Las tiendas de animales y los niños pequeños
La sorprendente conciencia de los niños pequeños
El veganismo se opone a toda forma de explotación animal —uso de los animales como recursos— en reconocimiento de sus intereses inalienables. Los animales son esclavos y, entre las muchas formas en que se comercia con ellos, aquellos mercados y establecimientos dedicados a la venta de animales reverberan nuestra profunda mentalidad cosificadora. En este artículo, desde el desearía hablar sobre las tiendas de animales y lanzar una reflexión entre la empatía infantil y los enfoques errados con que habitualmente se afronta esta problemática.
Ver a un animal enjaulado, ya fuere un perrito en una jaula de cristal o un ave en una jaula de barrotes, es algo que no despierta compasión ni sudores fríos en el grueso de nuestra sociedad. Los niños pequeños suelen acercarse a los escaparates de las tiendas de animales porque muestran una curiosidad y admiración genuinas hacia otros animales.
Los más pequeños, librados todavía de prejuicios, son capaces de preguntarse por qué un animal está encerrado o por qué tiene un precio marcado en una etiqueta o cartel cual si fuese un juguete. Somos los adultos, quienes ya adoctrinados por nuestra propia civilización, contemplamos tales aberraciones sin enarcar una ceja.
Los niños pequeños exhiben una fascinación sincera por los animales. Ellos saben percibirlos como individuos únicos y diferentes. Animales como esta cobaya les despierta amor y ternura. Sin embargo, los adultos se despojan de esta empatía infantil y pasan a verlos como simples seres inferiores que existen para servirnos, cual instrumentos de experimentación en laboratorios o cual chivos expiatorios de nuestras terribles acciones.Las tiendas de animales son fruto de nuestro antropocentrismo
Nuestra sociedad trata y presenta a los animales como simples objetos porque llevamos cosificando moralmente a los animales durante miles de años. Esto significa que, desde antiguo, mantenemos la visión de otros sujetos como seres inferiores por la simple razón de que no pertenecen a nuestra especie. El especismo es un fenómeno análogo al racismo y al sexismo, y comparte el mismo origen.
El ser humano sitúa perros, gatos, conejos y otros muchos animales tras un escaparate por el mismo motivo por el cual mete a otros tantos animales en zoológicos, acuarios o delfinarios: los humanos nos creemos ser los únicos seres merecedores de respeto y con legitimidad para regir las vidas de otros animales al mismo tiempo, sin lugar a dudas, jamás permitiríamos que alguien nos hiciera esto mismo.
La industria dedicada a la crianza de animales apela a menudo a una publicidad dirigida a los padres, por la cual vende la necesidad de comprar mascotas para educar en valores a los niños o para que sean más felices.
Habitualmente, las organizaciones y múltiples colectivos animalistas tratan de abordar la problemática del comercio de animales desde una perspectiva sesgada por los prejuicios y la conveniencia social. Resulta sorprendente cuando, en muchas ocasiones, los niños pequeños alcanzan a dar respuestas mucho más racionales que un adulto debido a que ellos tratan un problema sin conflictos de intereses.
Mientras que los adultos animalistas piden o se conforman con mejorar el trato de tales animales o de limitar el número de comercios abiertos, los niños más empáticos llegan a expresar que no es justo que un animal tenga un precio porque valen mucho por dentro, porque poseen un valor intrínseco.
Nuestra sociedad provoca que el paso desde la niñez a la vida adulta conlleve la adquisición de prejuicios y la cosificación moral de los animales. Las prácticas ganaderas requieren adoctrinar a los niños pequeños a ver a los animales como objetos a los que dominar, atar, violentar e incluso ser capaces de vender después de haberlos criado. Esta alienación que se practica contra los niños pequeños debiera estar tipificada como una forma de violencia infantil.Conclusión
La mayor parte del movimiento animalista actual es bienestarista. Eso significa que sólo se preocupa por el bienestar de los animales encerrados en tiendas de animales, en granjas, circos y otros lugares en la medida en que su sufrimiento padecido no le reporte ningún beneficio. Si de verdad nos importan los animales y queremos ser justos con ellos, debemos aprender de nuestros propios hijos y entender que el enfoque bienestarista imperante es atroz.
Son nuestros descendientes quienes nos enseñan a diario que carece de sentido pretender el bienestar de cualquier animal mientras los criamos y practicamos con ellos aquellas acciones que nunca haríamos con otros seres humanos. Los animales estarán desprotegidos mientras no se los dote de una protección legal. Y hasta los niños de corta edad comprenden que no se puede proteger a un animal mientras se lo mata, se lo come, se lo usa en experimentación, terapias o de cualquier otra forma.
Los activistas veganos debemos tener claro que la solución para las tiendas de animales y toda forma de explotación animal pasa por el activismo educativo, el despojo de prejuicios y en que aprendamos a aprender de nuestros hijos. Ellos nos enseñan a ser mejores personas y nosotros, lamentablemente, los enseñamos a ser peores humanos con los animales.