La leche de coco y la explotación de los macacos
Reacciones por la explotación de macacos para la obtención de leche de coco
Recientemente se ha hecho viral, a manos de organizaciones bienestaristas, la noticia del uso de macacos para recoger cocos en Tailandia. La denuncia se ha hecho a través de unas cámaras ocultas que la organización en cuestión colocó en algunas plantaciones del país. Los cocos recogidos se destinan a la producción de leche y agua de coco, unos productos que no conllevan directamente la demanda de ningún tipo de explotación animal.
La leche de coco no es un producto habitual para la mayoría de la población de Occidente, por lo que esta práctica ha provocado un rechazo generalizado. Incluso cadenas de supermercados británicos, como Tesco, Morrisons, Co-op y Waitrose, han retirado los productos denunciados por esta práctica de sus establecimientos.
Se da la paradoja de que productos como la leche de vaca sí implican una explotación directa, atroz y generalizada en todo el mundo; pero la sociedad Occidental no se echa las manos a la cabeza porque la explotación de las vacas sí está normalizada en nuestro acerbo cultural.
El logro de que retiren la leche de coco producida por tales empresa se ha debido a que la presión y descontento social han sido considerables. Por desgracia, la mayoría de quienes se oponen a la explotación de macacos para la obtención de leche de coco participan en la explotación de miles de otros animales.
Los animalistas se preocupan por unos animales, y no por otros, según su utilidad y gustos personales, y los ecologistas favorecen a unos animales en detrimento de otros según su cuantía poblacional o intereses monetarios referidos a su hábitat y otras razones antropocéntricas.
La preocupación por la leche de coco evidencia una absoluta desconexión ética y lógica con otras formas de explotación animal
Si a la sociedad realmente le importaran los animales, por ser individuos merecedores de derechos, a la vista queda que dispone del poder de parar cualquier tipo de explotación animal sistemática si realmente lo deseara. Los humanos tenemos el poder de abolir la institución de esclavitud animal si cambiamos nuestra mentalidad.
En realidad, lo que la sociedad exige en materia de «protección animal» no es más que el reflejo de nuestros propios intereses para calmar nuestra conciencia. Es más fácil limitarse a pensar que los tailandeses son unos desalmados que reconocer que somos unos hipócritas.
Por parte de las organizaciones animalistas y ecologistas se vuelve más sencillo exponer sucesos que ocurren en otros países sin señalar la raíz del problema —el especismo—, para seguir lucrándose a costa de la miseria de los animales.
Carece de sentido boicotear la leche de coco, un producto que no requiere de explotación animal directa para su obtención, sin haber reflexionado mínimamente acerca de lo inmoral que resulta cualquier tipo de explotación en donde animales son criados, manipulados y asesinados directamente.
La línea de defensa de los animales no humanos aún sigue siendo profundamente antropocentrista y eso repercute en cómo avanza el movimiento por la abolición de la esclavitud de todos los animales no humanos: dando frenazos e incluso yendo para atrás.
Los activistas veganos condenamos tanto la explotación animal como la hipocresía social que desemboca en que los animales carezcan de derechos legales reconocidos.