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Las «especies invasoras», las plagas y la xenofobia ecologista

¡Derechos Animales ya! - Las «especies invasoras», las plagas y la xenofobia ecologista
Los animales no son plagas ni especies invasoras; solamente buscan vivir, sobrevivir y ser libres de nuestra dominación. El especismo y la xenofobia ecologista causan el asesinato sistemático de millones de animales.

Introducción

Desde tiempos antiguos, el ser humano ha utilizado distintos vocablos y expresiones para designar su relación con otros animales. De esta forma surgieron palabras como «mascota», «ganado», «res», «animal de trabajo», «animal de granja», «animal de laboratorio» y un largo etcétera.

En esta entrada quisiera ahondar en los conceptos de «plaga» y de «especies invasoras» para definirlos y relacionarlos con el sesgo antropocéntrico existente hacia aquellos animales cuya existencia o acciones contravienen los intereses humanos.

Asimismo, acontece un fenómeno de xenofobia ecologista cuando los partidarios del ecologismo se basan en argumentos de tipo nacionalista —que una especie sea o no propia de un país o región— para determinar si a dicho animal se lo debe dejar vivir o matar.

Deseo, pues, tomar algunos ejemplos para condenar no sólo el lenguaje especista; sino para reflexionar sobre la hipocresía humana, el desdén hacia la vida de los animales y el exterminio sistemático al que los sometemos.

¡Derechos Animales ya! - Pareja de tórtola turca
Pareja de tórtola turca. La catalogación de «especie invasora» es tan arbitraria que depende del país y los intereses económicos que haya detrás de la especie.

El concepto de «plagas»: un uso especista de lenguaje

Los seres humanos, debido a nuestra mentalidad antropocéntrica, incurrimos en un uso especista del lenguaje para ocultar, deformar, normalizar y blanquear la explotación animal y la esclavitud de los animales.

La sociedad llama «plaga» o «plagas» a cualquier conjunto de animales que vulneren nuestros intereses. Una simple bandada de palomas por la ciudad puede ser una «plaga» si molesta a los turistas, varios nidos de golondrinas pueden ser una «plaga» si estorban en la parroquia de un pueblo, y cualquier animal que alguien haya traído a otro país, aparte de ser tildado de «plaga», pasa a ser una «especie invasora» en un alarde absoluto de ecologismo xenofóbico.

La distinción entre «plagas» y «especies invasoras» es muy sutil. El término «plaga» es de ámbito social y se refiere a cualquier animal que estorbe, moleste o perjudique algún interés humano, por trivial o insignificante que fuere. Por su parte, el término «especie invasora» nació en el seno académico e intelectual, influenciado por el mismo especismo presente en el resto de la sociedad, para catalogar a aquellas especies que afectaban a intereses humanos específicamente por encontrarse fuera de su hábitat natural considerado.

¡Derechos Animales ya! - Conejo en el campo
Los conejos eran unos habitantes muy frecuentes en la península ibérica antes de la llegada de los primeros humanos. Hoy, en un alarde de supremacía humana, se los tacha de «plaga» mientras apenas logran subsistir en los montes de España y los miles de cotos de caza en manos de gente ociosa.

La xenofobia ecologista

Nótese la especial relevancia de que el colectivo ecologista incurre así en doble sesgo que ya he denunciado en otros artículos previos:

  1. En primer lugar, los ecologistas establecen dogmáticamente cuál es el hábitat natural de un animal —no debe confundirse con nicho ecológico— para inferir, sin lógica alguna, que todo animal fuera de su hábitat natural está en un lugar equivocado, que desplaza a especies autóctonas o que no debieran estar ahí porque sí. Científicamente, las poblaciones animales migran y se desplazan por propia voluntad; las especies surgen y se extinguen de manera natural, y se dan multitud de procesos y fenómenos naturales. Esto significa que ni una especie es «invasora» por estar en un hábitat diferente del habitual ni ello nos otorga potestad a los seres humanos para decidir sobre su gestión.
  2. En segundo lugar, el hecho de que una especie esté fuera de su hábitat natural no constituye, por sí mismo, un criterio para determinar que una especie alóctona tiene menos valor o derecho a estar ahí que una especie autóctona. Acontece así un sesgo xenofóbico, al que denomino «xenofobia ecologista», cuando los ecologistas establecen dogmáticamente que a un animal no debe permitírsele vivir en un lugar por no ser autóctono. ¿Qué diríamos de este argumentos aplicado a seres humanos? ¿Nos imaginamos a humanos blancos que exijan a humanos negros regresar al continente africano o que humanos negros les pidan a blancos africanos que regresen a Europa o Asia? ¿Qué haríamos con los inmigrantes humanos que violan este dogma del ecologismo moderno?

Esta petición de principio —falta de base argumental para justificar sus acciones— tratan de excusarla o enmascararla apelando a un «deber moral del ser humano por su inteligencia» —de un modo similar a la creencia religiosa de que el ser humano es el vicario de Dios en la Tierra— o, cómo no, esgrimiendo la necesidad de intervenir en la naturaleza para evitar la extinción de especies —que únicamente les preocupa porque conduce a pérdidas económicas— o al sufrimiento de los animales; un argumento proteccionista o bienestarista que, según el caso, se enfoca sobre el progreso social humano o sobre el dogma de que el sufrimiento sea malo y de que tengamos el deber de eliminarlo en lo animales.

Los ecologistas y otros grupos, a menudo revestidos de ciencia, intentan justificar el asesinato sistemático de miles de animales apelando a la protección de la fauna local, al mismo tiempo que a los gobernantes de turno —y a ellos mismos— les importa un bledo permitir la construcción de un hotel en una zona protegida si luego habrá un hipotético beneficio a nivel legislativo o económico.

Otro ejemplo, igual de sangrante, se produce cuando justifican o promocionan una «caza y pesca sostenibles» mientras condenan la caza furtiva por los daños que causa al medio ambiente. La moraleja está en que los animales no les preocupan como individuos o sujetos de una vida, sólo les concierne si su muerte les renta un beneficio. Con extrema frecuencia, la hipocresía gubernamental encuentra la horma de su zapato con el cinismo ecologista.

En otras ocasiones, tanto ecologistas como otros especistas presentan a estos animales como «malos», «sucios», «portadores de enfermedades» y un largo etcétera de catalogaciones subjetivas. De este modo, intentan justificar «acciones humanas correctivas» mientras prefieren ignorar o callar que el ser humano es el mayor portador de enfermedades a otros humanos, que tales enfermedades están vinculadas a nuestro modo de vida y que la ganadería es el mayor vector de enfermedades del mundo debido al principio ecológico de la homogeniedad. Y no, no se trata de que la ganadería esté mal por las condiciones higiénicas de los animales o del trato que reciben. Todos los animales merecen vivir libres.

En definitiva, los ecologistas incurren en el mismo especismo y antropocentrismo omnipresentes para perpetrar acciones injustas contra los animales y sus derechos por la simple consideración de que los intereses humanos deben prevalecer o por la creencia de que se logra así un bien mayor, el cual, casualmente, beneficia a la sociedad humana a costa de asesinar animales inocentes.

¡Derechos Animales ya! - Asesinato de aves exóticas en Sevilla
El ser humano trae a millones de animales a otros países para esclavizarlos como «mascotas». La mayoría de las veces es legal. Sin embargo, pero cuando se escapaban o la gente los suelta, entonces se convierten en peligrosas especies invasoras. Las leyes no los protegen y luego, para más inri, son la causa de su muerte aun cuando no han hecho nada.

Noticias y ejemplos sobre el tratamiento de las plagas, especies invasoras y la xenofobia ecologista

  • Asesinato de aves exóticas en Sevilla. Como sevillano, he de decir que la noticia mostrada en la captura de pantalla superior es un buen ejemplo del especismo, de la xenogobia ecologista y de la tremenda hipocresía social. Después del especismo y de las leyes especistas, lo que más me enfada es el uso especista y eufemístico del lenguaje. Ese «se empezarán a sacrificar» es un eufemismo para decir «el ayuntamiento contratará a unos cuantos paletos para que les peguen tiros a unos animales inocentes mientras después les decimos a nuestros hijos que no les tiren piedras a los pajaritos y nos llenamos la boca con el mantra de 'ciudad libre de maltrato animal'. Idos a la porra, hipócritas de mierda.
  • Búsqueda y captura de un cocodrilo en Valladolid. Hace un tiempo saltó la noticia de que pudiera haber un cocodrilo del Nilo, un caimán o cualquier otro animal en las cercanías del Pisuerga, Valladolid. Si suponemos que, en este caso, alguien ha traído a nuestro país la cría de un animal exótico y lo haya soltado de adulto, ¿también lo llamaremos «especie invasora»? Y si en España hubiera granjas de cocodrilos —¡lo que faltaba!—, ¿también se los consideraría una «especie invasora»? Si finalmente se trata de cocodrilo u otro animal que nos moleste o que esté catalogado como «especie invasora», lo matarán porque es legal y lo más barato. O, con suerte, terminará en un zoológico y el centro de turno dirá que está «recuperando la especie». Los animales no son plagas; nosotros lo somos. El único invasor en toda la Tierra es el ser humano.
  • ¿Conejos? Hispania, nombre que le dieron los romanos a la península ibérica, significa «tierra de conejos». Sin embargo, ahora nos encontramos con que los conejos aparecen catalogados como plagas en algunas regiones de España. Resulta bastante llamativo que un animal, como tantos otros, cuya población ha sido diezmada hasta el exterminio durante los últimos 2000 años, se los considere molestos por ocupar menos del 1% del territorio que habitaba antaño. Paradojas del supremacismo humano.
  • La tórtola turca, los mapaches y muchos otros casos. Hay muchos animales que el ser humano ha llevado a España y a otros lugares con fines comerciales y cinegéticos. Luego se da la paradoja de que, cuando tales animales aumentan de población, alcanzan otras zonas no previstas o entran en conflicto con intereses humanos u otros animales esclavizados por los humanos, entonces se los pasa a considerar «especie invasora». Los propios cazadores que los han traído justifican su lucro y negocio cazándolos como si fuera un deber nacional. Irónicamente, hay casos como el de la tórtola turca, la cual ha llegado a España por migración natural, pero hay quienes han tratado de catalogarla como «invasora» para poder entretenerse con un tiro al pichón.
  • Roedores, cucarachas y otros animales vilipendiados. Al margen de que ciertos animales puedan transmitir enfermedades, cabe recordar que actúan como vectores a razón del pésimo estado en que viven. Nosotros los hemos despojado de su hábitat, los obligamos a vivir entre la inmundicia y, después, los condenamos a morir porque nos dan asco o pueden hacernos daño. Al igual que en los demás puntos resaltados, el especismo y el cinismo se unen en forma de miles de empresas exterminadoras —autodenominadas «fumigadoras» o «de control de plagas»—, cuyo lucro proviene de asesinar sistemáticamente a animales inocentes en un alarde de limpieza, saneamiento y civismo mientras millones de animales contaminan cada centímetro cuadrado que pisan,
Partido Vegano - Mapache sobre hierba - Xenofobia ecologista
El ser humano cría animales y los traslada entre distintos países para explotarlos de alguna forma. Después, cuando ellos se escapan o alguien los libera, pasan a estar catalogados como «especies invasoras». ¿No somos acaso nosotros los responsables? ¿No somos nosotros quienes invadimos todos los hábitats? Menudo cinismo.

Conclusión

El concepto de «plagas» y de «especies invasoras» no tiene validez ni objetividad científica. Tales conceptos existen como parte del antropocentrismo humano y la necesidad humana de culpar y de vilipendiar a otros animales por el mero hecho de existir y de querer vivir sus vidas sin ser coaccionados, dominados o asesinados por el ser humano.

Los animales no son plagas ni especies invasoras. Ellos son meras víctimas de la gestión humana. Sólo intentan satisfacer sus intereses, como lo hacemos nosotros, y no tienen conciencia moral sobre los daños que causan a terceros. El lenguaje especista —con que nos adoctrinan desde pequeños— los cosifica como simples estorbos o incluso los crucifica como si fuesen responsables de sus actos o de su mera existencia. Justo al contrario: nosotros somos culpables de casi todas las consecuencias catastróficas que acontecen en la agricultura y en  medios naturales a causa de nuestras acciones.

El veganismo es el único principio ético que defiende a los animales y persigue el reconocimiento universal de sus derechos. Los activistas veganos defendemos a todos los animales con independencia de que sean o no de nuestro país porque todos ellos sienten y padecen como nosotros. Proponemos una gestión ecologista que no pase por encima de la vida de estas víctimas y que no asesine animales en nombre del bien de los ecosistemas.