¿Qué son los intereses inalienables?
¿Qué son los intereses inalienables?
En multitud de entradas se indica que los animales poseen intereses inalienables que son tan importantes para ellos como para nosotros los nuestros. Sin embargo, cualquier lector puede sentirse confundido al no saber qué significa exactamente eso de contar con «intereses inalienables». Esta entrada tiene el objetivo de ahondar en el significado de esta construcción y de explicar sus fundamentos para facilitar la comprensión de otros artículos. Con ese mismo fin se presenta una introducción general a los Derechos Animales.
Un interés es una necesidad consciente. No debe confundirse con una necesidad básica. En otras palabras: decimos que un interés es inalienable cuando el individuo necesita satisfacer algo para poder vivir con plenitud, es decir, sin alteraciones en sus funciones físicas o psicológicas. Todos los animales poseemos tres intereses inalienables: vida, libertad e integridad.
La afirmación de que todos los animales poseemos intereses inalienables pudiera interpretarse, de antemano, como un dogma o una petición de principio. No ocurre así porque las evidencias y los hechos nos indican claramente que todo ser vivo poseedor de células nerviosas —los animales somos el único clado con esta característica— es consciente —tiene conciencia— de que hay un «yo» distinto, real y específico dentro del medio que lo rodea.
Todos los animales, como consecuencia de la posesión de células nerviosas, poseemos tres intereses inalienables: vida, libertad e integridad.
- Vida: Interés en defender nuestra existencia, nuestra personalidad, nuestros atributos y aquello que necesitamos para vivir.
- Libertad: Interés en defender nuestra capacidad de acción y movimientos sin interferencia ni perjuicios por parte de terceros.
- Integridad: Interés en defender nuestro cuerpo, nuestros órganos, nuestras extremidades y cualquier constituyente de nuestro yo.
Incluso los intereses más complejos que pudiera albergar un ser humano u otro animal, como la libertad de expresión, puede englobarse dentro de estos tres.
Todos los animales poseemos conciencia e intereses debido a nuestra capacidad de sentir.Diferencia entre los animales y otros seres vivos
A una planta, por ejemplo, podemos introducirla dentro de un cubo de cristal sin mayor perjuicio para su vida. Ésta, mientras tuviere agua, luz y nutrientes, no morirá. Sin embargo, los animales, aunque dispongamos igualmente de agua y alimento, no podemos completar nuestro ciclo si algo o alguien limita el conjunto de actividades o comportamiento innatos. La diferencia está en que los animales —casi la totalidad del grupo— tenemos células nerviosas y los demás organismos carecen de éstas.
En los zoológicos y acuarios, por ejemplo, los animales encerrados muestran zoocosis y algunos incluso se amputan los dedos. El confinamiento y la obligación de ejercer acciones en contra de su voluntad son violaciones visibles de sus intereses inalienables.
Desde el aspecto bioquímico, se observa que los animales cautivos o violentados presentan unos niveles hormonales descuadrados. Los animales no solamente necesitamos agua o alimento; sino la disposición de elementos abstractos en nuestra vida, como la libertad. Todos los animales compartimos intereses básicos como la libertad y el mantenimiento de la integridad física, entre otros.
Y un interés inalienable es, por tanto, aquel interés consciente que es inseparable de la propia existencia del individuo. En otras palabras: decimos que un interés es inalienable cuando el individuo necesita satisfacer algo para poder vivir con plenitud, es decir, sin alteraciones en sus funciones físicas o psicológicas.
Desde que nacemos hasta que morimos, nuestra existencia está llena de experiencias y sensaciones que constituyen nuestro propio yo.Todos los animales poseemos conciencia
La afirmación de que todos los animales poseemos intereses inalienables pudiera interpretarse, a priori, como un dogma o una petición de principio. No ocurre así porque las evidencias y los hechos nos indican claramente que todo ser vivo poseedor de células nerviosas —los animales somos el único clado con esta característica— es consciente —tiene conciencia— de que hay un «yo» distinto, real y específico dentro del medio que lo rodea.
En este sentido, el biólogo Derek Denton presentó la teoría biológica de que el origen del yo se debe a la aparición de las sensaciones y emociones primarias o básicas que se producen en el cuerpo de un animal por la acción de las células nerviosas. La sintiencia, o capacidad de sentir, genera una conciencia individual y ésta es la responsable del surgimiento de los intereses inalienables.
La comunidad científica es bastante unánime en cuanto a la aceptación de los humanos no somos los únicos animales conscientes y que, por ello, no somos los únicos seres merecedores de respeto. No en vano, el 7 de julio del año 2012 se produjo la Declaración de Cambridge, una cumbre internacional de neurocientíficos que aceptaba la conciencia animal. Y hace poco, dicha declaración fue secundada por la Declaración de Toulon, en la cual se reivindicaban derechos legales para todos los animales. No obstante, todavía quedan muchas barreras por superar en el entorno académico.
A pesar de que la ciencia nos demuestra que no somos los únicos seres con intereses propios, seguimos ninguneando sus derechos. El razonamiento lógico aplicado al comportamiento (ética) nos lleva a asumir que si los animales sienten como nosotros, debemos actuar en consecuencia como lo hacemos con los seres humanos.
Que un animal sea más pequeño o muy diferente a nosotros no significa que sienta menos ni que sus intereses sean menos importantes.Todos los animales merecemos respeto
El razonamiento por el que todos los animales merecen respeto es muy simple: todos los animales sentimos, por ello, poseemos intereses inalienables. Dado que los humanos establecemos en nuestra carta de Derechos Humanos que todo ser humano merece respeto debido a que posee intereses propios, ¿por qué razón les negamos a los animales sus derechos?
Obviando la jerga legal, no hay una respuesta válida a esta pregunta que no pueda responderse atendiendo a nuestros sesgos y prejuicios antropocéntricos. La sociedad humana, en general, niega los derechos de los animales u obra en contra de tal reconocimiento porque cree dogmáticamente que el ser humano es un ser especial y superior, y que, por tanto, tiene legitimidad para regir las vidas de los animales y atentar contra sus intereses inalienables sin ningún pudor.
A pesar del acuerdo académico sobre la conciencia animal, la sociedad humana prefiere ignorar estos hechos para continuar arrogándonos la potestad de subyugar diariamente las vidas de otros animales por mero placer y beneficio. Suele decirse que el veganismo sea un simple estilo de vida o una decisión personal. En absoluto. Esto sucede como consecuencia de un prejuicio moral llamado especismo.
El especismo nos hace verlos cual objetos cuyo valor depende de nuestros intereses, en lugar de valorar los suyos propios. Por cultura y cercanía, la mayor parte de los humanos asume que algunos animales merecen más respeto, o que unos han de servir para un fin y otros para alguna otra finalidad. Todo ello es arbitrario e injustificable.
No existe ninguna justificación para la explotación animal ni para la esclavitud animal. Ni tampoco hay una manera justa de dominarlos ni domesticarlos. Para ser justos debemos dejar de cometer injusticias contra ellos. El primer paso para ser justos con los animales es adoptar el principio ético del veganismo, el cual conforma la base moral de los Derechos Animales.