El sensocentrismo: la perversión del utilitarismo
¿Qué es el sensocentrismo? ¿Por qué supone un peligro para los animales?
Cuando una ideología se expande entre un grupo numeroso de gente, más tarde o más temprano surgen corrientes que toman algunas de sus bases y añaden argumentos ajenos o incluso contrarios a dicho pensamiento. Me comentan a menudo que no debemos discutir o debatir porque todos estamos en el mismo barco.
Realmente no, no todos los supuestos animalistas estamos en el mismo barco. Y ya no solamente abordamos un barco distinto; sino que me topo con individuos que portan la bandera del veganismo mientras pervierten su significado. De hecho, pervierten su significado aun cuando nunca fueron veganos, sino bienestaristas extremos.
En esta entrada me centraré en la que considero, con diferencia, una perversión que a menudo aparece incorrectamente asociada al veganismo y que resulta tremendamente perjudicial para el movimiento y, cuando menos, para las víctimas no humanas. Se trata del sensocentrismo, la postura bienestarista más extrema derivada de utilitarismo moral.
El veganismo no es sensocentrista
El veganismo es un principio ético referido exclusivamente a la opresión humana sobre el resto de los animales no humanos por su estatus como propiedad. No cubre todas las posibles relaciones o conflictos entre nuestra especie y los demás animales. Para ello debemos apelar a la razón tras la luz de los Derechos Animales.
Dentro del veganismo hay quienes introducen, adrede o sin querer, elementos políticos (anarquismo, comunismo, etc.), ecológicos (impacto ambiental, efecto invernadero, etc.) y con implicaciones éticas (intervencionismo, etc.) que llegan a empañar o confundir el significado original del mismo. Con esto no pretendo insinuar que lo hagan de mala fe o con intenciones personales; pero estos posicionamientos deberían aparecer con nombres propios y en ningún caso asociarse con el veganismo.
Asimismo, cabe recordar que el veganismo no se refiere a los animales «por ser animales», ésta es una falsa petición de principio con la que muchos sensocentristas intentan rebatir el veganismo arguyendo que «los veganos son dogmáticos porque ven mal comer X animal que no sufre».
En primer lugar, el veganismo se basa en el «respeto» (consideración objetiva) no en el «sufrimiento» (consideración subjetiva). El veganismo propone que los animales merecen respeto porque solamente los animales conformamos el único grupo que, científicamente, posee intereses inalienables a raíz de la posesión de un sistema nervioso.
Y, en segundo lugar, cuando los sensocentristas mencionan supuestos animales no sintientes, lo que hacen es tratar de justificar el consumo de bivalvos o insectos aun cuando tales animales sí sienten.
No comprendo el porqué de la obsesión de los sensocentristas con el consumo de bivalvos o insectos —un tema muy recurrente en redes sociales cuando miembros de estos grupúsculos se presentan en grupos veganos—, pareciera que no tuvieran otra cosa que echarse a la boca o que encuentran divertido justificar la explotación de ciertos animales por ser sésiles o no tener huesos.
Los defensores del sensocentrismo no ven nada injusto en que a los animales se los use como simples recursos para nuestros fines. Ellos justificarían la acción de que unos niños pintarrajeasen a un poni para divertirse en una «granja escuela» porque «el poni no sufre» y «está bien cuidado». Que el poni sea un esclavo atado a un poste y no pueda moverse con libertad les da igual.Pero, ¿qué es el sensocentrismo?
Una vez habiendo aclarado algunos de los conceptos típicos que los sensocentristas intentan atacar para exponer sus mantras bienestaristas, cabe definir qué es el sensocentrismo.
El sensocentrismo es una postura derivada del bienestarismo —la cual deriva a su vez del utilitarismo— que establece como principio una versión particular de hedonismo —búsqueda placer y evitación del sufrimiento— en la cual los animales no humanos quedan reducidos a un alter ego. Constituye, en términos simples, una forma de utilitarismo moral disfrazado de ética. Podemos calificarlo legítimamente como un dogma; puesto que, como doctrina utilitarista, no puede demostrar su corrección sin caer en una petición de principio.
Los utilitaristas lo son porque entienden que esa teoría corresponde con lo que a ellos les conviene para su propio beneficio o su propia complacencia personal. Hay datos empíricos e investigaciones que avalan esta idea.
En el estudio (enlace anterior) se realizaron encuestas sobre dilemas morales a utilitaristas declarados. Los investigadores descubrieron que estos individuos no seguían la respuesta coherente con la doctrina del utilitarismo sino, sobre todo, con el egoísmo personal.
Sensocentrismo aplicado
El sensocentrismo considera dogmáticamente que la sintiencia es un criterio moral y discrimina entre animales no humanos según el grado de desarrollo de sus sentidos. Rechazan la explotación animal porque implica un sufrimiento innecesario; no a tenor de que los consideren iguales desde el punto de vista moral. Hasta aquí sería un bienestarismo tradicional. Pero ellos lo llevan a otro nivel cuando sostienen que debemos intervenir en la naturaleza y controlar las vidas de otros animales para evitarles sufrimiento.
En la práctica, tal propósito implica limitar y restringir la libertad de tales individuos mediante una apelación a la potencialidad (falacia lógica). Parten del dogma de que la libertad es un concepto humano y de que, por ende, los demás animales no valoran su libertad ni su integridad.
No sólo nunca justifican esa petición de principio; sino que hay evidencias de sobra en contra: ¿acaso no luchan los animales no humanos por ser libres? ¿No precisamos correas, riendas, cadenas y otros artilugios para detenerlos? ¿Para qué íbamos a necesitar tales objetos si los animales no humanos solamente gustaran de un «buen» trato? Se aprecia la obviedad de que parten desde ese dogma porque, aunque lo nieguen, se rigen por el especismo.
Los sensocentristas (bienestaristas extremos) están obsesionados con el sufrimiento de los animales salvajes y pretenden convertir la Tierra en un paraíso bíblico. Esto no es una exageración. Basta con leer los manifiestos del filósofo utilitarista David Pearce, una de las figuras más relevantes del sensocentrismo. Debido a su obsesión enfermiza, estarían dispuestos a capturar, encerrar y manipular a todos los animales que viven libres en sus hábitats.El sensocentrismo está en contra de la libertad de los animales
El asunto del libre albedrío merece una atención especial; pues el veganismo parte del principio de igual consideración entre sujetos. Ello significa que reconoce en todos los sujetos un valor intrínseco porque cada uno de nosotros nos valoramos con independencia de la estima ajena. La lógica siempre es, esencialmente, el principio de identidad. Decir lógica supone colocar dicho principio y todas sus aplicaciones sobre la mesa.
Por el contrario, el sensocentrismo considera al individuo como un mero contenedor de placer y sufrimiento cuyo único fin en la vida se resume en una satisfacción sensitiva. En consecuencia, justificarían cualquier acción efectuada si la persona —humana o no— no sufriese durante el desarrollo de ésta, como el asesinato o la amputación de órganos. Y, asimismo, optarían por el asesinato de un sujeto si su vida pudiese salvar a varios sujetos —una solución utilitarista al dilema del tranvía— o si, supuestamente, apenas alcanzase una vida corta o estuviese llena de sufrimiento.
El sensocentrismo sigue validando la idea de que los animales sean objetos a nuestro servicio
Los sensocentristas tampoco cuestionan el hecho de que los animales no humanos sean nuestras propiedades; pues no reconocen un valor intrínseco o el deber de respetar su integridad. Aprueban actividades, acciones y maniobras encaminadas al control de sus vidas (cambio de dieta en animales no domesticados, castraciones, aparcelamiento, confinamiento, amputación, uso de cadenas, etc.) precisamente a causa de que los ven como contenedores de placer.
Nuestro sentido de agencia —somos agentes morales— nos obliga a responsabilizarnos de quienes existen o padecen por nuestras acciones; pero no tenemos ninguna legitimidad para interferir en la existencia de otros bajo el pretexto de protegerlos a costa de vulnerar sus intereses naturales (libertad).
De hecho, esta intervencción con el objetivo de que cumplan nuestros fines marcados incurre en la misma cosificación especista. No ha de confundirse con actuar en legítima defensa o la elección en un dilema moral (por ejemplo, elegir a quién salvar).
La imagen que encabeza este artículo representa el objetivo último del sensocentrismo: convertir la Tierra en un zoológico gigante —algo expresado por miembros de estos grupúsculos hedonistas— en el cual los humanos cuidásemos «amablemente» de las restantes especies animales e impidiésemos que se hicieran daño los unos a los otros sin importarnos su libre albedrío ni ninguna necesidad básica. Me pregunto cómo se las ingeniarían con especies marinas o voladoras... prefiero no saberlo.
Los defensores del sensocentrismo son grandes defensores de las engañosas medidas de «bienestar animal». Están en contra de la industria tradicional porque implica sufrimiento; pero no ven nada mal criar animales en sus fincas y asesinarlos «humanitariamente», como propone su líder Peter Singer.Ejemplos del pensamiento sensocentrista
Comentarios de un tal David Díaz
Esta disertación sobre esta forma de utilitarismo extremo perdería parte de su sentido si no ilustrase tal postura con ejemplos reales que reflejan cada uno de los puntos tratados. Aquí presento una cita de David Díaz, autor de la página Respuestas Veganas, a quien le gusta apodarse «David Sensocentrista». Tanto yo como otros activistas hemos instado a que modifique tal nombre por el de «Respuestas utilitaristas» para que deje de mentir y de confundir a la gente:
«Para reducir el sufrimiento en la Tierra deben extinguirse aquellas especies que promueven el sufrimiento[…]. En cuanto a vida sintiente, […] sólo deberán existir aquellas especies de un tamaño lo suficientemente grande para no ser pisadas por individuos de otras especies cognitiva y emocionalmente superiores, y que sean estrictamente vegetarianas.
Las demás especies deben extinguirse mediante esterilización masiva, si es que no pueden ser reeducadas. De esta manera, […], se fusionará vegetación y tecnología, ningún animal se alimentará a costa de asesinar a otros y los humanos podremos promover el disfrute ético al máximo nivel, […] para replicar el paraíso de la Tierra a otros planetas. Éste es el mejor mundo posible que podemos imaginar».
Comentarios de un tal Manu Herrán
Si la explicación de David no bastase para evidenciar la falta de objetividad y aplicación de principios éticos. Otro sensocentrista llamado Manu Herrán publicó abiertamente el siguiente texto. La negrita y las acotaciones son mías:
A continuación argumento cómo un «mundo vegano» puede tener más sufrimiento que un "mundo no vegano". Defino «mundo vegano» como un mundo en el que los seres humanos no intervienen en la naturaleza. Si esta no fuera exactamente la definición de «mundo vegano», todo lo que viene a continuación sería diferente. Precisamente el objetivo de este post es fomentar la evolución del concepto de «mundo vegano» hacia algo más beneficioso para los animales.
Un «mundo vegano» (en el que los seres humanos no intervienen en la naturaleza) podría ser: - El planeta Tierra, si los seres humanos se extinguen. - El planeta Tierra, si los seres humanos se marchan por ejemplo a la Luna. - El planeta Tierra, si se divide el territorio entre humanos y animales, sin interferencias entre ellos. - Cualquier otro planeta «terraformado» (digamos, Marte, si fuera posible) lleno de vida pero sin seres humanos.
Para valorar si unas opciones tienen más o menos sufrimiento, debemos medir el sufrimiento de alguna forma [...].
Establezcamos una escala con valores positivos y negativos, donde los valores positivos representan bienestar/felicidad y los negativos sufrimiento/dolor. Las vidas tendrían en general variaciones entre estos valores, tanto positivos como negativos, y de alguna forma se podrá hacer una media total neta que valore una vida.
[...] [Los] valores negativos indican que dicha vida no merece la pena ser vivida. La mayoría de los animales en la naturaleza mueren poco antes de nacer, y mueren con sufrimiento. En esos casos: - El individuo no ha tenido apenas tiempo de disfrutar de experiencias en los valores positivos altos. - En cambio, sí que ha experimentado una muerte con bastante sufrimiento (probablemente).
Creo que la mayoría de los seres humanos respondería que no desearía vivir la vida de un animal salvaje elegido al azar. Esta es una forma de decir que la mayoría de los seres humanos considera que la mayoría de las vidas de los animales salvajes no merecen la pena ser vividas [falacia ad populum y post hoc]. [...]
El ser humano, con los avances en ciencia y tecnología (ingeniería genética, nanotecnología, neurología, etología etc.) está cada vez más cerca de lograrlo. Interviniendo bien en la naturaleza, el ser humano será capaz de abolir el sufrimiento. [...]
No puedo ofrecer enlaces como referencia de tales palabras porque ambos autores publicaron sus textos a través de Facebook y ya no están disponibles. Esta captura, tomada de un comentario realizado en blog de Filosofía Vegana, sirve para ejemplificar la línea que siguen:
Captura de las palabras de David Díaz, autor del blog «Respuestas Veganas». Dicho autor, a pesar del nombre que le da a su página no es vegano ni defiende el veganismo.El caso de la organización Ética Animal
Aunque de una manera mucho más subrepticia y cautelosa, la organización Ética Animal del filósofo Óscar Horta es partidaria acérrima del sensocentrismo y también apoya, en consecuencia, otras formas de utilitarismo como el intervencionismo en la naturaleza. Sus miembros, en vez de mostrarse abiertamente como hedonistas o bienestaristas extremos, vedan sus palabras con un profundo oscurantismo y responden a medias con el fin de no echar para atrás a primera vista. Hay que insistirles hasta que no les queda más remedio que reconocerla; mas nunca de forma oficial y directa. No propugnan a los cuatro vientos que alguna especie haya de acabar extinta o «reeducada»; pero sí defienden irracionalmente que debemos «ayudar» como un deber moral sin importar las secuelas.
Situar la ayuda, una virtud, al nivel de un deber conlleva que tanto el emisor como el receptor de las acciones se los trata como recursos para una finalidad establecida. No hay libertad de elección. Tal mentalidad utilitarista se refleja claramente en dicha falacia consecuencialista de que el fin justifica los medios. Para ellos, los animales no humanos (amorales) que causan sufrimiento son malos; quienes no, buenos. Nosotros somos dioses para convertir la Tierra en un paraíso y hacer y deshacer a nuestro antojo.
Como mencioné al principio, el veganismo aspira al cese de la opresión humana sobre los demás animales en cumplimiento con los Derechos Animales. El sensocentrismo es, en definitivas cuentas, una forma de utilitarismo tradicional camuflada de altruismo por los animales.