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El mascotismo y las mascotas

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El mascotismo es aquella forma de explotación animal en que se crían y manipulan animales para servir de compañía al ser humano. No sirve de nada exigir la prohibición de las tiendas de animales mientras no cambie para mentalidad humana y los animales sigan careciendo de derechos legales reconocidos.

La explotación de las «mascotas»

La explotación animal es el fenómeno social más extendido del planeta. Esta afirmación se justifica tanto cuantitativa como cualitativamente: las víctimas no humanas se cuentan por miles de millones y es de los pocos rasgos culturales que están bien vistos por casi la totalidad de las culturas humanas.

En este artículo, entre las miles de formas en que la humanidad explota a los animales, deseo denunciar el mascotismo y la existencia de animales criados, manipulados, comprados y vendidos y asesinados para servir como esclavos de compañía.

El «mascotismo» podría definirse como el conjunto de ideas y acciones que implica el tratamiento de determinados animales como mascotas. Y, en un sentido amplio, se trata de uno de los negocios más lucrativos del mundo. En la actualidad, el mascotismo es un gran negocio en el que participan una infinidad de particulares; los cuales se lucran a costa de reproducir perros y otros animales.

Según las Naciones Unidas, el tráfico ilegal de animales silvestres es el tercer negocio ilícito más lucrativo del mundo, después del narcotráfico y la trata de seres humanos. A este último, la sociedad suele llamarlo «trata de personas». Sin embargo, dicho término excluye sin razón científica a los animales.

De igual modo, cuando la sociedad habla de «mascotas» no se pregunta sobre el significado de dicho término. «Mascota» significa «esclavo de compañía» y se refiere a aquellos animales que el ser humano cría y manipula específicamente para suplir intereses estéticos, posesionales o carencias afectivas de seres humanos.

El mascotismo supone la crianza forzada, manipulación y potencial abandono de miles de animales explotados para hacer compañía al ser humano. También incluye los efectos colaterales de explotaciones asociadas a la compañía, como la detección de bombas en los perros explotados por la policía o la privación de libertad absoluta de los perros explotados para guiar a humanos invidentes.

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Un perro puede ser feliz junto con un ser humano. Sin embargo, eso no justifica su explotación ni ninguna acción que vulnere sus intereses inalienables.

Cosificación, manipulación y efectos de la domesticación

Una de las principales razones del mascotismo estriba en el lucimiento y engreimiento por la posesión de animales, preferentemente de raza, como muestra de dinero o como recreación de su belleza seleccionara o exótica. En general, la gente compra perros por su raza, belleza, porte o apariencia agresiva; justo por los mismos factores con que elige su ropa o un coche nuevo.

El fenómeno de la cosificación animal se vuelve doblemente evidente cuando el propietario del perro interactúa con otro objeto. Por ejemplo, quien sostiene a su perro con la correa y un móvil en la otra mano lleva dos objetos al mismo tiempo; uno para entretenimiento y otro sobre el cual ha asumido algunas obligaciones a cambio de compañía protección o un sentimiento estético.

Millones de humanos especistas asumen el triste compromiso de sacarlos a pasear y de llevarlos al veterinario por el simple hecho de poder mostrar su mascota a los demás y de sentirse propietarios de un bien bello o de lujo. Los animales cosificados como mascotas no reciben un tratamiento mental distinto del que se les brinda a un objeto decorativo, el caso más cercano a éste sería el de los animales confinados en zoológicos.

Cada año, durante el periodo de Navidades, miles de padres acuden a tiendas de animales y adquieren uno como si fuesen una consola Nintendo para sus hijos. Muchos buscan que sus pequeños tengan compañía, que se entretengan de «forma sana» o creen, por medio de la publicidad mascotista, que sus hijos deben tener una mascota para «crecer sanamente». Este uso del animal como sustituto de una figura parental resulta especialmente sangrante.

A raíz de su cosificación, el ser humano no duda en practicarles el recortado de colas y orejas en un intento de su esclavo de compañía adquiera la apariencia que más le guste. Este fenómeno fue tratado a medidos del siglo XX por el antropólogo Desmond Morris en su libro «El mono desnudo».

Y dado que el ser humano posee una tendencia innata para racionalizar sus acciones, este sometimiento y moldeación de los esclavos, en el cual ahondo en mi artículo dedicado al origen y evolución de la domesticación, da lugar a interpretaciones antropocéntricas —y muy hollywoodenses— en que se percibe al perro moderno como un «amigo del hombre que decidió acercarse al ser humano para ayudarnos».

Partido Vegano - Perro de raza pug bajo una manta
Millones de humanos alcanzan a comprender la injusticia de los abandonos de perros. Sin embargo, la mayor parte de la sociedad no ha comprendido que los abandonos de las «mascotas» son una consecuencia de nuestra mentalidad cosificadora. Los perros no podrán contar con protección legal hasta que una gran masa social deje de participar en la explotación animal. Ése es el significado del veganismo.

Conclusión

El origen del mascotismo se debe al especismo. A partir de la creencia de que los animales son seres inferiores que sólo existen para servirnos, la consecuencia lógica y esperable es que la sociedad humana no dude en cruzar animales para obtener «ejemplares» —todo un ejemplo de cosificación— que sean ideales para sus gustos, así como el abandono y el desinterés por aquellos animales que no presenten rasgos deseados.

A pesar de que el movimiento animalista lleva años exigiendo el cierre de tiendas de animales y la persecución legal de estas acciones, se vuelve imposible una protección legal efectiva para los perros y otros animales mientras los propios animalistas sean partícipes en la explotación animal y promuevan campañas monotemáticas. Desgracias inmensas e innumerables, tales como los abandonos o los atropellos de perros, gatos y otros animales, no cesarán mientras exista la compra-venta y carezcan de derechos legales.

Los activistas veganos, a diferencia de otros colectivos animalistas, no nos limitamos a exigir la prohibición de las tiendas de animales, de los mercados de animales vivos ni otras medidas maquilladoras. Nuestro colectivo reivindica el derecho de los animales a no ser manipulados, separados de sus crías, vendidos, enjaulados, abandonados ni a padecer ningún tipo de injusticia en reconocimiento de sus intereses inalienables: vida, libertad e integridad.

Todos los animales padecen las mismas injusticias y se rigen por las mismas leyes. El mascotismo es tan injusto como cualquier otra forma de explotación animal. Por ende, debemos ejercer una adopción ética y responsable, y defenderlos a todos por igual. Este último punto conviene recordárselo a quienes únicamente se preocupan por unas víctimas —de las mal llamadas mascotas— en detrimento de otras.

Veganismo es justicia y tú puedes serlo si quieres.