El especismo en Pokémon
Introducción
Pokémon es, es tal vez, una de las franquicias archiconocidas del mundo. Su popularidad durante décadas sólo ha sido comparable a otros fenómenos sociales, en campos tan diversos como el deporte, la música, el arte o el cine.
Resulta difícil definir qué es Pokémon: ¿videojuegos? ¿anime? ¿manga? ¿juegos de cartas? ¿juegos de mesa? ¿Todo esto a la vez? Sobre Pokémon han corrido ríos de tinta, especialmente, en forma foros, wikis, fanfics y versiones manipuladas de juegos (hacks). Sin embargo, dada nuestra sociedad complaciente, mucho menos se ha versado sobre la relación epitemológica entre el mundo Pokémon y el mundo real.
Pokémon, al igual que cualquier otra creación humana, queda a merced de las convicciones, creencias, valores y prejuicios de los humanos que la crean y hacen evolucionar. Por tanto, no cabe negar la existencia de patrones comunes entre aquello que percibimos bajo el epíteto de «normal», «bueno» o «malo», en los juegos y series, y nuestra propia visión aplicada al mundo real.
En esta entrada, derivada de un artículo general sobre el especismo en videojuegos, verteré una serie de reflexiones sobre el especismo en Pokémon como reflejo de nuestra sociedad actual en donde imperan las ideologías proteccionista y bienestarista.
Entiéndase, empero, que esta crítica vegana a Pokémon no tiene el fin de condenar o censurar las obras relacionadas con Pokémon. Mi propósito es el de establecer paralelismos para resaltar hasta qué punto puede asemejarse la relación ficticia de humanos y pokémons con la de humanos y animales en la realidad.
Magikarp representa, tal vez, nuestra visión de los peces como animales tontos y poco expresivos.¿Qué son los pokémons? ¿Los pokémons existen para servir a los humanos?
Aunque la saga adolece de explicaciones científicamente profundas, podríamos entender que los pokémons son un grupo de seres vivos —parecidos a los animales o pertenecientes a este grupo— que poseen una serie de habilidades comunes y específicas. A todos los pokémons, además de sus funciones vitales —nutrición, relación y reproducción— se les aduce la capacidad de emplear ataques físicos, mágicos, segregar sustancias, lanzar rocas, hipnotizar, expeler venenos, paralizantes y un sinfín de acciones fantásticas.
Destaca, especialmente, la capacidad de los pokémons para transformar sus cuerpos, a modo de metamorfosis instantánea. Esta acción recibe, en el contexto de la obra, el nombre de «evolución» y, tal vez, sea también fruto de confusiones sobre cómo funciona la evolución de los seres vivos en el mundo real.
Si tomamos el mundo Pokémon como un todo, en un primer vistazo pudiera parecernos que se trata de una realidad paralela en que el paradigma sociopolítico, desde la educación, la sanidad, la economía y las fiestas, está basado en la existencia y explotación de los pokémons.
Aunque exagerado —o deformado por falta de hincapié en otros ámbitos—, el mundo Pokémon refleja exactamente la fijación y «centralización» de nuestro mundo real sobre la explotación animal como medio de satisfacción social y económica. No ocurre que sea un mundo altruista o un edén para estas criaturas; sino un constructo mundial en donde está normalizada la crianza y explotación de pokémons para divertimiento y beneficio económico de los humanos. ¿A qué nos recuerda esto?
Captura de un vídeo titulado «Cosas sin sentido en los juegos de Pokémon». Recomiendo verlo para ahondar en profundidad en el contexto de los primeros videojuegos.El mundo Pokémon es especista
El especismo, del que he hablado largo y tendido en este blog, es el prejuicio ético por el cual se ejerce una discriminación moral basada en la especie. La forma más común de especismo es el antropocentrismo, la consideración de que los humanos seamos superiores y de que tengamos un derecho inherente para dominar y violentar a aquellos que no lo son.
En el mundo Pokémon, toda la sociedad acepta, valida y promueve como dogma de fe el hecho de que los pokémon existen para servir a los humanos, de la manera que cada «cuidador» o «entrenador» decide qué puede hacer con ellos. Ya desde la primera generación de videojuegos aparecía el profesor Oak para decirnos que había quienes tenían pokémons como compañía, pero que la mayoría los usaba para luchar.
De esta guisa, tan obvia, se presenta a los pokémon cual análogos de los animales del mundo real y se asume las mismas consideraciones que tenemos en la realidad sobre ellos, añadiendo únicamente una serie de convenciones, intereses y formas de explotación que no se producen de igual forma por razones asociadas a un argumento fantasioso.
En el mundo real hay animales criados para pelear, como el caso de perros o gallos; así como para ejercer determinados deportes o brindar ciertos servicios. En mayor o menor medida, el mundo Pokémon refleja los usos y costumbres de los humanos con los animales: pokémons como mascotas —p. ej: Snubbull—, pokémons como guardianes —p. ej: Growlithe—, etc. Incluso el propio diseño de la mayoría está basado en animales del mundo real.
Una figura de Pikachu sobre la hierba pudiera simbolizar la visión humana hacia los animales cual objetos coleccionables.Mascotismo y proteccionismo en Pokémon
El proteccionismo es una ideología basada en la creencia de que el ser humano tiene el deber de evitar algunas formas de explotación animal, o en alguna medida durante algún periodo de tiempo, para minimizar daños al medio ambiente o a nuestra sociedad. El grueso de las campañas ecologista se engloban bajo esta ideología.
Una de las metas más importantes en la serie y en los juegos, aparte de vencer la Liga Pokémon, es la de completar la Pokédex. Es decir, el jugador tiene como objetivo capturar a todas las especies de Pokémon existentes en la región o hasta esa generación considerada.
Dejando a un lado los intereses mercantiles —p. ej: forzar a los jugadores a intercambiar pokémons—, podríamos argumentar que el afán de «hacerse con todos» —tan repetido en el anime por el lema traducido del inglés «catch them all»— se asemeja a la visión humana de poseer y conservar a animales en cautividad.
El ser humano percibe a los animales como objetos sin intereses ni voluntad, por ende, se limita a creer que está bien encerrarlos mientras se cumpla con unas mínimas obligaciones de alimento y espacio. Los propios gobiernos reafirman esta creencia y la llaman «tenencia responsable».
Más allá de la percepción corriente del típico mascotista, los ecologistas y otros profesionales que estudian y buscan preservar los hábitats naturales incurren una visión cosificadora de los animales cuando promueven su crianza, explotación y encierro con el argumento de conservarlos, el cual, como en Pokémon, no es otra cosa que tenerlos siempre disponibles para poder usarlos y obtener algún beneficio mediante su uso.
Así, por ejemplo, lograr la conservación del lobo, del lince o de los leones no tiene otro fin, en sus respectivas zonas y jurisdicciones, de permitir un flujo de dinero constante basado en programas de cría, investigaciones o turismo.
Captura de la pantalla de carga de Pokémon Pokémon HeardGold y Pokémon SoulSilver mostrada cuando se accede al Pozo Slowpoke, lugar donde opera el Team Rocket para cortarles las colas.Bienestarismo en Pokémon
El bienestarismo es una ideología basada en la creencia de que el ser humano tiene el deber de reducir o eliminar el sufrimiento de los animales —o de algunos animales— atendiendo a criterios sentimentales, tales como la cercanía hacia ese animal u otros valores subjetivos. Es, quizás, la ideología más asentada entre los animalistas y aquella gente empática con los animales que no ha profundizado en materia ética para reflexionar sobre sus acciones.
Como no podía ser de otra, en el mundo Pokémon aparecen reflejadas aquellas acciones que la sociedad actual cataloga como «justas» o «injustas» arbitrariamente. Fijémonos en el caso del Team Rocket. Para quienes no conozcan nada de Pokémon, baste con señalar que ésta es una organización mafiosa ficticia que se dedica a robar y a traficar con Pokémon y partes de sus cuerpos.
En el mundo Pokémon es legal y está normalizado criar pokémons, comprarlos y venderlos, obligarlos a competir y usarlos para combatir hasta que caigan debilitados; pero, al parecer, está prohibido y mal visto «hacerlos sufrir». Vaya, mire usted.
A partir del anime y los juegos desde la segunda generación, conocemos a un personaje llamado César, quien muestra su preocupación porque el Team Rocket se dedica a capturar slowpokes para cortarles las colas y venderlas. Este hecho quizás está inspirado en el cortado de colas en perros, o en el uso de partes de animales como amuletos o sustancias afrodisíacas —cuernos de elefante o aletas de tiburón—, entre otros materiales utilizados en la medicina tradicional —y especista— de regiones orientales.
Que alguien como César se oponga a la barbarie de cortar colas a los pokémon, y no reaccione con esa misma efusividad ante los combates de Pokémon que se producen en el gimnasio de Pueblo Azalea frente a su casa, es una evidencia flagrante de la misma mentalidad bienestarista e hipócrita de nuestra sociedad real.
En el mundo real existe gente como César que se opone a que los perros y otros animales sufran; pero no cuestionan en absoluto que el origen de dicho sufrimiento radica en su propia condición de esclavitud ni que muchas otras formas de explotación animal son igual o más crueles.
Un bienestarista cataloga como «maltrato animal» aquellas formas de violencia que no le reportan beneficios —César no obtiene beneficio cuando el Team Rocket les corte la cola a los slowpokes—, en cambio, estiman como necesarias y justificadas aquellas formas de explotación en que sí participan, tales como comer carne o montar a caballo. Simple y evidente.
Esta captura sobre el pokémon Miltrank, extraída de la WikiDex, plasma algunos datos interesantes sobre cómo el ser humano idealiza a las vacas y la explotación láctea. Figura el mito de que la leche sea sana y, para colmo, se observa asimismo la creencia social de que una vaca pueda generar leche sin tener crías.Los pokémons como esclavos felices
En los juegos, en el anime y demás creaciones, los pokemons se muestran siempre felices, complacidos y obedientes mientras el entrenador posea un número mínimo de medallas. Pareciera que, en vez de látigos, el sometimiento de un pokémon se logra mediante una chapa que indica la habilidad de su entrenador presente para explotar a otros pokémons. ¿Acaso habría quien negara la capacidad de los pokémons para el pensamiento abstracto? ¿Eh?
Esta visión romántica de los «esclavos felices» también se produjo históricamente en lo relativo a la esclavitud negra. En la época se decía que los negros cantaban en los campos de algodón por su dicha de servir al hombre blanco y adoptar el cristianismo. Si los pokémons hablaran, seguro que pondrían en su boca algún tratamiento de cortesía hacia sus amos o entrenadores.
Captura de la página web de la campaña de PETA contra Pokémon. Nótese que plasma sus enfoques habituales sobre la experimentación con animales.PETA y el especismo en Pokémon
Hace ya unos años, PETA lanzó una campaña contra Pokémon. Entre sus acciones estuvo la de crear un videojuego a modo de parodia para resaltar el sufrimiento de los pokémon y sus deseos de rebelarse frente a sus domadores.
Aunque no rechazo, en absoluto, el sumo valor de acciones activistas que establezcan analogías y críticas contra la explotación animal, PETA no defiende los Derechos Animales y ni difunde un mensaje de respeto hacia los animales.
PETA, como otras organizaciones bienestaristas, solamente buscan explotar la explotación animal y obtener lucro mediante el morbo, un mensaje sensacionalista, populista y vacío, centrado en el sufrimiento animal y en el propio desconocimiento de la ciudadanía sobre el funcionamiento y bases legales, las cuales determinan el estado de los animales como bienes muebles semovientes al servicio del ser humano.
El especismo en Pokémon es un reflejo del especismo en el mundo real.Conclusión
El mundo de Pokémon refleja las mismas contradicciones y paradojas, que nacen y se desarrollan en nuestro clima sociopolítico actual, en lo tocante a nuestra relación con los animales. Ante esta cuestión suelen surgir argumentos y enfoques que no alcanzan a modificar el paradigma legal al obviar el origen sociológico y antropológica de la esclavitud animal.
El argumento proteccionista de que ciertos juegos pueden promover el especismo y acciones violentas contra los animales pudiera ser argumentable según el caso considerado. Para quienes sepan distinguir entre realidad y ficción, un videojuego de Pokémon o sus series no alentará que su público decida encerrar y explotar animales de verdad para echarlos a pelear. Si bien, a juzgar por las enormes deficiencias mentales observadas en nuestra sociedad, tampoco me sorprendería...
En Pokémon figuran acciones presentadas como «correctas» o «incorrectas» según criterios bienestaristas de aceptación social. Las actividades del Team Rocket —análogas a las de cazadores furtivos— aparecen consideradas delictivas —aun cuando los pokemons y los animales carecen de derechos legales— porque nuestra sociedad establece cuáles formas de explotación están bien o mal según el beneficio relativo del individuo o del colectivo frente a la vulneración sufrida por las víctimas. Lo mismo cabe recordar sobre acciones como la crianza en cautividad en zoológicos, acuarios y otros centros.
Los humanos no explotamos a los animales del mundo real porque sean más o menos inteligentes, sino porque podemos. Hay que tener precaución al entender el concepto de «poder». Poder no significa fuerza; sino capacidad para imponer nuestra voluntad sobre la ajena.
Los pokémons, así como los animales del mundo real, tienen capacidad de físicas y habilidades que superan a las humanas. Sin embargo, en su caso, no cuentan con capacidades para organizarse y reivindicar su voluntad frente a la nuestra.
Este mero estado de la cuestión se confunde a menudo, tal como ocurrió también en el pasado, con una suerte de apología del dominio de los fuertes contra los débiles. Al contrario, deberíamos avergonzarnos por emplear nuestro poder frente a quienes quedan indefensos ante nosotros.
Si el ser humano ha sido capaz de esclavizar a otros humanos no ha sido por una razón de fuerza o inteligencia; sino por la existencia de un contexto que permitía la hegemonía de un colectivo frente a otros. La corrección política, en un afán de reescribir la historia, incurre además en un especismo flagrante cuando los activistas veganos señalamos que las injusticias padecidas por los animales son análogas a las ocurridas a otros humanos indefensos.
Tal como se dice en tantas películas de superhéroes, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. El ser humano todavía no se ha percatado de que nuestra capacidad para manipular y domina a los animales y el medio ambiente implica una serie de deberes morales que debemos empezar a cumplir desde ya mismo.
El veganismo es un principio ético basado en el rechazo hacia toda forma de explotación animal en reconocimiento científico de que los animales, como nosotros, poseen sus propios intereses inalienables: vida, libertad e integridad.