El Día Internacional de los Animales debiera ser por los animales
En el Día Internacional de los Animales se adopta un enfoque antropocéntrico
El 4 de octubre se celebra el Día Internacional de los Animales. Como sucede con otros Días Internacionales, las razones aducidas para esta celebración responden a una mezcla entre antropocentrismo y ecologismo especista. En este artículo, quisiera lanzar una reflexión centrada en los Derechos Animales y condenar el enfoque ambiguo y contradictorio que adoptan colectivos animalistas y ecologistas en lo tocante a los animales y su situación actual en el mundo.
El Día Internacional de los Animales fue una fecha promovida por la Organización Mundial de Protección Animal, en 1929, con el objetivo de frenar la extinción de especies animales. Con este hecho, ya observamos el enfoque sesgado de que los animales sólo importan cuando su cuantía poblacional desciende y cuando su desaparición perjudica a intereses humanos.
Más recientemente, a partir del año 1980, el Papa Juan Pablo II declaró a San Francisco de Asís patrono de los animales. Cada año, millones de católicos se congregan junto con sus animales poseídos (perros, gatos, caballos, etc.) para que reciban una bendición a las puertas de las parroquias. ¿Tiene sentido que un sacerdote bendiga a un sujeto a quien considera un mero objeto? ¿Tiene sentido que se bendiga a un animal que quizás termine en un matadero?
La consideración religiosa —no únicamente cristiana— de que todos los animales son criaturas de Dios no implica ningún tipo de respeto real hacia los animales si no se adopta el veganismo. Consideramos que todos los cristianos —y los humanos en general— deberían cuestionarse la coherencia respecto a la visión que tienen hacia los animales y aquello que, al mismo tiempo, practican contra ellos.
Junto a la visión antropocéntrica y religiosa, grandes organizaciones animalistas utilizan actualmente este día para hablar de «maltrato animal», de «sufrimiento animal», de ganadería industrial o de carne ecológica y otros argumentos bienestaristas con que blanquean la situación legal de todos los animales y promueven una «esclavitud humanitaria».
Así lo hacen para lucrarse por medio de quienes muestran empatía hacia los animales pero no cuentan con conocimiento o voluntad para dejar de usarlos como recursos para sus fines. Los animales muestran mayor amor y sensibilidad que nosotros.
Si entendemos que todos los animales merecen un día en que se reconozca el valor de sus vidas, libertad e integridad. Dice muy poco de nosotros, como humanidad, que el Día Internacional de los Animales se reduzca a hablar de especies en peligro de extinción o de animales maltratados. Debemos ir al origen del problema: el especismo.
Tanto la extinción de especies como el sufrimiento animal son consecuencia esperables de que los humanos veamos la «especie» como un factor éticamente relevante, de que nos consideramos superiores a ellos y de que los utilicemos como meros recursos u objetos a nuestro servicio.
El Día Internacional de los Animales únicamente cobra sentido si nos acordamos de todos los animales, con independencia de sus rasgos, cualidades, atributos o capacidades. Y solamente cobra sentido si entendemos que la única manera de respetar a todos los animales se basa en la sencilla idea de que no nos pertenecen, de que no existen en la Tierra para ser nuestros siervos y que podemos vivir perfectamente sin comer animales, sin vestirnos con sus pieles, sin encerrarlos en zoológicos o acuarios, sin subirnos a sus lomos o entretenernos en circos ni usarlos como herramientas de experimentación, terapia o de cualesquiera formas. Debemos rechazar toda explotación animal.