El elitismo especista y el valor de los animales
El animal como símbolo de poder o estatus
En otros artículos previos se ha señalado las evidencias biológicas y sociales que explican el fenómeno de la discriminación moral y la mentalidad especista que desemboca en el antropocentrismo y sus diversas manifestaciones sociales, entre ellas, la famosa «ley del más fuerte». Asimismo, he hablado con anterioridad sobre la caza y otros rituales de dominación humana como ejemplos de la relación existente entre el poder —la capacidad de influir sobre otros— con la posterior búsqueda de argumentos con que legitimiar el uso de este poder.
En esta entrada, quisiera reflexionar sobre las razones histórico-sociales que han condicionado una percepción positiva o deseada hacia ciertos animales o productos derivados de la explotación animal como medios para la exhibición de poder o estatus en la sociedad occidental.
Expresado de una manera más sencilla: busco relacionar que una vasta cantidad de animales o productos de lujo se consideran «de lujo» porque son (o proceden de) animales y que la sociedad considera, sin más, que un producto de origen animal es más valioso porque está vinculado socio-culturamente con la nobleza y la alta burguesía.
El elitismo especista mantiene una estrecha relación entre la percepción de tradicional del lujo y nuevas formas de explotación animal que permita seguir destacando ante el resto de la sociedad. El caviar y el consumo de animales o productos de origen animal raros es muy común entre aquellos humanos que buscan llamar la atención valiéndose de su poder económico.¿Qué es el elitismo especista?
A mi juicio, se produce un fenómeno de elitismo especista cuando los miembros de nuestra sociedad aspiran a poseer o exhibir determinados animales, razas de animales o productos de origen animal por la mera razón de que, según la mentalidad individual y colectiva, se trasvasa la rareza o costo de la crianza o adquisión del animal y su posterior transformación —sacrificio, doma, entrenamiento, etc., en caso pertinente— hacia el valor figurado o social de quien posee dicho producto.
Todas las formas de explotación animal existentes derivan de nuestra creencia de que los animales sean simples objetos o seres inferiores que existan para servirnos. Irónicamente, a pesar de esta consideración de inferioridad frente al ser humano, la historia nos demuestra que la posesión y tenencia de productos derivados de los animales (esclavos) se ha empleado como símbolo de poder o estatus.
El motivo de este hecho pudiera estar vinculado a que las primeras civilizaciones humanas, antes de la acuñación de monedas, empleaban los animales esclavizados como ganado y las pieles cazadas como bienes de intercambio.
Dada la relación lógica entre la dificultad de cazar o criar animales respecto a la obtención o recolección de otros bienes más comunes o fáciles de obtener, no cabe extrañarse de que la humanidad estableciera prontamente una conexión figurada entre la posesión de animales y sus productos con un mayor poder o estatus en sociedad. Si bien, la relación entre precio y dificultad de obtención es tremendamente engañosa en nuestros días.
Para el elitismo especista existe una obsesión por destacar mediante la compra y tenencia de diversos animales seleccionados por su raza. Cuanto mayor sea su rareza o costo relativo, mayor tendencia habrá de que deseen tales animales o sus productos derivados.La confusión entre el valor de los animales y su precio
En economía puede señalarse con parquedad que el valor de una mercancía es la importancia que tiene para su poseedor y que, en cambio, el precio es la cuantía monetaria que otro esté dispuesto para pagar por dicha mercancía.
En el seno de nuestra sociedad profundamente especista, el precio de los animales —su valor económico— ha venido condicionado por el valor subjetivo que la sociedad le adjudica a cada especie y ejemplar. Así, por ejemplo, el precio de una vaca ha venido determinado históricamente por factores utilitarios, a saber, su peso (para carne), su producción (de leche), número de crías (si sirve como hembra de vientre), así como su casta y otros rasgos de interés ganadero.
El especismo, unido al mal uso del lenguaje, es capaz de generar situaciones diarias bastante aberrantes. Como anécdota, una vez me topé en un autobús urbano con una señora ciega que estaba presumiendo del «valor» de una perra que acababa de comprar para que le sirviera como instrumento de guía, como una maleta con patas. Si la cosificación afecta a quienes pueden ver, este prejuicio se ve potenciado en los invidentes.
Esta señora se expresaba diciendo: «Esta perra vale 30.000€». Esta expresión incurre dos errores graves, uno lingüístico y otro ético. En primer lugar, que a esta señora le haya costado una cantidad determinada no significa que otros humanos no hubieran estado dispuestos a pagar más o menos por dicha perra. Y, en segundo lugar y más importante, el valor de un animal es infinito.
El valor de los animales no puede medirse con dinero porque ellos son sujetos que sienten y padecen como nosotros. Los animales poseen sus propios intereses inalienables que son tan importantes para ellos como para nosotros los nuestros.
Las colecciones privadas de animales han sido una forma tradicional de elitismo especista que derivó en el surgimiento comercial de centros dedicados al encierro y exhibición de animales para humanos que, tal vez, desearían poseerlos y dominarlos por sí mismos.El valor de los animales asociado a su origen y forma de explotación
Esta relación entre el poder y la posesión de animales o de ciertos productos de origen animal se ha mantenido y diversificado hasta nuestros días. Ha habido tres fenómenos históricos contemporáneos que han modificado ligeramente cuáles animales o productos de origen animal se consideran de lujo y, por tanto, como objetos de deseo para mostrar poder o estatus:
- El colonialismo ejercido por las potencias europeas motivó el surgimiento de los zoológicos, acuarios y otros centros recreativos que tomaban el testigo de las clásica colecciones privadas ostentadas por la nobleza. A partir de entonces, los animales presentes en América, África o Asia pasaron a adquirir un valor comercial asociado a su carácter exótico.
- La ganadería industrial mecanizada, iniciada a mediados del siglo XX, supuso el incremento exponencial del número de animales esclavizados (reses) para consumo humano y de otros animales explotados como herramientas de compañía o retenidos en cautividad. Esto redujo el interés de ciertos animales y sus productos, como la vaca y el cuero o la oveja y la lana, en pos de otros animales más exóticos, como los visones, los tigres, los elefantes o los cocodrilos.
- La ganadería ecológica, motivada por la ideología proteccionista y el fijismo ecologista, supuso la vuelta a la explotación de especies o razas domesticadas minoritarias o que carecían de arraigo en los mercados internacionales. Ciertas especies y razas autóctonas adquieren un interés elitista asociado a su «casticidad» o a la creencia errónea de que sus productos son más sanos, que generan una menor huella ecológica o que el animal de turno «vivió mejor» .
En consecuencia, en nuestro siglo presente, la percepción del poder o estatus obtenido por medio de la tenencia de un animal o su producto es muy diferente de la que se tenía siglos antes.
En la actualidad, cuanto más innecesaria, pomposa, extravagante o absurda resulte una forma de explotación animal, mayor tendencia existe de que surja o se practique por una cuestión de elitismo especista.
Exhibir las pieles de animales brutalmente asesinados, ya sea en granjas o en la naturaleza, constituye uno de los símbolos del elitismo especista.El elitismo especista y las actividades tradicionales
En la actualidad, el elitismo especista se manifiesta de formas muy variadas. Una de las más claras radica en el deseo de usar y poseer productos confeccionados con la piel de distintos animales.
Esta forma de elitismo especista suele estar vinculada a tendencias y estilos de vida propios de aquellos humanos con altos ingresos económicos. Debido las razones históricas ya mencionadas, en este caso, la explotación animal está fuertemente vinculada a la exhibición de un poder o estatus social con independencia de la calidad real del producto.
Hay varios sectores en que la explotación animal está muy asociado al estatus social, por ejemplo, la moda, la música clásica o los vehículos de alta gama. El elitismo especista se observa especialmente en ciertos deportes derivados de actividades tradicionales de la nobleza europea, a saber, la caza con perros, las carreras de caballos o el polo.
No se trata de cuestionar que la carne de avestruz o la piel de cocodrilo, por poner unos ejemplos, sean productos de baja calidad; sino de entender que la razón de por qué comenzaron las granjas de avestruces y las granjas de cocodrilos responde a una necesidad de esnobismo especista, es decir, de optar por el consumo de nuevos productos menos comunes para destacar sobre otros humanos.
El ser humano siempre ha buscado formas de ostentar y representar su poder sobre la naturaleza, los animales y otros humanos. Las Casas Reales de distintas monarquías son un ejemplo actual de elitismo especista cuando, en determinadas fiestas, se pasean en sus carruajes de siglos pasados como reminiscencia tradicional de su poder o estatus a través de la posesión, control y dominio de animales. Asimismo, la esclavitud de tales animales simboliza y recrea la subyugación que pueden ejercer sobre el pueblo llano. Los ciudadanos de pie suelen sentir fascinación porque quisieran ostentar dicho poder.Conclusión
A pesar de que existen condicionantes biológicos, la explotación animal es un fenómeno de origen cultural cuya percepción hacia la misma ha ido variando a lo largo del tiempo. Debido a la cosificación de los animales, nuestra sociedad ha establecido una serie de patrones arbitrarios que han marcado tanto el precio (valor económico) de tales esclavos como el valor social que tienen para su dueño o propietario.
El elitismo especista procede del afán humano de distinguirse de otros por medio del uso y obtención de aquellos animales o productos de origen que representan su poder y estatus con independencia de la necesidad o calidad real del bien considerado. En ciertos casos, la posesión y dominio de animales sirve también para recrear el poder que tienen para dominar a otros humanos que contraríen sus intereses de clase.
En virtud de ello, se dan sucesos cotidianos bastante chocantes en que humanos mejor o peor parados en la jerarquía social apelan al uso y posesión de animales esclavizados para así tratar de granjear alguna suerte de respeto social; un respeto que violan para aquéllos a quienes esclavizan o cuya esclavitud financian.
En nuestro mundo actual, los animales quedan supeditados a su valor económico. Sin embargo, todos ellos poseen un valor moral porque sienten y padecen al margen de cómo nosotros los valoremos. Los veganos somos aquellos humanos que, conscientes de esta realidad, hemos decidido dejar de participar en toda forma de explotación animal.