20.000 pollitos abandonados mueren en el aeropuerto de Barajas
[Fuente de la fotografía: La Vanguardia]
Los animales son legalmente mercancías
Los activistas veganos mostramos la realidad de los animales para reivindicar derechos legales para todos ellos. En este artículo deseamos relacionar el abandono de animales como la evidencia legal y contextual de que los animales son mercancías a ojos de la ley.
Más de 20.000 pollitos fueron abandonados en el aeropuerto de Madrid porque el cliente ganadero que los había comprado ya nos los quería. Había llovido encima de los palés y la lluvia había estropeado las cajas de cartón en las que los transportaban. Esto provocó que ya no fuera rentable la mercancía.
Estos pollitos, como todos los animales del mundo, están catalogados como «bienes muebles semovientes» (objetos con movimiento autónomo). Es decir, todos los animales se consideran mercancías, objetos, recursos o medios al servicio del ser humano.
En consecuencia, dejaron allí tirados a estos 20.000 pollitos, en jaulas, sin agua ni comida, para que se murieran. La compañía explotadora de estos animales los había dejado en las inmediaciones de un hangar, junto al área de carga del aeropuerto, como si de una carga de objetos se tratase. Cuando fueron a rescatarlos, la mayoría ya estaban muertos o moribundos.
La sociedad y el grueso de los animalistas comparten la misma ideología: la creencia de que está bien explotar animales mientras vivan lo suficientemente bien. El bienestarismo es el mayor cáncer de los Derechos Animales.Acciones y reacciones por los 20.000 pollitos abandonados
Debido a que los animales están catalogados legalmente como «cosas», no se puede presentar ninguna denuncia formal contra la empresa avícola compradora. La Policía Nacional ha abierto una investigación sobre los responsables; pero dicha investigación tiene un carácter administrativo. Abandonar animales en un hangar —o en cualquier otra parte— es, legalmente, como dejar un frigorífico en la playa. El Estado puede sancionar a los culpables, sin embargo, eso no significa que los animales o los frigoríficos estén protegidos ante la ley.
Diversos colectivos animalistas y sus organizaciones asociadas aprovechan cada suceso, en donde cualquier animal salga mal parado, para condenar el «maltrato animal» —una denominación errónea—, protestar o denunciar ante la fiscalía, aun cuando no existen leyes que protejan ni que puedan proteger a los animales como tampoco los había para humanos negros a medios del siglo XIX.
Las leyes de «protección animal» no están redactadas para proteger a los animales; sino para velar por ciertos intereses humanos sobre los animales. Cabe recordar, una vez más, que un animal —objeto— no tiene derechos ante la ley. En algunos casos, tras estas denuncias se esconde un afán de protagonismo publicitario y recaudatorio.
Tales grupos no le explicarán a la gente las vicisitudes legales. Se limitan a vender humo y hacen pensar a la sociedad que este triste suceso de los 20.000 pollitos, abandonados en el aeropuerto de Barajas, sea una situación anómala o diferente de los miles y millones de animales que se transportan al día en el mundo y cuyo destino es el matadero.
Si la sociedad, con los animalistas a la cabeza, se indigna ante esta circunstancia es porque la muerte de 20.000 pollitos abandonados no beneficia a nadie. Si estos 20.000 pollitos hubieran llegado a la adultez y terminado en un matadero avícola, casi nadie, ni siquiera el animalista de turno que presume de ir a las manifestaciones antitaurinas se rasgaría las vestiduras. La mentalidad social es meramente utilitarista.
Si esos 20.000 pollitos, abandonados en el aeropuerto de Barajas, hubiesen llegado vivos a la granja avícola que los había comprado y hubieran llegado a convertirse en adultos, habrían terminado en un matadero y no serían noticia. La sociedad convierte en noticia la muerte de animales cuando no conduce a un beneficio social.¿Un final feliz para estos 20.000 pollitos?
De los más de 20.000 pollitos que la empresa avícola abandonó en el hangar del aeropuerto de Barajas, solamente unos 3.000 llegaron vivos a sociedades protectoras. De éstos, la gran mayoría hubieron muerto por las pésimas condiciones en que se hallaban; después de permanecer durante tantos días a la intemperie, sin comida ni agua. La crueldad de la industria alimenticia está regida por la misma mentalidad de quienes comen animales y participan en otras formas de explotación animal.
Este rescate de animales ha sido el más numeroso que se ha hecho en el estado español. Miles de vidas que se han intentado salvar por todos los medios. Vidas pequeñas pero no menos importantes. Estos bebés personifican la ternura, inocencia e indefensión de todas las especies animales frente al ser humano. Es incomprensible y totalmente despreciable que los hayan dejado abandonados a su suerte, para que murieran de una manera atroz. Pero... ¿han servido estos hechos para cambiar la realidad de los animales?
La muerte lamentable de estos 20.000 pollitos sólo habrá servido de algo si la sociedad comprende que toda esta situación está originada por el hecho de que los animales son legalmente mercancías. Carece de sentido que el movimiento animalista se indigne mientras es incapaz de entender el origen del problema, sigue hablando erróneamente de sufrimiento animal y cree que puede detenerlo a golpe de clic. El abandono y el maltrato animal son las consecuencias esperables y coherentes de un marco legal y social totalmente especista y antropocéntrico.
De nada nos sirve querer, amar y cuidar a unos animales si, al mismo tiempo, participamos en la explotación de otros animales por ignorancia o indiferencia.Una conclusión sobre los 20.000 pollitos abandonados en el aeropuerto de Barajas
Si de verdad nos importan los animales, debemos empezar por entender que ellos también merecen respeto porque poseen intereses inalienables. Toda forma de explotación animal —uso de los animales como recursos para nuestros fines— supone la vulneración sistemática de sus vidas, libertad e integridad. Reducir sus penurias al «sufrimiento» significa validar que su explotación continúe si se practica de «una mejor manera». No existe una manera correcta de criar y seleccionar animales, de inseminarlos, violarlos o castrarlos, encerrarlos, torturarlos, transformarlos en pieles, ni de hacerles cualquier cosa que no querríamos para nosotros mismos.
Los activistas quisiéramos invitar a todos los humanos a reflexionar sobre nuestra mentalidad con respecto a los animales con quienes compartimos planeta, sobre cómo los cosificamos y despreciamos sus vidas como fruto de nuestra mentalidad supremacista. La misma mentalidad que nos impide entender la manera correcta de defenderlos al dirigirnos hacia la raíz del problema.