La esclavitud animal es tan injusta como la esclavitud humana

Partido Vegano - Esclavitud humana y esclavitud animal
Nuestra sociedad recuerda el racismo y la esclavitud humana; pero olvida que el especismo y su consecuencia, la esclavitud animal, sigue siendo el mayor problema que enfrentan los animales. Nuestra percepción hacia otros humanos ha cambiado sustancialmente en los últimos siglos, pero seguimos percibiendo a los animales exactamente igual desde el periodo Neolítico.

Introducción

La esclavitud, tal como se definió en los Derechos Humanos, es injusta porque vulnera el interés inalienable en la libertad de un sujeto. Esta definición se cumple también para el caso de aquellos sujetos que no sean humanos. Los millones de animales que criamos y explotamos hasta terminar barbáricamente asesinados también quieren vivir y ser libres de nuestra dominación.

En esta entrada voy a poner un ensayo relativamente exhaustivo sobre qué es la esclavitud animal y por qué es injusta, así como responder algunas de las falacias típicas que se esgrimen para justificar una diferencia ontológica con respecto a la esclavitud humana.

¡Derechos Animales ya! - Ejemplos especistas en el Diccionario Panhispánico de dudas
La esclavitud animal es el resultado de un constructo cultura basado en el especismo. Un ejemplo de cómo se transmite el especismo está en cómo se genere institucionaliza un uso de lenguaje que se emplea para transmitir prejuicios, falsedades, mitos y convencionalismo. No, el ser humano no es el único animal racional.

El significado de la esclavitud

Hoy, cuando se habla de «esclavitud», la sociedad sólo se refiere e imagina la esclavitud humana. Sin embargo, nuestros antepasados del siglo XIX no dudaban en referirse a la condición de los animales como un estado de esclavitud. De hecho, no es casual que tendamos a especificar «esclavitud humana» cuando nos referimos a nuestra especie; pues nuestra propia razón sabe que los animales son esclavos al cotejar la definición del término con la realidad en que viven.

La esclavitud humana está reconocida como un crimen contra la humanidad y se persigue activamente en casi la totalidad del mundo actual. Sin embargo, tal como lo era la esclavitud humana hace dos siglos, la esclavitud animal está aceptada y normalizada en la práctica totalidad del planeta.

A la humanidad no le cuesta en nuestros días reconocer que llevamos miles de años esclavizando a otros seres humanos y que hacerlo es injusto. Sin embargo, sí muestra reticencias al asumir que la esclavitud animal es tan antigua e injusta como la esclavitud humana.

Partido Vegano - Caballos de carga en Asia
El ser humano se vale de su fuerza e inteligencia para dominar a otros animales de la misma manera en que algunas civilizaciones se sirvieron de estas capacidades para subyugar a otros humanos. Incluso se utilizan y utilizaron los mismos instrumentos para coaccionar a las víctimas. La esclavitud animal es un reflejo de la escasa evolución de nuestra ética. 

Hemos esclavizado a otras especies según nuestros intereses

La esclavitud animal puede afectar a todas las especies pero, principalmente, están sujetos a esclavitud los animales domesticados. En contraposición a un animal «salvaje» o «silvestre», un animal «doméstico» (propio del hogar o relacionado con éste, por ejemplo, una granja) suele definirse como aquél que depende del ser humano para su cuidado y sustento.

Dicha definición, sencilla de entender y típica en la materia, no deja de ser engañosa y artificial: una visión antropocéntrica de la realidad en sí misma que hemos ido heredando de generación en generación.

A lo largo de la historia, los seres humanos hemos sabido reconocer aquellas especies que nos resultaban especialmente útiles para cumplir con éxito algunas labores o para obtener ciertos bienes. Así pues, por ejemplo, domesticamos a los caballos a fin de aprovechar su fuerza; a las restantes reses, para procurarnos alimento; a los perros, para la defensa y caza, y un largo etcétera.

Si bien, tales acciones nos supuso una mejora, tanto en nuestra capacidad productiva como de sustento —aumentó nuestra capacidad de carga K, concepto ecológico—, no en vano conllevó un detrimento para las demás especies.

A la par que hemos ido mermando el número de individuos pertenecientes a multitud de especies; por otra, hemos incrementado desorbitadamente el número de miembros concernientes a otras especies y las hemos desplazado del que era su hábitat natural.

¡Derechos Animales ya! - Rebaño de ovejas
La esclavitud animal es el fenómeno por el cual privamos de libertad a los animales para explotarnos en nuestro beneficio por el simple hecho de que no son humanos.

¿Existe mutualismo en la esclavitud animal?

Llegados a este punto, no serán pocos aquellos quienes podrían apelar al mito de: «Las especies domesticadas se han beneficiado de los humanos» y afirman que nuestra relación es un mutualismo (simbiosis positiva). En éste y otros argumentos falaces ahondo en mi artículo dedicado a la domesticación y la selección artificial.

Este mantra se repite hasta la saciedad en ecología como parte de la autoconfirmación del docente de turno para tranquilizar su conciencia, junto con la falacias sobre el bienestar animal y la reducción al absurdo de que a lo mejor las plantas sienten. ¿Llamamos «beneficiarse» al mero hecho de haberse incrementado su población a escala mundial? ¿A qué precio? ¿Acaso no ha acontecido por razones meramente utilitarias?

Cabe recordar que todo cuanto hemos hecho no ha sido más que seguir nuestro propio antropocentrismo, en ningún momento hemos pretendido el bienestar de las especies domesticadas.

Si nuestras poblaciones han estado creciendo en paralelo se debe a que nosotros los criamos según nuestra población, es decir, su población se trata de una variable dependiente como dependientes los hemos vuelto al convertirlos en nuestros esclavos. La población de estos animales se ha incrementado en el tiempo tanto como nuestros malos tratos y abusos hacia ellos.

El argumento del crecimiento poblacional no guarda relación alguna con que un vínculo sea mutualista, lo mismo acontece en relaciones parasitistas (nuestro caso) y, además, debemos acordarnos de que la población negra aumentó durante la esclavitud por intervención de los blancos. ¿La esclavitud negra fue un mutualismo? ¿Quién lo diría?

¡Derechos Animales ya! - Libertad para los animales
Los animales merecen libertad tanto como los seres humanos, negársela incurre en la máxima expresión del antropocentrismo.

Un repaso por la historia de la esclavitud

Al igual que ocurría con la esclavitud negra, y como denunciaban los autores de la época, los humanos del siglo XXI incurren en dos grandes sesgos antropocéntricos respecto a la esclavitud animal. El primero, ya comentado, se basa en la creencia de que los animales carecen de conciencia y voluntad. Y el segundo se sustenta en la creencia de que los intereses humanos siempre son más importantes o relevantes que estos mismos intereses en los animales.

En el siglo XIX y anteriores, muchos humanos eran incapaces de aceptar que los negros tuvieran voluntad, capacidad para rebelarse o siquiera tener deseo de hacerlo si el trato recibido era bueno. De la misma forma, el ser humano actual cree que los animales se sienten a gusto siendo esclavos, que muerden o agreden si están locos o mal educados, y que basta con darles un buen trato mientras se los cosifica, explota y asesina. Nada ha cambiado en más de un siglo de ultrajes y perversiones hacia quienes se considera «inferiores» según un «orden natural de las cosas».

¡Derechos Animales ya! - Gato sorprendido
Nuestro lenguaje hacia los animales dista de ser objetivo.

La esclavitud animal y los eufemismos

Muchas veces, la sociedad general rechaza la idea de que los animales sean esclavos porque creen, erróneamente, que los animales carecen de conciencia. Niegan la esclavitud animal porque piensan que ellos carecen de voluntad e intereses propios y que, por tanto, no hay nada que esclavizar.

Un animal no tiene capacidad para comprender el origen de su situación ni para prever acciones humanas. Sin embargo, cualquier animal sí posee una conciencia básica que lo lleva a defender su vida, libertad e integridad.

Ahora que vivimos en un mundo más políticamente correcto, los explotadores de animales tienden a usar eufemismos respecto a la explotación animal para blanquear o enmascarar sus actos.

Por ejemplo, se dice habitualmente que las vacas «dan» leche o que los cerdos nos dan «jamones». Curiosamente, en los siglos pasados no era así y se decía con toda claridad lo que hacía con los demás animales y se reconocía abiertamente que eran esclavos al igual que los negros y otras razas humanas.

¡Derechos Animales ya! - Parque japonés con aves enjauladas
Parque japonés con aves enjauladas.

La esclavitud animal vista con retrospectiva

Los humanos hemos construido nuestra civilización a base de asesinar y esclavizar a otros sujetos más débiles. Las mismas prácticas que se cometieron en la época de la esclavitud negra se practican desde tiempos igualmente inmemoriales para otros animales.

Los mismos métodos y herramientas que utilizamos para someter y dominar apenas varían entre humanos y otros animales. No se trata de una cuestión de inteligencia siquiera, sino de mero envoltorio. Si hubiera habido seres igual de inteligentes que nuestra especie con la forma de un caballo, una lagartija o un tiburón, se habrían utilizado asimismo marcajes, cadenas, riendas y toda clase de «adiestramientos». Para prueba de ello está nuestra historia y sus ilustraciones.

Después de 100.000 años de existencia, nuestra especie empieza a respetar de forma mayoritaria a todos los humanos debido a la asunción de un principio ético universal. Viéndolo con retrospectiva, hemos avanzado mucho en muy poco tiempo reciente; por ello, hoy más que nunca debemos confiar en que si fuimos capaces de reconocer el horror de estos actos, también reconoceremos más temprano que tarde la ignominia de la explotación animal.

Si comprendemos que está mal esclavizar a otros y que las herramientas empleadas tienen el fin de subyugar, concluimos inherentemente que no existe ninguna esclavitud ética ni ninguna herramienta que, usada para tal fin, pueda considerarse «compasiva» o «humanitaria». Los humanos cometemos atrocidades que difícilmente serían imaginables a manos de otros animales, en lugar de considerar las buenas acciones como «humanitarias» deberíamos denominarlas «animatarias».

Este mero ejemplo tiene el propósito de recordar que la injusticia siempre proviene de un prejuicio supremacista y que el lenguaje especista es un simple reflejo de dicha mentalidad. En consecuencia, debemos centrar nuestros esfuerzos en combatir dicho prejuicio. Ninguna acción dirigida hacia las consecuencias o el trato cambiará el origen la injusticia. Los activistas de buena fe que se centran en el «maltrato animal» o en el lenguaje (poco común en el veganismo pero mucho en el feminismo) simplemente pierden un tiempo maravilloso para enfocarse en las víctimas en sí mismas.

La sociedad general incurre en la falacia de que a los animales sólo les importa evitar el sufrimiento o de que los derechos dependan de tener obligaciones en sociedad. Resulta risible que uno deba hacerle recordar a muchos oyentes que los humanos negros tenían múltiples responsabilidades, trabajos y penurias. Sin embargo, no por ello se les reconocieron derechos. Decir que un derecho depende de una obligación, además de ser una petición de principio en sí misma, es un insulto a nuestra historia.

¡Derechos Animales ya! - Ternero encerrado para engorde - Animal esclavo
Ternero encerrado para engorde.

Los horrores de la esclavitud animal

El propio estado de un sujeto bajo la propiedad de otro implica que los intereses de éste quedan sujetos a los intereses de su propietario. Dado que el valor de un animal es meramente utilitario en nuestra sociedad actual, nada impide —salvo todo lo contrario— que los animales reciban una violencia sistemática durante sus vidas o para la extracción de un recursos vinculado a su existencia (p. ej: lana), trabajo (p. ej: arado) o muerte (p. ej: sacrificio).

En otros artículos se describen pormenorizadamente aquellas prácticas que los humanos ejercen a diario contra los animales en distintos campos, a saber, en ganadería, caza, pesca, zoológicos, acuarios, delfinarios, investigación, terapias, rescates, etc.

Toda manifestación de la esclavitud animal tiene en común una serie de acciones basadas en la identificación, el confinamiento, la coacción, la crianza y el asesinato. Los animales esclavizados presentan algún tipo de marcaje, a menudo son castrados o se los insemina forzadamente para, después, vender o matar a las crías.

¡Derechos Animales ya! - Gallinas atrapadas
El confinamiento es una de las consecuencias más comunes de la esclavitud animal. Dado que los animales están cosificados moralmente, se los trata como meras mercancías.

La esclavitud animal en la actualidad y sus consecuencias para los animales

Los animales no humanos dejaron hace tiempo de ser libres para verse obligados a convivir con el hombre, a obedecer estrictamente sus reglas y a padecer sus antojos y egocentrismos. Esto lo han comentado (y criticado) históricamente pensadores y filósofos de todas las culturas. Exponer una lista aquí incurriría inevitablemente en un reduccionismo. El concepto del especismo (así como el racismo el sexismo) no nació con el surgir de la civilización: lleva acompañándonos desde que tenemos uso de razón.

La esclavitud animal es legal en todas las naciones del mundo. Para las legislaciones del mundo moderno, los animales salvajes y domesticados son propiedades (bienes muebles semovientes; simples objetos con pelos, garras, escamas, alas, o lo que fuere): pertenecen a uno o más propietarios humanos, los cuales gozan de derechos prácticamente exclusivos para hacer con éstos cuanto estimen oportuno. En general, el control injustificado e inmerecido que hacen las personas sobre los animales domésticos podría resumirse en tres: cobijo, desempeño y reproducción.

Cobijo

Un animal domesticado no es libre de vivir o habitar donde desearía o donde sería propicio según sus características. Está condenado a morar de por vida justo donde el ser humano de turno considere pertinente: un piso de 30 m cuadrados, unas cuadras, una jaula, una finca en condiciones deplorables...

Desempeño

A un animal domesticado no solamente se lo priva de ir hacia donde quisiera y de vagar libremente como lo harían éste o sus antepasados en su hábitat natural. La cosa resulta incluso peor. Pues, dependiendo del animal en cuestión, puede asimismo verse forzado a desempeñar cometidos en las cuales el hombre es el único beneficiado: negocio y entretención (carreras, zoos, equitación, circos) o violencias ritualizadas que también constituyen negocio y entretención (toreo, fiestas como la Rapa das bestas, etc.).

¡Derechos Animales ya! - Criadero de conejillos de indias en Ecuador
La perpetuación de la esclavitud animal requiere el control reproductivo de los miembros esclavizados para que sigan generando nuevos esclavos con características más útiles para sus explotadores.

Reproducción

Un animal esclavizado no cuenta con libertad para reproducirse según sus apetitos; pues recordemos que son los seres humanos quienes lo mantienen. Debido al lucro y las ventajas, o bien las «molestias» y a los gastos que implicaría la descendencia, se dan dos situaciones antagónicas:

Caso 1: «Conviene» que se reproduzca

Selección artificial tradicional o neoselección artificial gracias a las técnicas en ADN. Los dueños eligen, deciden o pactan qué macho se apareará con cuál hembra (directa o indirectamente).

Dada nuestra marcada visión antropocentrista, siempre se busca uno o más caracteres fenotípicos y acostumbramos a hablar de cruce, raza pura, mejora de la raza y montones de tonterías variopintas a manos de gente sin un escaso atisbo de conocimiento sobre biología. Mediante este procedimiento se produce primeramente una selección direccional en busca del fenotipo deseado y después una estabilizadora para conservarlo.

En resumidas cuentas: la especie no mejora, la raza no mejora, únicamente se ha favorecido la presencia de ciertas características entre la población al tomarse éstos como beneficiosos (belleza, producción, velocidad, peso, etc.).

De hecho, el mantenimiento de una selección estabilizadora sólo acarrea a la larga una erosión de la variabilidad cromosómica y un empobrecimiento génico de la especie, lo cual aumenta los riesgos de enfermedades asociadas a la endogamia y de extinción.

Caso 2: No «conviene» que se reproduzca

Castración. El animal esclavizado se halla en una tesitura o desempeña una faena dada para la cual comportaría una contrariedad y un serio engorro que aumentase el número de individuos, o bien, que buscase pareja e intentara aparearse.

Atención aparte merece el sacrificio de estos animales cuando ya no ejercen ninguna función productiva: perro abandonado, caballo viejo, etc. Este fenómeno podríamos dividirlo igualmente en dos vertientes: «castración especista» y «castración como mal menor».

Castración especista (lo habitual)

Simplemente se opta por la castración porque si el animal siguiese entero causaría inconvenientes e incordios para los individuos que lo cuidan. Se trata de una acción egoísta cuyo absoluto beneficiario es el ser humano. Aquí entraríamos en casos como: perros «sin raza»; caballos destinados a paseo, enganche o policía montada, etc.

Muy a menudo se intentan justificar susodichas actuaciones con que así «se le evita estrés» y «sufrimiento» al animal; pues, si de verdad importasen tanto la tensión y el malestar del animal, mejor que estuviese en libertad (ya difícil en nuestros días) o, al menos, no compelido a realizar tales oficios hasta el fin de sus vidas.

Castración por carecer de otra salida (minoritario)

Se reconoce que no tenemos legitimidad moral alguna para atentar contra los órganos de otro individuo (mutilación) y que sí se le provoca un daño al animal al privarlo de unos constituyentes de vital importancia para sus organismos. En el caso de los machos, del pleno funcionamiento de unas glándulas que, a veces, parece olvidársele a la gente que participa en más funciones que en la simple reproductora.

Pese a ello, se escoge la castración porque, de otro modo, sería inviable su subsistencia; ya sea por la compañía de otros o por el gasto económico que originaría (¡cuán triste que todo derive del dinero!). Ésta es la circunstancia de, por ejemplo, las perreras, organizaciones que recogen animales abandonados y albergues para animales en general.

Perros encerrados en una perrera - La esclavitud animal existe
La esclavitud animal existe. Miles de millones de animales son criados, manipulados y privados de libertad por nuestro egoísmo y beneficio.

¿Cómo abordar la esclavitud animal?

Si la esclavitud es injusta en sí misma, entonces carece de sentido que nos autoengañemos con la idea de que pueda existir una «esclavitud feliz» —lo mismo se proponía desde la publicidad de los esclavistas en siglos pasados—, o de que pueda haber vacas felices mientras las separan de sus crías o que puedan ser felices mientras cuelgan cabeza abajo para degollarlas, ni tampoco hay caballos felices mientras compiten en carreras o cargan pesadas cargas ni gallinas felices mientras ponen huevos por una selección artificial ni sus crías son trituradas vivas. No hay nada romántico en la esclavitud animal como tampoco lo había en la esclavitud humana.

Si la esclavitud animal es un problema, maquillarla con regulaciones legales sobre la propiedad tampoco puede ser entonces parte de la solución. El problema no está en cómo se los críe o asesine, sino en el propio hecho de que nos creamos sus dueños, sus propietarios y con legitimidad para regir sus vidas y usarlos como simples recursos para nuestros fines.

Los activistas veganos, a diferencia de otros partidos y organizaciones animalistas, no nos centramos en el «maltrato animal» o el «abuso animal» que acontece en granjas, circos o mataderos o en el día a día. Éstas son sólo consecuencias lógicas y esperables de todo sistema esclavista; como está bien documentado entre humanos.

Nuestra formación condena el hecho mismo de que los animales sean todavía nuestros esclavos en el siglo XXI, y de que carezcan de derechos legales reconocidos a pesar de que comparten con nosotros los mismos intereses inalienables (vida, libertad e integridad). Siguiendo la analogía anterior, la esclavitud animal es un crimen contra la animalidad.

Partido Vegano - Mulo cargado con alforjas a lomos - Animales esclavizados
La esclavitud animal, como el trabajo forzado, no tiene nada de justificable ni de romántico. Si cualquiera de nosotros fuese ese pobre mulo atado con alforjas a lomos, a ninguno se le ocurriría excusar estas acciones humanas. Se requiere empatía, reconocer razones científicas y despojarnos de una adoctrinamiento infantil.

Conclusión

Es tal el extremo al que hemos llegado con la esclavitud animal, que poco puede hacerse ya en pleno siglo XXI para encontrarle una solución efectiva a la existencia de estos animales sin la omnipresencia y dominio estricto del ser humano.

Si comprendemos que los animales merecen justicia y que la esclavitud animal es injusta, entenderemos que no puede haber avance alguno mientras se le diga a la sociedad que pase a consumir «huevos sin jaulas» o «carne ecológica».

Igualmente, carece de sentido conformarse con seguir una dieta vegetariana, ni tiene tampoco el menor sentido que partidos y organizaciones convoquen manifestaciones o firmas para prohibir la tauromaquia o endurecer las leyes mientras no reivindican lo único que podría salvarlos: el reconocimiento de derechos legales, lo cual puede lograrse por medio del activismo educativo.

Los activistas veganos deseamos hablar claro y señalar la realidad para luchar por los Derechos Animales y su libertad. Queremos que los defensores, votantes y afiliados de otras formaciones dejen de ser engañados por el fraude del Gobierno y los intereses corporativistas.

En nuestra mano queda luchar para paliar y remediar esta situación transformando nuestra percepción hacia los restantes animales y promoviendo el respeto que merecen. El principio ético que defiende el respeto hacia los animales y su libertad es el veganismo.