Introducción a los Derechos Animales
Símbolo del veganismo adoptado por la Vegan Society. El veganismo es el principio ético que defiende los Derechos Animales.
Esta página tiene la finalidad de servir como resumen general y global de todos los datos, argumentos y hechos expuestos en este blog para explicar y argumentar la importancia del veganismo y los Derechos Animales. Pulse en cada título para desplegar el texto correspondiente. Para ahondar en los apartados aparecen palabras enlazadas y vínculos a otras entradas. Asimismo, se han tomado explicaciones textuales de distintos activistas y se enlazan a sus referencias debido a la claridad e idoneidad de sus ensayos.
Respuestas a preguntas frecuentes sobre Derechos Animales
¿Qué son los Derechos Animales?
Todos los animales del mundo son legalmente objetos o esclavos del ser humano.
En un sentido ético, los Derechos Animales son el conjunto de reconocimientos morales por los cuales asumimos que los animales merecen respeto y tenemos la obligación de respetarlos. «Respetarlos» significa respetar sus intereses inalienables, de manera que nuestras acciones no perjudiquen directa o indirectamente a sus vidas, integridad y libertad.
Existe la creencia errónea, promovida hasta la saciedad por organizaciones animalistas y la industria de la explotación animal, de que basta con rechazar el «maltrato animal». De nada sirve condenar el maltrato porque un mejor trato y una violencia leve no implica de ningún modo que se promueva el respeto hacia los animales ni un cambio en su situación legal.
En un sentido legal, los Derechos Animales son el conjunto de reconocimientos legislativos que van dirigidos y permiten proteger sus intereses inalienables frente a los perjuicios que les causamos como particulares y colectivos. Hasta la fecha no ha habido ninguna declaración de la Unesco ni de ningún organismo legislativo intencional que defienda los Derechos Animales.
Existe la errónea creencia de que los animales tengan derechos porque, en determinados países, tratados y convenciones internacionales, se establezcan criterios de «Bienestar Animal», «bioética», multas, sanciones o se prohíban determinadas prácticas consideradas crueles o para evitar la extinción de especies. Tales legislaciones no protegen a los animales como sujetos de derecho; sino los intereses humanos morales o económicos en lo referido a su explotación.
Todos los animales no-humanos del mundo son, sin excepción, cosas o esclavos (del latín reses) o también denominados «bienes muebles semovientes» (objetos que pueden moverse solos). Así están contemplados y así lo estarán mientras la sociedad humana se considere superior a ellos por un prejuicio de supremacía y continúe explotándolos sistemáticamente.
El principio ético específico que defiende la consecución ética y legal de los Derechos Animales se denomina «veganismo».
¿Qué es el veganismo?
Diferencias entre los Derechos Animales y las regulaciones de bienestar animal.
El veganismo es el principio ético que defiende los Derechos Animales, basado en el rechazo hacia toda forma de explotación animal en reconocimiento de que ellos, como nosotros, poseen intereses inalienables como la vida, libertad e integridad. Esto implica no consumir productos de origen animal, no vestirse con sus pieles, no encerrarlos en zoológicos, no divertirse a su costa ni usarlos de ninguna manera como si fuesen objetos, recursos o vehículos para fines de terceros.
El veganismo se enfoca específicamente en la relación moral entre humanos y los demás animales de una forma análoga a la del feminismo, el cual se refiere concretamente a la relación moral entre los varones y las mujeres. Ambos principios morales parten desde la base moral de que todas las personas por igual deben ser respetadas como fines en sí mismas y no como instrumentos para satisfacer forzosamente nuestras necesidades y deseos.
El veganismo y el vegetarianismo no tienen nada en común más allá de una coincidencia histórica. El vegetarianismo es una dieta que alguien puede seguir por motivos variados: salud, medio ambiente, ética, etc. En cambio, el veganismo es un imperativo ético y sólo puede seguirse mediante la explicación del principio de igualdad.
El veganismo consiste en la aplicación del principio ético de igualdad hacia todos los demás animales debido a que contamos con la capacidad de sentir, lo cual nos permite desarrollar intereses inalienables. Concretamente, Donald Watson, presiente de la Unión Vegetariana Internacional se refirió a éste por vez primera en 1944 cuando explicó que algunos miembros estaban escindiéndose de la organización debido a que ya no se consideraban representados por el término «vegetariano» y sus habituales razones egocéntricas. Posteriormente, apareció definido por Leslie Cross en el año 1951 dentro del primer boletín de la Vegan Society como «la doctrina de que el hombre debe vivir sin explotar a los animales».
El estilo de vida no es el origen sino la consecuencia de aplicar el veganismo. En la práctica, conlleva rechazar toda forma de explotación animal y no ser partícipes de su uso como recurso, ya fueren usados para alimentación, vestimenta, ocio, etc. Se propugna la consideración de todos los animales (humanos o no) como «personas» (sujetos morales).
¿Por qué debemos hacernos veganos?
Para defender los Derechos Animales es necesario dejar de participar en la explotación animal. Éste es el significado de hacernos veganos.
Los humanos adultos con plenas facultades somos agentes morales, individuos con un nivel de conciencia y razonamiento suficiente para asumir sus actos y responsabilizarnos de nuestra conducta. Podemos establecer correlaciones lógicas entre nuestras acciones y sus respectivas consecuencias con un alto grado de certeza. Ello nos permite comprender la importancia de que nuestra vida se rija por la lógica. Los niños y otros animales, en cambio, son seres amorales, sujetos no responsables de sus actos.
La propia lógica —el principio de igualdad— nos lleva a aceptar que no debemos hacer a otros individuos aquello que no deseamos padecer en nuestras carnes. Si no queremos que un tercero nos utilice como recurso para sus fines, resulta contradictorio (postura inmoral) practicar eso mismo con otros.
Si asumimos la coherencia de ser justos hacia otros miembros de nuestra especie con independencia de su sexo, raza u otras variables biológicas, deberemos asimismo ser justos hacia otros miembros con independencia de su especie y otras variables biológicas. Discriminar por especie cae de lleno en un prejuicio moral denominado «especismo». Todos los animales valoramos nuestra propia vida, por ende, ello origina un valor «intrínseco» que los agentes morales deben respetar. Tal asunción implica que ningún sujeto ha de quedar reducido a un objeto —cosificado— ni tratado como tal.
¿Dónde estriba la diferencia entre los veganos y otros animalistas?
A lo largo de la historia, el ser humano ha ido ampliando su círculo moral al reconocer que otros individuos compartían los mismos intereses básicos. El veganismo es, en definitivas cuentas, un anillo más en el progreso moral.
Dentro del animalismo existen tres movimientos completamente diferentes en origen y objetivos: proteccionismo, bienestarismo y veganismo. El proteccionismo y el bienestarismo son doctrinas utilitaristas. Ello significa que definen los actos como «buenos» o «malos» según el beneficio de un individuo o una comunidad. Sólo el veganismo defiende los Derechos Animales.
El proteccionismo establece que debemos proteger las especies animales porque necesitamos su conservación para nuestra supervivencia (productos y servicios); no considera los daños que se les produce. Como ejemplos de esta doctrina utilitarista están Greenpeace, WWF y otras organizaciones ecologistas.
El bienestarismo dicta que debemos evitar todo daño hacia los animales no humanos que no nos beneficie de una forma «aceptable» (subjetivo). Es igualmente incongruente porque no se refiere a las acciones; sino a la valoración mayoritaria que tenga la sociedad sobre dichas acciones. Las organizaciones Igualdad Animal, PETA, Anima Naturalis, el PACMA y el filósofo Peter Singer reflejan este pensamiento. Promueven una «esclavitud compasiva», alientan actitudes xenófobas por las formas de explotación animal practicadas por países extranjeros y todo tipo de acciones que vulneran la integridad y salud de las víctimas por lucro y conveniencia.
El veganismo, a desemejanza de otras corrientes, defiende los Derechos Animales y aplica una consideración moral a todos los animales no humanos en estricta analogía con los mismos fundamentos establecidos para los Derechos Humanos. Un vegano no sólo defiende a los toros, delfines, chimpancés y otros mamíferos que atraen mayor atención por nuestros parecidos biológicos; sino a todos los animales por igual.
Actualmente, el veganismo se encuentra marginado dentro de un círculo mediático de organizaciones que se lucran de la explotación animal al mismo tiempo que afirman defenderlos. Desde hace pocos años han empezado a surgir las primeras organizaciones centradas en la defensa de los Derechos Animales.
Aquéllos que defendemos los Derechos Animales nos autodenominamos «abolicionistas» para indicar que nuestro único objetivo reside en el cese de la explotación animal. No todos los «veganos» son veganos. Hoy en día, debido al ansía de postureo en las redes sociales, hay quienes dicen ser veganos con el objetivo de obtener beneficios personales o para cumplir aspiraciones engendradas en su fuero interno. El veganismo no es una moda ni algo que uno practique una semana y deje de hacerlo a la siguiente.
¿Por qué no basta con posicionarse contra el «maltrato animal»?
Nos resulta sencillo racionalizar una injusticia cuando nosotros no somos las víctimas.
Si vamos por la calle y le preguntamos a cualquiera si la acción de pegarle una bofetada a un niño es «maltrato», algunos dirán que sí y otros negarán con la cabeza. Existen múltiples posibilidades porque se trata se un concepto subjetivo. «Maltrato» sólo significa «tratar mal» según el juicio del observador; no dice nada acerca de si una acto es justo o injusto. La ética juzga las acciones en sí mismas; no cómo alguien las realice.
Rechazar el «maltrato» sólo significa condenar aquel daño que no nos beneficia personalmente. Cuando los taurinos dicen estar en contra del «maltrato animal» usan el mismo argumento que esgrimen los animalistas cuando van a McDonals. Los primeros consideran necesario que un toro esté en el plaza y rechazan otros festejos; al mismo tiempo, los segundos rechazan que un toro esté en la plaza pero consideran necesario que las hembras de esa misma especie acaben en sus paladares. Para los Derechos Animales, lo importante radica en respetar los intereses inalienables de tales sujetos, a saber, sus vidas, libertad e integridad.
El problema de fondo está en que tratamos a los demás animales como nuestra propiedad. Hemos sometido a los animales nohumanos a la categoría de esclavos. Si la esclavitud de seres humanos es inmoral, puesto que cosifica a los individuos como meros objetos, se trata igualmente de una práctica injusta cuando la aplicamos a otros animales.
Los demás animales no pueden dar su consentimiento para que los usemos, por lo tanto al hacerlo ya no estamos respetándolos como individuos con voluntad e intereses propios; sino que los estamos tratando como objetos, como meros recursos. En esto consiste básicamente la explotación animal.
No tenemos ninguna razón que justifique moralmente el hecho de que utilicemos a otros animales. Por lo tanto, sea cual sea la manera en que lo hiciéramos, eso no anularía la injusticia que es hecho mismo de que los utilicemos para nuestros fines.
Cuando nos referimos a la cuestión de respetar moralmente a los seres humanos, podemos reconocer que la opción aceptable nunca es asesinarlos o violarlos con menos crueldad. No es aceptable que los violadores traten «mejor» a las personas que violan. La única opción que podemos aceptar es que dejen de violarlas. La solución no es «tratar mejor» a los animales que esclavizamos. La única solución ética es que no esclavizar a nadie, es decir, asumir el veganismo como principio ético.
¿Qué son los animales? ¿Todos los animales son sintientes? ¿Qué engloba el clado Animalia?
Percibimos de un modo diferente sucesos que atañen a humanos y no humanos. El especismo anula nuestra empatía y el veganismo trata de recuperarla.
Como inciso, cabe señalar que habitualmente llamamos «animales» a aquellos sujetos sintientes que no pertenecen a la especie humana. No obstante, debido a que nosotros también somos animales y no formamos ningún grupo biológico especial, resulta más correcto decir «animales no humanos» para así incluirnos.
Hay algunos filos (grupos animales) como las esponjas marinas o poríferos (Porifera) que, según se estima, carecen de tejidos diferenciados. Por ende, no poseen estructuras capaces de desempeñar la función sensitiva. Para sentir se requiere un tejido especializado: el tejido nervioso, el cual surgió como una especialización de la membrana embrionaria ectodérmica. Nos referimos a la posesión de intereses y sus respectivos individuos porque a la ética, por definición, sólo le concierne la consideración y protección de intereses.
¿Qué significa sentir?
El veganismo trata de que ampliemos nuestra visión para respetar a todos los animales. Consideramos moralmente a unos nohumanos mientras condenamos las vidas de otros. Esto se denomina «especismo de preferencias».
«Sentir» no equivale a responder ante estímulos. «Sentir» (la sintiencia) es un fenómeno peculiar que significa «facultad de experimentar sensaciones» y conlleva el surgimiento de una conciencia propia: emociones, deseos, etc. Físicamente sería el proceso por el cual un organismo capta estímulos, los convierte en señales eléctricas o químicas, canaliza esa información recibida, la integra y origina una respuesta mediada. Por tanto, un ser capaz de sentir merece respeto y el respeto que merecen los animales viene expresado por medio de los Derechos Animales.
¿Qué es un interés?
Un interés es una necesidad consciente. No debe confundirse con una necesidad básica. A diferencia de ésta, un interés exige que el individuo tenga conciencia de tal necesidad. Los animales somos conscientes de cuándo necesitamos algo y vamos en su busca.
A una planta, por ejemplo, podemos introducirla dentro de un cubo de cristal sin mayor perjuicio para su vida. Ésta, mientras tuviere agua, luz y nutrientes, no morirá. Sin embargo, los animales, aunque dispongamos igualmente de agua y alimento, no podemos completar nuestro ciclo si algo o alguien limita el conjunto de actividades o comportamiento innatos. Esto se evidencia a ojo, por ejemplo, en los zoológicos cuando diversos animales se amputan los dedos. Y, desde el aspecto bioquímico, se observa que sus niveles hormonales están descuadrados. No solamente necesitamos elementos concretos; sino elementos abstractos como la libertad. Todos los animales compartimos intereses básicos como la libertad y el mantenimiento de la integridad física, entre otros.
Según la ciencia, todos los animales compartimos intereses básicos como la libertad y el mantenimiento de la integridad física, entre otros. Este hecho fue aceptado científicamente por unanimidad durante la Declaración de Cambridge del año 2012 sobre la conciencia animal. No es casualidad que las mentes más brillantes de nuestro tiempo apoyen el veganismo, incluso el difunto Stephen Hawking estuvo presente y había dedicado palabras a favor. Y, más recientemente, en el año 2019, un congreso internacional de juristas en la Universidad de Toulon (Francia) tomó el testigo de la Declaración de Cambridge para exponer y exigir legalmente el cese de la explotación animal y de su estatus como bienes muebles semovientes.
La ciencia nos demuestra que no somos los únicos seres con intereses propios y la ética valida y justifica los Derechos Animales. En cambio, ninguneamos sus derechos y tratamos incluso de valernos de la ciencia para racionalizar atrocidades como si otras acciones injustas como el racismo o el sexismo fuesen punibles desde ella.
El razonamiento lógico aplicado al comportamiento (ética) nos lleva a entender que los animales sienten como nosotros. Esto nos obliga a actuar en consecuencia de la misma manera en que todos asumimos la importancia de respetar a otros seres humanos.
A pesar del acuerdo académico, la sociedad humana prefiere ignorar estos hechos para continuar arrogándonos la potestad de subyugar diariamente las vidas de otros animales por mero placer y beneficio. Suele decirse que el veganismo sea un simple estilo de vida o una decisión personal. En absoluto. Esto sucede como consecuencia de un prejuicio moral llamado especismo.
El especismo nos hace verlos cual objetos cuyo valor depende de nuestros intereses, en lugar de valorar los suyos propios. Por cultura y cercanía, la mayor parte de los humanos asume que algunos animales merecen más respeto, o que unos han de servir para un fin y otros para alguna otra finalidad. Todo ello es arbitrario e injustificable.
¿Por qué la sociedad discrimina a los animales?
A pesar de estar supuestamente escrito por profesionales, este texto de la enseñanza reglada de ética para 1º de la ESO alecciona el prejuicio antropocentrista apelando a rasgos biológicos sin argumentar en ningún momento por qué tales atributos pueden establecerse como criterio moral. Si cambiásemos las referencias hacia los animales no humanos por «humanos negros» tendríamos automáticamente un panfleto de adoctrinamiento racista.
Resulta tremendablemente complicado establecer los orígenes biológicos y culturales que han propiciado el surgimiento de prejuicios morales.
Todo infante de una edad cercana a los cinco o seis años aplica el principio proto-moral de «no les hagas a otros aquello que no quisieras para ti» hacia todos los animales. Acontece una inculcación social por el cual los adultos les transmiten a los más pequeños que nosotros somos superiores a los demás animales y que ellos están en la Tierra para servirnos de múltiples formas. De esta guisa, una vez superamos la infancia y llegamos a la edad adulta, asumimos nuestro aparente estatus de supremacía. El especismo se origina por adoctrinamiento.
Un sistema esclavista no logra mantenerse a lo largo de los siglos sin la ayuda de un constructo ideológico que ofrezca justificaciones basadas en sesgos cognitivos. De tal forma, se evita que un statu quo se vea cuestionado y las víctimas reciban nuestra empatía.
Las diferentes capas sociales se retroalimentan entre sí y aparece un bucle de difícil salida. Un ejemplo representativo de esta adoctrinación lo hallamos en la estela de antropocentrismo que todavía campa a sus anchas en la ciencia y en las instituciones, ya fueren estatales o independientes. Existen miles de ejemplos diarios.
Para ilustrarlo, basta citar al activista Luis Tovar con sus críticas a las actitudes adoptadas por la Asociación Española de Pediatría en su entrada «Adoctrinar en el especismo (II)»:
Un ejemplo representativo de esta adoctrinación lo encontramos de la mano de la Asociación Española de Pediatría, quien aconseja a los padres que no cuenten la verdad a sus hijos sobre la procedencia de los productos de origen animal para que así no los rechacen. Se afirma que con los vegetales «no hay ningún problema» pero que con los animales hay que esperar un tiempo «hasta que el niño comprenda cómo funciona la naturaleza [sic]». Esto es, hasta que la cultura especista haya anulado su empatía y su sentido moral y asimile como normal la idea de que los demás animales existen para que nosotros los explotemos. No es el funcionamiento de la naturaleza la que nos obliga o condiciona a explotar a los demás animales; es la ideología.
Tal y como menciona más abajo, el antropocentrismo no es algo «natural»; sino una doctrina ideológica que se difunde paradigma moral y cuyo objetivo consiste en cosificar a los otros animales para facilitar su explotación. Dicha doctrina está tan arraigada que puede hacernos perder el criterio científico. La naturaleza no nos obliga a explotar a los demás animales como tampoco nos fuerza a explotar a otros seres humanos. El adoctrinamiento especista llega a todos los niveles de la sociedad.
¿Por qué decimos que los animales están cosificados moralmente?
Las vacas explotadas por su producción de leche están consideradas moralmente puras fábricas de productos lácteos. Sin embargo, la sociedad interpreta que el veganismo es «demasiado radical» por señalar y rechazar esta realidad.
Los animales no humanos están catalogados como «bienes muebles semovientes» (objetos con movimiento autónomo) y ello no cambiará mientras la sociedad siga fomentado su explotación. Debido a una transmisión cultural, no dudamos en tratar a los demás animales como simples objetos. Un sujeto se encuentra cosificado cuando se le niegan sus características únicas e irrepetibles:
- Fungibilidad: Se ve a la persona como un bien intercambiable por otros bienes. Ejemplo: Una cabra intercambiada por una vaca.
- Inercia: Se desprecian los intereses básicos de la persona. Ejemplo: Un ave encerrada en el interior de una jaula.
- Instrumentalización: Se considera a la persona como una mera herramienta útil para satisfacer los propósito de otro individuo. Ejemplo: Un buey obligado a halar una carreta.
- Negación de la autonomía: Se ningunea el libre albedrío y arbitrio de la persona. Ejemplo: Un caballo gobernado con riendas.
- Negación de la subjetividad: Se desconsideran las experiencias y los sentimientos de la persona. Ejemplo: Una vaca marcada.
- Propiedad: Se juzga a la persona como una pertenencia de un tercero. Ejemplo: Un perro vendido.
- Reducción a la apariencia: La persona recibe un tratamiento según sus propiedades físicas (pj: belleza, velocidad) o el atractivo que genera. Ejemplo: Cabeza de toro colgada a un muro.
- Reducción al cuerpo: Sólo importa el valor corporal de la persona. Ejemplo: Un elefante cazado por sus cuernos.
- Violabilidad: A la persona se le desconsidera su integridad física. Ejemplo: Un cerdo castrado.
Recomiendo el artículo «La cosificación» escrito por el activista Luis Tovar para las referencias y pormenores de estos puntos.
¿Comer animales no es una elección personal?
Cuando se trata de respetar los derechos básicos de los seres humanos no justificamos el hecho de violarlos diciendo que hacerlo es una «elección personal o privada», sin embargo, la sociedad sí parece creer que el veganismo y los Derechos Animales sean algo relativo u opcional.
La ética no se basa en meros caprichos o deseos personales sino en normas objetivas basadas en la razón. ¿Por qué iba ser diferente en el caso de otros animales? Si razonamos veremos que los mismos argumentos válidos que justifican el respeto hacia los seres humanos valen exactamente igual para los animales no humanos.
Debemos respetar a los seres humanos porque son seres sintientes que tienen intereses. Los seres humanos desean conservar su vida, disfrutar de un bienestar, evitar el daño y el sufrimiento, y no estar sometidos a la voluntad caprichosa de otros. Los demás animales poseen los mismos intereses básicos. Por tanto, ambos tienen un valor intrínseco —valoran por sí mismos su propia vida, bienestar y libertad aunque nadie más lo hiciera— y el principio de igualdad nos exige considerar y respetar sus intereses al mismo nivel que los nuestros.
Una elección privada es, por ejemplo, elegir libremente el color de las paredes de nuestra casa. Esto, en principio, no vulnera los derechos de nadie. Pero si nuestros actos afectan directamente a los intereses básicos de otros individuos entonces es una cuestión moral y no es privada.
Diversas instituciones y centenares de estudios se han pronunciado a favor de una dieta 100% vegetal para todas las etapas de la vida. Con una dieta bien planificada, no faltará ningún nutriente.
¿Acaso los animales no comen carne?
El hecho de que seamos animales —o de que otros animales coman animales— no justifica que nosotros imitemos la conducta que vemos en otros animales y violemos sus derechos. Es una realidad que algunos humanos asesinan y violan a otros humanos, ¿significa esto que sería correcto que nosotros hagamos lo mismo ya que también somos humanos? Obviamente no. Eso no es ningún argumento éticamente válido.
Intentar justificar algún tipo de acción o conducta, por nuestra parte o por la de otras personas responsables de sus actos, simplemente alegando que es «natural», es un argumento que si fuera racionalmente válido en realidad valdría para justificar moralmente cualquier cosa. Alegar que si tenemos colmillos, o que si somos omnívoros, entonces no hay problema ético en comer animales sería equivalente a decir que si tenemos pene entonces no hay problema moral en violar a mujeres, puesto que el sexo también es algo «natural».
De hecho, los leones, unos animales a quienes nos mencionan a menudo, no solamente comen carne, sino que cometen infanticidio y violan a las hembras de su especie. ¿Cabría entonces justificar tales actos en la nuestra?
La cadena alimentaria es una invención humana. Lo que existe es una compleja red trófica de organismos que mantienen relaciones de depredación, parasitismo, comensalismo, etc. La diferencia fundamental radica en que la «pirámide» transmite la falsa creencia de que haya animales inferiores y superiores, o de que conste de algo inamovible. Nada más lejos de la realidad. Cuando un agente moral trata de justificar sus acciones según cuanto hiciere un ser amoral —porque tal cosa ocurre en la naturaleza— comete la denominada «falacia naturalista»: una confusión categorial entre el «ser» y el «deber ser». También hay animales no humanos que violan a las hembras de su especie y cometen infanticidio, ¿por qué no justificamos estas atrocidades?
Si por ética entendemos guiar racionalmente nuestra conducta de acuerdo con una serie de normas morales, entonces no es razonable apelar a hechos que ocurran en la naturaleza como forma de justificar nuestro comportamiento para con otros animales al igual que no lo hacemos para con otros humanos. Los Derechos Animales se basan en el respeto que merecen como individuos, al margen de sus acciones o rasgos biológicos irrelevantes.
El veganismo es demasiado radical, ¿por qué no vamos paso a paso?
No necesitamos organizaciones, sumas de dinero, ni poderes mediáticos para cambiar nuestra parte del mundo. Podemos lograr muchísimo con tan sólo proponérnoslo.
Juzgar cualquier criterio como «radical» o «extremista» acostumbra a variar de acuerdo con el ojo del observador. No obstante, el veganismo sí es radical y eso no tiene nada de malo. Tal adjetivo proviene del latín radicālis y se refiere a alguien que se dirige a la raíz de una materia.
Para contestar a este argumento esgrimido con tanta asiduidad como ligereza, citaré las palabras de mi compañero Igor Sanz en su artículo «La falacia del romano (falacias animalistas I)»:
Los grandes proyectos y los cambios radicales —como es el caso de la liberación animal— requieren tiempo [...]. Si nos equivocamos en nuestra manera de encarar un proyecto largo y complejo, entonces habremos perdido una cantidad de tiempo terriblemente valiosa. Si lo que hace falta es tiempo, razón de más para no perderlo.
Hace al menos 200 años que vienen teniendo lugar las medidas regulacionistas que se escudan bajo el manto de estas excusas, y la situación de los nohumanos no ha mejorado nada en absoluto. Hoy se explotan más animales y de forma más diversificada que nunca. Se ha fracasado estrepitosamente, y nuestros fracasos afectan a millones y millones de individuos inocentes. La actitud que adoptemos no es por tanto una decisión trivial, y los tópicos vacuos frente a las críticas lo único que hacen es poner en evidencia nuestra pereza intelectual. [...]
Una vez más, nadie cuestiona realmente que la abolición de la explotación animal sea un objetivo que requiera ir paso a paso, lo que se critica es que haya quienes se empeñen en dar «pasos» en dirección equivocada. Aquí también, se apela a una simple obviedad para defender una obvia insensatez.
Siendo cierto que la liberación animal requiere pasos progresivos, aún queda por demostrar que los pasos bienestaristas vayan a conducir —por arte de birlibirloque— a la abolición. [...]
Creer que las campañas bienestaristas pueden conducir a la abolición de la explotación animal es creer que se puede ir al sur caminando hacia el norte. El bienestarismo no sólo no acerca la abolición, sino que la aleja, porque, en tanto que reclama una explotación diferente, representa una postura que la acepta explícitamente. Se trata de una postura que camina en dirección contraria al abolicionismo. La no-violencia y la violencia-mejor no son perspectivas compatibles, sino opuestas. [...]
Los pasos abolicionistas son aquellos que son dirigidos y enfocados hacia la abolición. Y este tipo de pasos son fácilmente identificables. Son aquellos que dejan meridianamente claro que el único objetivo aceptable es el fin de la explotación animal. Son aquellos que no aceptan ni se contentan con mejoras en la esclavitud de los nohumanos. Reclamar la abolición total y esperar que ocurra inmediatamente son cosas muy diferentes.
¿El veganismo mata también animales?
Por definición, no. Por un lado, la práctica del veganismo es inherentemente más ecológica debido a que suprime el impacto de la ganadería. Por otro lado, el veganismo no busca causar un daño cero; sino abolir la explotación animal y la situación legal de los animales como propiedades o esclavos de los seres humanos.
Afirmar que el veganismo mata animales incurre en una falacia común por una mala interpretación de su significado. Estas falsedades contra la ecología de sistemas tróficos se extienden como la pólvora a través de webs sensacionalistas.
Según la FAO, hasta el 70% de la producción agrícola mundial (según zonas) se destina a alimentar al ganado esclavizado. Un mundo vegano implicaría abandonar la mitad de los cultivos de mundo y sus respectivos impactos, reducir el 20-30% de la emisiones de metano y dióxido de carbono por la ganadería y transporte, recuperación de acuíferos, disminución de la eutrofización de las aguas dulces y contaminación por nitrógeno y fosfato (heces).
Está claro que el daño cero es imposible, no en vano, el veganismo es un principio de mínimos. Si alguien no aplica la consideración mínima que merecen, resulta absurdo (y cínico) que se queje de los perjuicios secundarios. El cambio para respetar los Derechos Animales comienza dentro de nosotros mismos. Usted puede empezar leyendo las diferentes entradas que encontrará en este blog y los artículos enlazados a otras webs como referencia.
¿Qué pasa con las plantas?
A diario nos topamos con gente que pregunta: «¿Qué pasa con las plantas?» o algo similar. De hecho, no suelen acordarse de los hongos, las bacterias u otros millones de organismos a quienes nadie se le ocurre hipotetizar sobre su biología. La ciencia actual establece que estos organismos carecen de intereses a tenor de que no cuentan con mecanismos para integrar, centralizar o procesar esos estímulos en forma de sensaciones.
Las plantas y otros organismos sin sistema nervioso reaccionan según un programa biológico fijado en el ADN y sus respuestas constituyen procesos fisiológicos no-conscientes. A modo de analogía, el cierre de un botón floral equivale a la respiración celular, la digestión y la homeostasis térmica que acontece en ciertos animales.
Estas «confusiones» vienen motivadas por aquellos supuestos científicos que ejercen la pseudociencia como medio de vida, entre ellos, el conocido Mancusso. Ninguna de sus investigaciones acerca de la sintiencia en las plantas ha superado jamás un estudio por pares. Que las plantas sientan es tan irrelevante para los Derechos Animales como lo es para los Derechos Humanos. Si asumiéramos que las plantas y otros organismos pudiesen sentir, la conclusión lógica sería «derechos para todos»; no «derechos para nadie».
¿Acaso los humanos no somos más importantes?
La creencia de que los humanos somos más importantes por ser humanos —antropocentrismo— es tan irracional como la de aquellos blancos que se creen superiores a otras razas por ser blancos. No cabe duda de que hay otros problemas de importante relevancia moral además de la explotación que infligimos a los demás animales.
Sin embargo, el hecho de que existan dichos problemas no justifica en ningún caso que ignoremos o participemos en la explotación animal, del mismo modo que el hecho de que existan otros problemas morales en el mundo no justificaría que participemos en la esclavitud humana. No tiene sentido discriminar entre víctimas; sino tratar de que no haya víctimas.
¿Qué hay de malo en consumir leche, miel o huevos?
En realidad, la idea de que detrás del consumo de huevos o de lácteos o de lana o de miel no hay sufrimiento y muerte es una creencia equivocada. Esta asunción proviene de la publicidad engañosa que propaga la industria de explotación animal para contrarrestar los argumentos irrefutables de los Derechos Animales. La propaganda cala con una enorme facilidad debido a que los consumidores prefieren creerse todo lo que ven en los anuncios para tranquilizar sus conciencias.
Lo cierto es que a los animales esclavizados por su leche o sus huevos se los hace sufrir en muchas maneras: confinándolos en espacios limitados, asustándolos o golpeándolos para que obedezcan, y robándoles lo que producen sus cuerpos en contra de su voluntad.
Además, cuando estos animales ya no resultan rentables para su explotador, cuando ya no producen huevos, lácteos, lana, seda, o miel, entonces se los mata. Es decir: son asesinados.
Aparte del sufrimiento y muerte que causemos a otros animales que explotamos, el mero hecho de verlos como máquinas de producción que existen para satisfacer nuestras necesidades ya es una forma de cosificarlos y de negarles su condición de individuos con voluntad e intereses propios. Esto es lo que sucede cuando les quitamos sus huevos o su leche o su miel aunque supuestamente se diera la posibilidad de que no les causáramos daño al hacerlo.
Los demás animales no nos han dado su consentimiento para que los usemos para ningún propósito, así que el simple hecho de que lo hagamos ya supone una violación del respeto básico que todos los animales merecen por el simple hecho de ser sintientes.
¿Qué hay del medio ambiente?
En primer lugar, hay que tener claro que es injusto utilizar a los demás animales para nuestros fines, porque al hacerlo estamos violando su valor inherente como individuos y el principio ético de igualdad, y, por tanto, no es moralmente aceptable que los utilicemos como alimento, vestimenta o cualquier otro propósito que nos beneficie.
Debemos procurar respetar el medio ambiente por respeto a los intereses de los animales que viven en él, pero no tiene sentido preocuparse de si causamos daño medioambiental indirectamente al consumir productos vegetales o sintéticos si al mismo tiempo estamos financiando que esclavicen y asesinen a otros animales para que nosotros comamos sus cadáveres y secreciones o nos vistamos con trozos de sus cuerpos. Tampoco tiene sentir buscar una «conservación» o «protección» de tales animales mientras se los sigue contemplando y tratando como simples recursos y medios para fines humanos.
Pensemos en esto: el hecho de utilizar a seres humanos sin su consentimiento, y a costa de quitarles su vida y su libertad, para obtener comida o fabricar vestimenta con partes sus cuerpos, podría ser menos contaminante que utilizar material sintético; pero igualmente esto no justifica moralmente que los utilicemos como meros recursos.
Del mismo modo, tampoco lo justifica en el caso de animales no humanos. El criterio de consideración moral es el mismo para todos. Puesto que todos por igual son seres que sienten —tienen voluntad e intereses propios. Todos los animales sintientes poseen un valor inherente. Esto significa que ni su voluntad ni sus intereses deben ser sacrificados para nuestro beneficio.
Usar a seres humanos como esclavos sería quizás más respetuoso con el medio ambiente que usar energía eléctrica o química en su lugar. Pero eso no justifica la esclavitud ni sobre seres humanos ni sobre otros animales. Imaginemos que alguien dijera: «Como no podemos evitar hacer daño, aunque sea indirectamente o accidentalmente, entonces no hay problema moral en practicar el canibalismo ya que no podemos vivir sin causar alguna clase de daño a otros».
Cada año miles de seres humanos mueren debido directamente a la contaminación. Todos participamos en esta contaminación. ¿Acaso esto significa que no debemos rechazar el asesinato, la esclavitud y la violación de seres humanos? Claro que no. Entonces ¿por qué iba a ser diferente en el caso de los no-humanos? Aunque sigamos dañando indirectamente a otros animales mediante la contaminación esto no nos excusa para continuar esclavizándolos, de la misma manera que esto no nos justifica en explotar a seres humanos.
Por otro lado, teniendo en cuenta que, según la FAO, al menos un tercio (hasta el 70% según zonas) de las tierras que usamos para cultivo son destinadas a alimentar a los animales que utilizamos para comida (ganadería), resulta que sólo con aplicar el veganismo ya estaríamos reduciendo muy considerablemente el número de víctimas que causamos de forma indirecta mediante la agricultura, ya que invadiríamos mucho menos terreno para cultivo.
Sin tener en cuenta que sería muy razonable suponer en una sociedad donde viéramos a los demás animales como personas —una sociedad vegana— nos esforzaríamos de verdad por aplicar métodos de cultivo más respetuosos con los intereses de otros animales.
Si queremos evitar todo el daño y sufrimiento innecesario que causamos a los demás animales la primera y más importante decisión que debemos tomar es la de hacernos veganos y difundir el veganismo. Pero, eso sí, se requiere una cierta formación y no entremezclar las necesidades de las víctimas con nuestros propios propósitos.
¿Qué haría un vegano en una isla desierta?
Antes de responder quisiéramos plantear una pregunta previa: ¿qué haríamos si viviéramos un mundo donde tenemos acceso a toda clase de alimentos vegetales que cubren todas nuestras necesidades nutricionales; y además supiéramos que los demás animales son individuos que sienten, sufren, y tienen un interés en vivir y en que no los lastimen? ¿Seguiríamos participando gratuitamente en su explotación a pesar de todo el daño y sufrimiento que eso les conlleva?
La diferencia entre ambos casos es que la hipótesis de la isla desierta es tremendamente improbable que ocurra, mientras que la segunda no es una mera posibilidad sino que es una realidad ahora. Podemos vivir sin utilizar a otros animales como comida o vestimenta. Podemos vivir sin esclavizarlos ni hacerles daño. Así pues, ¿cuáles preguntas plantearnos de la dos?
En todo caso, aunque tuviéramos la necesidad de utilizar a otros animales como comida tampoco sería justo hacerlo. Del mismo modo que tampoco es justo matar a otro individuo inocente para quitarle sus órganos aunque nosotros los necesitáramos para vivir y no tuviéramos otra opción disponible. La necesidad no es justificación moral. Si los demás animales no tienen culpa de nuestras vicisitudes y problemas no es justo que paguen por ellas.
¿Qué ocurre con los medicamentos?
El tema de los medicamentos es, lamentablemente, más complejo que el de la alimentación, la vestimenta o el entretenimiento; pues involucra elementos que no dependen directamente del consumidor.
En primer lugar, hay medicamentos que no contienen ingredientes de origen animal y cuyo consumo no implicaría explotación animal en su producción (por ejemplo: la aspirina). El simple hecho de tomar medicamentos no significa automáticamente estar participando en la explotación de animales, aunque sean de compañías farmacéuticas que empleen animales no humanos para ciertos experimentos.
Por ética deberíamos siempre esforzamos por intentar buscar opciones que no impliquen tomar medicamentos si estos provienen de empresas que utilizan animales para probarlos o elaborarlos o que incluyen ingredientes derivados de animales.
Lo cierto es que al menos determinados problemas de salud pueden solucionarse acudiendo a remedios hechos con plantas. Muchos medicamentos de laboratorio contienen sustancias obtenidas originariamente de plantas que sirven como principios activos para la curación. Las plantas han sido tradicionalmente una fuente no sólo de alimento sino también de remedio para varias enfermedades y trastornos diversos.
No vamos a decirle a nadie que deje de tomar cualquier medicación si es necesaria para su salud. Sólo decimos que tenemos la obligación moral de buscar productos que no impliquen utilizar a otros animales; igual que en la alimentación y demás ámbitos de la vida.
No se trata de que dejemos de usar determinados productos necesarios para nuestra salud de un día para otro; sino de intentar aplicar sustitutos u opciones similares que no provengan de la explotación animal. Lo importante es que comencemos por dejar de participar en todo lo que sea posible.
Es lógico que preocupemos por este motivo, y no hay nada de malo al respecto porque eso demuestra que tenemos empatía y conciencia moral. Pero no vale la pena atormentarse por ello si no hacemos nada por intentar remediarlo.
Siempre puede haber alguna excepción, pero cerca del 99% de los todos usos que llevamos a cabo de otros animales son ya ahora mismo prescindibles y sustituibles. Esto es verdad especialmente en el caso de la alimentación, la vestimenta y el entretenimiento.
¿Cómo afrontamos las trazas de productos de origen animal?
Las trazas son restos mínimos de sustancias que podrían introducirse de forma accidental en la elaboración de un producto, pero que no han sido incluidos deliberadamente en ellos. No hay ningún problema moral, bajo un criterio vegano, en consumir productos que puedan contener trazas de origen animal, en tanto que ese consumo no implica una demanda de explotación sobre otros animales.
El consumo de productos con trazas no conlleva apoyar ni financiar la explotación animal. La advertencia sobre las trazas es un mero aviso de que existe la posibilidad de que accidentalmente se introduzcan determinadas sustancias y está indicada específicamente para personas con determinadas alergias.
Aunque un cocinero vegano nos preparara un producto 100% vegetal siempre existiría la posibilidad de que caiga una legaña o un pelo humano dentro de nuestra comida. Al comer ese producto no estamos practicando el canibalismo sólo porque exista la posibilidad de ingerir algo de origen humano en forma totalmente involuntaria y accidental ¿cierto? Este caso es exactamente el mismo que las trazas.
Al consumir productos con posibilidad de trazas no estamos apoyando la explotación especista siempre que no contengan de forma intencionada sustancias de origen animal.
¿Dónde puedo recibir ayuda para dar el paso hacia el veganismo?
Si hemos comprendido las razones que fundamentan el veganismo y los Derechos Animales, y estamos motivados en respetar a los demás animales entonces lo primero y más importante es informarse correctamente sobre cuestiones básicas como los conceptos básicos en ética y derecho, la nutrición o la resolución de preguntas frecuentes. Hacer esto no nos llevará demasiado tiempo. En la red —y, obviamente en este blog— puede encontrar muchísimo material acerca de cómo hacerse vegano y adoptar una alimentación vegetal saludable.
Ése sería el primer paso fundamental. Después, habría que formarse como activista y tener en cuenta una serie de consejos para no desesperar en el entorno hostil y especista de las redes sociales y del mundo real. En este sitio hay y se seguirá publicando artículos y un ingente material didáctico. No obstante, puede consultar también las siguientes páginas para compensar las limitaciones de este sitio: