animales o los humanos que se escudan en su hipotético sufrimiento para quitarles la vida?
Esta disonancia ocurre igualmente al nivel político y gubernamental. Tenemos a partidos políticos, como PACMA y Podemos, que engañan a sus votantes con la supuesta defensa de Derechos Animales y nos encontramos campañas cuyo lema es el de «No sólo es comida y agua», en referencia a los cuidados necesarios de perros y gatos, mientras en cualquier región de España es legal tener hacinados, entre sus excrementos, y a base de comida y agua a cualquier animal catalogado como «ganado».
El lado más antropocéntrico del bienestarismo se evidencia dentro de las corrientes autodenominadas «interseccionales», las cuales se valen del movimiento animalista para impulsar sus propias agendas, frustraciones y obsesiones personales. Aunque estas posturas pueden adherirse a distintos movimientos éticos y políticos, es en el animalismo institucional donde se le ha dado coba y difusión.
Uno puede preocuparse por humanos y otros animales al mismo tiempo. Sin embargo, no es compatible que se sitúe a unos por encima de otros ni que se apoye o justifique la explotación animal cometida por determinados colectivos considerados marginados u oprimidos.
Los animalistas pretenden defender a los animales sin tener nociones de derecho y legislación. Como indica la diapositiva, los animales están catalogados al mismo nivel que las mercancías.El bienestarismo se basa en dogmas de fe
Caso 1: La creencia de que las medidas de «Bienestar Animal» suponen un avance
Si entendemos que el fundamento del bienestarismo es meramente sentimental, cabe inferir que los bienestaristas experimentan fuertes vínculos con aquéllos que representan estos mismos valores. De tal forma, entre los animalistas existe un tremendo fanatismo hacia ciertas organizaciones animalistas. Se comportan, las promueven y defienden a capa y espada tal como lo harían con una religión o un equipo de fútbol.
Este enceguecimiento les impide ejercer un juicio crítico sobre aquello que dicen y hacen sus respectivas organizaciones. El mejor ejemplo lo encontramos, cómo no, en las redes sociales. Éstas son como la barra de un bar. Cualquiera se cree con derecho a opinar sobre algo sin tener la más mínima idea del tema tratado. Uno puede expresarse; pero eso no le da la razón ni implica que merezca la pena escuchar lo que vaya a decir.
Cuanto más desinformado y sentimental es un animalista, más fácil se vuelve manipularlo y más complicado hacerle entender que están engañándolo. Junto con la apelación al maltrato y al abandono, un mantra típico de tales organizaciones es el de que todos debemos apoyar las medidas de Bienestar Animal.
El concepto de «Bienestar Animal» *no* se refiere a proteger el bienestar de los animales. Esto es un error típico de quienes se mueven por lo que oyen en la televisión y creen conocer un término legislativo sin haber abierto un libro de Derecho en su vida. Dicho término se requiere a aquellas regulaciones legales destinadas a aumentar la productividad mediante una mejora de las condiciones.
Apoyar el «Bienestar Animal» significa, ni más ni menos, granjearle al animal aquellas condiciones que sean mejores para su producción, no mejores para ellos. Si un animal necesita atención veterinaria y no resulta rentable dársela, ninguna ley de «Bienestar Animal» se la brindará.
Un vegano defiende el bienestar de los animales como parte de la defensa hacia sus intereses inalienables; no como si el bienestar fuese un fin vinculado a la producción. Por eso no es correcto decir que un alguien deba defender el «bienestar animal».
Dicho término se creó así para confundir. Industria y organizaciones animalistas son las dos caras de la misma moneda: una crea los términos para manipular y las otras los difunden. Sus socios pierden dinero y los animales, la vida.
Si la gente empleara el estudiar el mismo tiempo que dedica a escribir en redes, no habría discusiones sin sentido ni habría ningún animalista que apoyara a PACMA, Igualdad Animal, Anima Naturalis, Libera, PETA o similares. El 'modus operandi', objetivos e intereses son los mismos bajo un logo diferente.
Los animalistas suelen autoengañarse al creer que si piden un mejor trato para los animales, en granjas, circos y demás, ya están logrando algo. Detrás tienen a las organizaciones animalistas y su aparato mediático para sostener dicha farsa.Caso 2: La creencia de que el reducetarianismo o vegetarianismo suponen un avance
En sintonía con otros argumentos falaces, destaca aquél que confunde dieta con ética hasta afirmar, sin tapujos, que con ser reducetarianos o vegetarianos ya obramos en el buen camino para los animales. Y me pregunto yo: ¿Un hombre que sólo violase una mujer al año, en lugar de dos, merecería un aplauso por reducir que el daño que produce en sus víctimas? De igual modo: ¿No comer carne pero beber leche o vestir pieles te vuelve más justo con los animales? Me parece que no.
En sendas entradas traté las definiciones e implicaciones del reducetarianismo y del vegetarianismo. Muchos bienestaristas son —o pudieran ser— reducetarianos o vegetarianos porque reducir el consumo de carne o experimentar un ligero cambio de dieta hacia el consumo de productos de origen vegetal no requiere, forzosamente, una transformación drástica de sus valores.
El reducetarianismo y el vegetarianismo son algunas de las posibles manifestaciones del bienestarismo. Estas posturas diéticas comparten con su homólogo moral —el utilitarismo— el hecho de que la base de sus acciones se limita a la percepción de uno mismo respecto a los demás.
Uno puede comer plantas para «reducir el sufrimiento del ganado» y ello no implica que considere a tales animales como sujetos que merecen respeto o protección legal. Del mismo modo, uno puede optar por matar menos animales —o incluso escoger como comida a aquellos que producen más carne— para así pensar que está reduciendo un daño y quedarse tranquilo sin salvar ni una sola vida.
Las organizaciones animalistas emplean formas de manipulación sentimental descaradas para lucrarse a costa de la miseria de los animales. Ellos mismos señalan sus verdaderos ideales: quieren incorporar leyes de bienestar animal que benefician a la industria y lograr que sus socios se sientan como héroes para los animales.El bienestarismo no se opone al cese de la esclavitud
Los animales son legalmente esclavos del ser humano. Por parto, pueden ser utilizados y desechados siempre que dichas acciones estén amparadas por un supuesto beneficio humano.
Cuando los animalistas se manifiestan para que un comercio o la gente sólo produzca o consuma «huevos ecológicos», o piden regulaciones sobre la tenencia de animales para prevenir los abandonos, solamente consiguen, por ejemplo, aumentar el número de víctimas y favorecer la crianza y compraventa de animales.
Puedo comprender que estas relaciones de causa-efecto resultan antiintuitivas para nuestra sociedad. Entender el bienestarismo es tan antiintuitivo como asimilar que una pluma y trozo de plomo son traídos por la gravedad con la misma fuerza.
Cuando un colectivo animalista se manifiesta, por ejemplo, para que se pongan cámaras en un matadero sólo consigue vigilar que los empleados no se den de baja en falso. Los animales van a morir igual.
La realidad está en que las regulaciones legales sobre la propiedad animal favorecen siempre a la industria, incrementan el consumo de productos de origen animal y aumentan el número de animales explotados. Y lo que es más importante: el bienestar llega por sí sólo porque genera beneficios. Este tema se estudia en carreras como biología —la mía—, veterinaria y zootecnia. El argumento del bienestar animal no es algo que hayan inventado las organizaciones animalistas y sus manifestaciones.
Como ya se ha señalado, el «bienestar animal» no es un paso porque no cambia la mentalidad colectiva ni reduce la explotación animal. Al contrario, incrementa el consumo de productos de origen animal al tranquilizar la conciencia de los consumidores.
Las campañas bienestaristas siempre son antropocéntricas y especistas. Se centran, por ejemplo, en los efectos sobre niños y ciertos colectivos humanos y se acuerdan únicamente de perros, toros y delfines, mientras dejan de lado a otros animales que, en un contexto dado, son igual de víctimas.
Condenar la tauromaquia o la caza mientras se financia el asesinato de vacas o cerdos en los mataderos no sirve para otra cosa que para aliviar la conciencia al usar a determinados explotadores de animales como chivos expiatorios ante el resto de la sociedad.
Ejemplos como éste me recuerdan por qué abandoné las redes sociales. El aire está muy viciado entre especistas y supuestos veganos más necios que el especista típico cuando saca su «chulería» para afirmar completos sinsentidos nacidos de un profundo desconocimiento acerca de la terminología que maneja. Y nunca se quedan atrás los palmeros, todo sea dicho.El ejemplo de la esclavitud negra
¿Otro ejemplo? En muchos estados sureños de EE.UU llegó a prohibirse la separación de familias negras durante su compraventa y subasta.
¿Quiénes promovieron estas medidas? Sus propios esclavistas.
¿Qué se logró? Que más familias se vendieran y que se creyera en el sueño bienestarista de que podía existir una «esclavitud feliz». Exactamente lo mismo provocan las grandes organizaciones animalistas al aliarse con empresas. Y lo hacen por el bien de sus bolsillos a costa de sus engañados socios.
Para muchos animalistas, el animalismo es una buena excusa para conocer gente, quedar y sentirse bien con uno mismo. Las organizaciones animalistas refuerzan el sentimiento endogrupal para convertir sus consignas en un dogma de fe.El bienestarismo se vende al mejor postor
Si entendemos que el bienestarismo conforma un negocio excelente a tenor del sentimentalismo, del fanatismo y de la ignorancia de los animalistas, entonces no cabe extrañarse de que las propias organizaciones, cuyos miembros se autoengañan asimismo con pretender lo mejor para los animales, realicen pactos lucrativos con la industria que les permita ganar dinero. Ejemplos de esto los hay a patadas. Para no alargar este artículo aún más, aquí enlazo casos específicos.
Para evitar que sólo resuenen mis palabras, citaré un texto que el activista Carlos Escobedo (activista anónimo) publicó hace años en Facebook, nada ha cambiado, sino a peor, desde entonces:
Este cartel anuncia un congreso bienestarista impartido en la universidad de Sevilla. Como de costumbre, los bienestaristas utilizan el término «Derechos Animales» como si fuese sinónimo de «Bienestar Animal» y cuentan con el apoyo de organizaciones animalistas y elementos del Estado que se suman a este negocio lucrativo de engañar a los tontos. Esta misma universidad me rechazó un mes ante una charla que les propuse con la excusa barata de que «los Derechos Animales no son un tema de interés social». El interés social depende, por lo visto, de quién lo financie.Mercy for Animals se lleva un «premio» de un millón de dólares por promover, ATENCIÓN, los huevos de gallinas libres (de jaulas, claro, esclavas al fin y al cabo). ¿Y los machos?
Es decir, venden el veganismo al mejor postor para invertir ese dinero sucio en promover activamente la explotación animal.
No hay investigación audiovisual, campaña o estrategia que justifique pasar del veganismo a una cruzada absurda contra el sufrimiento apoyada en facilitar la explotación animal.
Luego compartimos fotos bonitas, o con mensajes facilones pensándonos que es activismo, cuando lo que estamos haciendo si apoyamos a estas corporaciones es contra-activismo.
Las asociaciones patrias, todos conocemos sus siglas, no dejan de ser filiales o clones de estas grandes empresas (ONG's) extranjeras. Cuando en unos años X asociación mediática (en este caso el millón de dólares viene del propio sistema, por lo tanto no buscan el "bienestar", pensar eso sería ingenuo) nos venda esa idea con ese euro al mes para salvar a TODOS los animales que les hemos donado, nos echaremos las manos a la cabeza, y la solución es hoy y está en nuestras manos.
El bienestarismo mata y esclaviza. El bienestarismo no es veganismo, es lo opuesto: es la explotación animal facilitada y sin remordimientos.
El bienestarismo incurre en barbaries contra los animales
Si vinculamos el triple eje conformado por animalistas engañados que miran por su propio sufrimiento, organizaciones deseosas de lucro y gobiernos sin escrúpulos, llegamos a ejemplos aún más terribles que los cotidianos.
¿Sabías que los gobiernos utilizan sus propias políticas de «bienestar animal» para asesinar sistemáticamente a aquellos animales que les molestan bajo el argumento de que los matan por su bien? Y todo ello, por supuesto, con el aval de las principales organizaciones animalistas de cada país.
En este punto incluimos palomas, conejos, caballos y algunos animales que simplemente son cazados por estricto decreto del Estado porque su mera presencia o acciones contravienen intereses ganaderos o comerciales de algún tipo.
Un caso sangrante lo presenciamos hace años en Australia, un país que cometió la tremenda perversidad de organizar una campaña publicitaria para convencer a los animalistas de que debían asesinar a 15.000 caballos salvajes porque estarían mejor muertos que vivos. En la entrada anterior traté dicho caso tan esperpéntico.
Como no cabe mayor sorpresa, fueron también muchos los animalistas en España que, ante cualquier sencilla manipulación, comulgaron con el Estado y apoyaron a Australia por matar animales inocentes. El animalismo, por definición, es capaz de todo.
Ejemplo de pensamiento sensocentrista. Esa usuaria estaría dispuesta a encerrar a todos los animales carnívoros en un zoológico para evitar el sufrimiento de los animales herbívoros.El bienestarismo deriva en ideas aún más perversas
La fijación psicológica de los bienestaristas por el sufrimiento animal deriva, con relativa frecuencia, en manifestaciones extremas del bienestarismo. Una de ellas se denomina «sensocentrismo» y lleva parejo el problema de que muchos de sus defensores se hacen llamar, falsamente, veganos.
Tal como ahondo en mi artículo referido a esta corriente, el sensocentrismo se basa en la aplicación estricta del bienestarismo hasta sus últimas consecuencias. De manera que si el bienestarismo típico se limita a exigir un buen trato hacia los animales durante su explotación, los sensocentristas buscan eliminar el sufrimiento de todos los animales en el mundo.
Ello los lleva a defender el cese de actividades como la ganadería industrial, la caza, la pesca y un largo etcétera. Sin embargo, no lo hacen porque consideren a los animales como sujetos que merecen protección; sino como objetos cuyo sufrimiento debemos evitar. Esta diferencia, aparentemente sutil, se convierte en todo un paradigma perverso en la práctica.
El sufrimiento no es, científica ni moralmente, algo malo o perjudicial. Sufrir y padecer dolor es evolutivamente ventajoso para que un animal sepa cuándo corre peligro, decida huir y no exponga su vida ante riesgos.
Dado que los sensocentristas sólo se preocupan por el sufrimiento y no perciben a los animales como sujetos, no tienen ningún reparo en participar o promover la captura, encierro, manipulación y asesinato de aquellos animales que, según ellos, estarían mejor confinados o muertos, que vivos y libres.
Los sensocentristas se distinguen por su obsesión por el sufrimiento de los animales en la naturaleza y la creencia de que todos los animales del mundo deberían vivir en una especie de zoológico gigante, donde, como si el mundo fuera una gran arca de Noé, el ser humano cuidase a todos los animales del planeta. Muestran una adhesión sectaria y, cuando uno debate con ellos, todos siguen un mismo modelo de respuesta y de argumentación: citan tus palabras, montan un hombre de paja y te replican con alguna mención pseudocientífica y así sucesivamente.
Huelga señalar que esta utopía antropocéntrica es absolutamente incompatible con los Derechos Animales. Mientras que los bienestaristas típicos suelen ser humanos movidos por la inercia social, los sensocentristas son conscientes de las implicaciones morales de su postura y no les importa pisotear los intereses inalienables de otros animales porque solamente les concierne su hipotético deber de eliminar el sufrimiento de los animales a toda costa.
Para finalizar este punto, quisiera advertir de que hay una web titulada «Respuestas Veganas». Esta página no tiene nada de vegana. Está dirigida por miembros sensocentristas que, como tal, defienden aquellas formas explotación animal que «otorguen placer» a los animales, incluidas, según el caso, las prácticas zoofílicas.
Si algo me ha enseñado el movimiento animalista es que tratar de contradecir los argumentos falsos de grandes organizaciones deriva en acoso, amenazas y ataques personales serios.¿Por qué los animalistas están equivocados?
Millones de animalistas en el mundo no se han enterado de que los animales están como están porque su mentalidad es tan discriminadora e injusta hacia los animales como la del resto de la humanidad. Bajo el argumento de «eliminar o reducir el sufrimiento» podemos agrandar, perpetuar y cometer el mayor de los crímenes sin cuestionar la falta de legitimidad de nuestras acciones hacia los animales.
Los animalistas viven en un presente perpetuo —como se ha aducido históricamente al estado mental de los animales— y desconocen que aquello que promueven se remonta más de 200 años en el tiempo, y que sólo ha servido para maquillar la imagen de la explotación animal, hacerla más rentable y lograr nuevos métodos publicitarios con que tranquilizar la mentalidad colectiva.
En el activismo animalista —inclusive en el activismo vegano— se observa una falta flagrante de formación necesaria para poder hacer un activismo activismo correcto y coherente. Como hemos visto, podemos toparnos con activistas que, ni cortos ni perezosos, llegan a afirmar que ellos son bienestaristas porque «les preocupa el bienestar de los animales».
Gran parte del éxito social del bienestarismo radica en que los animalistas quieren cambios inminentes y que les vendan victorias para darles un significado a sus acciones diarias, mal dirigidas y mal planeadas.
Este tipo de gente, lejos de recibir un señalamiento oportuno sobre la estupidez que afirman, suelen recibir multitud de apoyos en forma de likes. Como ocurre en política, las masas están formadas por idiotas que siguen a idiotas. Y algo que tienen en común los idiotas es su tendencia a sostener por la fuerza aquello que no logran argumentar con palabras.
Al fin y al cabo, reincidiendo una vez más, puesto que el grueso de los animalistas son bienestaristas y el bienestarismo procede del utilitarismo moral, todo se resume en la necesidad de los animalistas por sentirse mejor consigo mismos al verse como héroes de los animales mientras sus creencias, prejuicios y acciones no se diferencian en lo más mínimo de cuanto practicaría un cazador, pescador o ganadero, por mencionar algunos ejemplos cotidianos.
Todos los animales merecen respeto. Esta sencilla premisa no la han entendido aún los animalistas.Conclusión
El bienestarismo, como elemento derivado de la propia civilización humana, responde a las convenciones, contradicciones e hipocresías que brotan, imperan y se enraízan en la sociedad para beneficios de unos en detrimento de otros. Defender esta postura es un error porque se limita a tener en cuenta el dolor y el placer, y ve a los animales no como meros recipientes de felicidad o sufrimiento.
El utilitarismo está tan aferrado a nuestra sociedad porque, más allá de la relación histórica entre el individuo, la civilización y la utilidad, existe una base biológica que fomenta la cosificación e instrumentalización de otros sujetos en nuestro beneficio.
El bienestarismo es parte del problema —no de la solución— en el movimiento animalista porque sólo quiere reducir el sufrimiento mientras no busca abolir el origen de dicho sufrimiento. Los animales explotados sufren a causa de su explotación. No es posible, al mismo tiempo, estar en contra del sufrimiento y, a la par, avalar formas de explotaciones «menos malas»; pues dichas formas de explotación conllevan sufrimiento y magnifican el sufrimiento de millones de individuos al permitir la continuidad de la explotación animal a lo largo del tiempo.
Queda en nuestra mano dejar de participar en toda forma de opresión; no sólo en aquellas que nos perjudiquen a nosotros mismos o a nuestra sensibilidad. Si fuéramos esos mismos animales criados, engordados y asesinados, no nos bastaría con que un centenar de humanos fuesen con pancartas para pedir un «sacrificio ético» o «multas y penas de cárcel» para los humanos que golpean perros por la calle pero no para aquéllos que rajan la garganta de un cerdo en un matadero. Ni tampoco tiene el menor sentido privar de su libertad y albedrío a los pocos animales que quedan virtualmente libres en este mundo.
El veganismo es el principio ético cuya aplicación se vuelve requisito indispensable para una defensa coherente y veraz de los animales y de sus derechos. Hacerse vegano es fácil si uno entiende su definición original, en lugar de tragarse las mentiras y medias verdades de las organizaciones animalistas, quienes acostumbran a presentarlo como una «dieta radical», una «moda pasajera» o un «estilo de vida que no resulta necesario para querer y cuidar a los animalitos».
Si te importa la justicia, hazte vegano y no promuevas menos que el veganismo. Los Derechos Animales se basan en la idea de que todos los animales deben tener el derecho fundamental de no ser propiedades de los seres humanos en reconocimiento de sus intereses inalienables: vida, libertad e integridad.