Igualdad Animal y su desigualdad animal
[Fuente de la fotografía: El Diario 24]
Igualdad Animal y su negocio con la miseria animal
La década de los 60 supuso una serie de cambios sociales que han dejado una huella imborrable hasta la actualidad. El movimiento hippie, con su lema de «haz el amor y no la guerra», evidenció el hecho de que la sociedad estaba teniendo una mayor conciencia sobre los problemas globales, de índole social y medioambiental, que hacían peligrar el presente y futuro de la humanidad. Desde entonces, la preocupación por el entorno ha ido aumentando gracias a la silenciosa aplicación de los valores éticos.
En años recientes ha habido un incremento exponencial en el número de organizaciones animalistas. Éstas, con la proclama de defender a ultranza los intereses de los demás animales, lentamente han conseguido ir canalizando los deseos y las aspiraciones de individuos que, en principio, compartían una meta común: mejorar la situación de los animales no humanos.
Con cada vez más seguidores y afiliados, no han sido precisamente pocas las organizaciones que han ido transformando sus ideales en pro del capital y el pensamiento mayoritario. En una sociedad altamente especista, alcanzar un acuerdo sin promover valores éticos conlleva aceptar la falsedad, los mitos y la estanqueidad casi congénita que rodea desgraciadamente a los planteamientos morales de los Derechos Animales y al veganismo como imperativo ético desde el cual inferir las líneas de actuación.
Igualdad Animal y otras organizaciones animalistas promocionan explícitamente el reducetarianismo (un consumo de animales moderado) —como si fuese necesario o justo asesinar «un poco»—. Los animales merecen respeto porque poseen intereses inalienables que son tan importantes para ellos como para nosotros los nuestros: vida, libertad e integridad.«Igualdad Animal» se lucra vendiendo humo en sus manifestaciones
Desde hace un par de años, la conocida organización animalista Igualdad Animal viene lanzando y publicando una serie de peticiones mediáticas contra distintas formas de explotación animal que le permitan hacer pactos con la industria y obtener un beneficio común.
Entre sus campañas más sonadas de los últimos años, ha estado de su propuesta de que todas las gallinas criadas para huevos estén en el suelo de una nave indutrial en lugar de una jaula, la lucha contra explotación de perros en China durante el cruento festival de Yulin y un sinnúmero de campañas monotemáticas y bienestaristas que tienen en común el populismo y la transmisión de la falsa creencia de la explotación animal y la esclavitud animal existen en el vacío.
En relación a estas campañas, Igualdad Animal ha proclamado las mayores «victorias» desde su fundación, sobre todo, se vino arriba hablando sobre el cierre de mataderos y numerosos comercios dedicados a tales fines dentro de las fronteras del gigante asiático.
Un primer contacto —inocente— con ellos transmite la sensación de estar frente a la más radical y extremista de las organizaciones animalistas. «Investigación, investigación, investigación» se repite como un mantra entre su sitio web y sus publicaciones en Facebook, a menudo acompañado de fotografías medio borrosas y lóbregas de personas encapuchadas. ¡Menos mal que están allí para enseñarnos con cámaras de alta definición qué se practica a diario en un matadero! ¿Cómo si no iba a conocer el pueblo llano la realidad de que existen individuos no humanos explotados y esclavizados por los benditos seres humanos? Solamente un arduo trabajo de investigación puede destapar la trama oculta del especismo y sus raíces profundas en la cosificación moral de los animales ajenos a nuestra especie…
Lo cierto es que, a la hora de la verdad, apuestan sobre seguro. Siguen principalmente dos líneas estratégicas para conseguir sus propósitos (más económicos que éticos). En primer lugar, incurren irónicamente en el especismo, ya que, por norma general, toda su atención se centra en defender a aquellos animales por quienes los españoles sentimos mayor simpatía y muestran una indiferencia completa hacia, por ejemplo, los reptiles o invertebrados.
En segundo lugar, siempre focalizan las culpas del especismo en quienes quedan fuera de su «área de mercado». No irán preferentemente a mataderos o a las granjas de pollos situadas en España (no vayan a ofender a algún animalista afiliado), sino a Alemania, a China, o lo más lejos posible.
Una activista de Igualdad Animal infiltrada en una granja de explotación avícola.[Fuente de la fotografía: Igualdad Animal.org]
«Igualdad Animal» y la manipulación psicológica
Se trata un cóctel psicológico perfecto: especismo de preferencias junto con narcisismo patriótico, dos fuertes tendencias muy arraigadas en la mentalidad española. A partir de ahí, lo único que falta es pasar el cepillo. «Dona dinero para que viajemos a China», «dona dinero para que investiguemos», «dona dinero para que denunciemos», «dona dinero para que cuidemos a los perros rescatados»… acompañando las solicitudes con fotografías de dulces perritos enjaulados o con estratagemas del estilo de «si donas salvarás la vida de miles de perros al año». En otras palabras, que si no lo haces estás condenándolos a una muerte segura, ¿quién se resiste a eso? ¿No tienes «alma»?
Luego, claro, Igualdad Animal no puede volverse de allá con las manos vacías. Si se consigue cerrar algún pequeño criadero de perros de una perdida región de vete tú a saber qué remoto distrito de qué alejada provincia; pues hay que venderlo como el mayor logro de la historia del movimiento animalista desde la publicación de «Liberación animal» —«Esclavitud animal» le pega más— escrito por Peter Singer —un señor que aspira a que toda la humanidad críe y asesine a sus propios animales— o, de lo contrario, la gente no volverá a picar y pensará que quizás su dinero acaba invertido en otras intenciones algo distantes del altruismo.
«¡Qué crueles son los chinos!», se oye a veces entre sus simpatizantes mientras comentan entre dientes lo rica que ha salido hoy la ternera. Resulta muy sencillo condenar el «maltrato animal»; pues éste sólo implica rechazar los daños que otros causan sobre los animales que nos interesan.
Igualdad Animal no les dirá a sus socios y donantes que sus campañas contra las gallinas enjauladas no evita que todos los pollitos macho recién nacidos vayan terminen asesinados el mismo día de su eclosión por trituración o asfixia. O, a lo mejor, no les importe porque son machos y se hace una lectora perversa del actual movimiento feminista. No existe «bienestar» en la explotación animal.Una vuelta a la realidad
La pregunta es: ¿sirve este acopio de bienes monetarios para solucionar de manera real y efectiva esta situación de injusticia? Simplemente no, debido a que sólo buscan atacar las simples ramas de la consideración legal de los animales a nivel planetario: bienes muebles semovientes. Mientras los animales no humanos sean legalmente propiedades y no gocen de derechos intrínsecos nada servirá, pese a que compartamos aquellos intereses básicos y no tan básicos que no dudamos en proteger para nosotros mismos. El agresor siempre se situará por encima de su víctima por ser ésta de una especie distinta, con independencia de cuál motivo los lleve a conflicto. Esta premisa tan sencilla resume una parte fundamental del trabajo de Gary Francione.
No obstante, como comenzaba explicando, el caso de Igualdad Animal no se trata de uno aislado dentro de una gran organización. Se ven y leen con alta frecuencia campañas que, en lugar de destacar la inmoralidad de la explotación hacia los no humanos —pues ello incumple el principio ético de la igualdad—, se dedican únicamente a difundir con engaños o pretextos lo perjudicial que implican estas prácticas para los humanos.
Apelan así al daño ecológico, a la «salud potencial» de una dieta vegetariana, el bienestar espiritual y demás temas a cuál más esotérico… No debemos confundir «ética» —lo que es justo— con «utilitarismo» —lo que nos conviene—; aunque detrás haya verdades como puños. El veganismo es un imperativo basado en la razón; en cambio, el bienestarismo se apoya en los sentimientos e impulsos egocéntricos.
A este paso, pronto surgirán grupos animalistas dedicados a divulgar los problemas para la piel producidos por prendas de origen animal o quienes conversen tan decididamente sobre lo poco elegantes que se ven los circos «con animales» o la venta pública de éstos en referencia a la imagen de una ciudad o un país (de hecho, ya plantea así hacia las corridas de toros).
Se evidencia una grave hipocresía (especismo) cuando muchos animalistas lloran desconsoladamente ante las imágenes de perros en mataderos chinos mientras pagan alegremente para que lleven cerdos a nuestros mataderos. Igualdad Animal y otras organizaciones vive a costa del cinismo hipócrita de una masa social compasiva pero irracional.El doblepensar de los animalistas
¿Cómo se traducirían los planteamientos de Igualdad Animal y similares aplicados a otra causa? Sería como pedir el fin de las ablaciones por su inutilidad para el hombre o pretender erradicar las violaciones aduciendo a la posibilidad de contraer una enfermedad venérea, o pedirle a la gente que no dispare o acuchille a nadie por cuánto cuesta limpiar las manchas de sangre con pistolas de presión. Se trata pues de un insulto hacia las propias víctimas, a quienes se las relega sin más a un segundo plano incluso en los sectores desde donde dicen defendérselas.
El respeto intrínseco y la protección legal que merecen como sujetos terminan aparcados en favor de opiniones y conveniencias personales. Se entran así en eternos debates estéticos, culturales, médicos o dietéticos; entretanto, las víctimas siguen esperando su turno. No es casualidad que los defensores de la experimentación en no humanos o los zoológicos aboguen a su utilidad, que los taurinos enfoquen su discurso en la tradición cultural (falacia ad antiquitatem), o que el 99% de los artículos que prometen poner en duda la viabilidad de una alimentación vegana concluyan como meros alegatos frente a las acusaciones nutricionales que acostumbra a recibir la dieta omnívora.
No resulta albur, en definitiva, que aquellos defensores de la explotación animal intenten eludir el debate ético: sus argumentos caen forzosamente en la falacia dialéctica. La explotación de los no humanos es éticamente insostenible según los propios principios que antaño establecimos como resultado de una llamativa evolución cognitiva. En consecuencia, salirse de la ética para internarse en debates utilitarios les abre una vía de escape a quienes pretenden preservarla y perpetuarla.
Un activista «auténtico» lucha por los Derechos Animales porque tiene bases para apoyarlos y no le importa el dinero. No se necesita una gran suma para llegar a miles de personas ni donarle un céntimo a Igualdad Animal y acompañía. El siglo XXI, la era de las tecnologías de la información, nos concede a todos la posibilidad de generar un extensísimo impacto social con meramente proponérnoslo, tener originalidad y un poco de suerte. No dejemos que nuestros arrebatos nos cieguen y no deleguemos nuestra responsabilidad ética como agentes morales en quienes pretenden realmente que todo siga igual, si no, ¿de qué vivirían acaso?