¿Qué es el lenguaje especista? ¿Por qué evitarlo?
Introducción
El lenguaje, en un sentido general, podría definirse como aquel conjunto de señales emitidas o dejadas para la transmisión de un mensaje. Tanto en los humanos como en otros animales, sirve para representar nuestra visión particular del mundo, nuestros sentimientos e información esencial para la supervivencia propia y de nuestro grupo.
En el lenguaje verbal, las palabras no son sino elementos básicos que establecemos para aludir entes, acciones y relaciones entre sí. Observamos que, cuando nos expresamos, conviven dos fenómenos antagónicos: la precisión y la anfibología. Por un lado, creamos términos diferentes para separar realidades y, al mismo tiempo, hacemos converger distintas realidades en un mismo vocablo.
Sin embargo, no es la economía del lenguaje el fenómeno responsable de que existan palabras definidas desde un punto antropocéntrico o de que empleemos expresiones para denigrar a humanos al equiparlos con animales o sus comportamientos. Sentada esta premisa, en este artículo quisiera definir y versar sobre el lenguaje especista.
No se trata de corrección política. Criticar el uso del lenguaje especista responde a la objetividad de denunciar un uso subjetivo del lenguaje basado en costumbres y creencias arraigadas sobre los animales.¿Qué es el lenguaje especista?
Se denomina «lenguaje especista», en analogía al «lenguaje racista», «lenguaje sexista», «lenguaje homófobo y un largo etcétera», a aquel uso del lenguaje en que se discrimina y cosifica a los animales como recursos o seres inferiores que existen para servirnos o que merecen un trato o un respeto mínimo o inferior al nuestro. Del modo mismo en que el lenguaje racista, sexista u homófobo provienen del racismo, el sexismo y la homofobia, el lenguaje especista procede de un prejuicio universal denominado especismo.
Todos los idiomas del mundo nacen desde nuestra percepción de la realidad. Dicha percepción se ve alterada por el aprendizaje, la experiencia y la influencia del medio que nos rodea. Todas las culturas humanas comparten un eje común que ha marcado su evolución y desarrollo a nivel fenomenológico: la creencia de que nosotros —la tribu o pueblo en cuestión— somos superiores a los animales con quienes compartimos el planeta y de que tenemos potestad para señorearlos.
Esta consideración endogrupal desembocó en la explotación animal desde el Paleolítico y en la esclavitud animal desde el Neolítico. Sin ánimo de incurrir en reiteraciones ya argumentadas en otros ensayos previos, me centraré en las distintas manifestaciones del lenguaje especista y en explicar por qué debemos evitarlo.
Los animales también se comunican. Muchos de ellos incluso tienen un lenguaje verbal. Si tuvieran conciencia de nuestra mentalidad y terribles acciones, en su lenguaje ocuparíamos el concepto de «demonios».El uso especista del lenguaje mediante palabras y expresiones
No es casual que utilicemos ciertos términos y giros idiomáticos de una manera específica o reservada para los animales: mama/ubre, asesinato/sacrificio, dar a luz/parir, etc. El ser humano usa diferentes sustantivos y verbos para aludir a realidades y acciones equivalentes para así evitar u obviar un razonamiento o evidencia ante la desigualdad de su percepción. Tal desigualdad perceptiva conlleva otras muchas manifestaciones de su comportamiento que generan terribles consecuencias.
Este fenómeno se observa, asimismo, cuando utilizamos la palabra «animal» para referirnos a todos los demás animales que no pertenecen a nuestra especie. Aunque pudiera estar justificado este uso por una cuestión de simplicidad, la sociedad general se sorprende —o incluso se indigna— cuando se menciona el hecho científico de que los humanos también somos animales. Es más, incluso los propios investigadores científicos quedan expuestos en numerosas ocasiones a críticas infundamentadas si su lenguaje para con los animales investigados resulta «demasiado humano».
Estas reacciones viscerales, motivadas por la supuesta exclusividad humana, no acontecerían si no existiera una inculcación social que nos introduce la visión de todo lo animal y sus aspectos relacionados como algo inferior, denigrante, repugnante, etc. Existe una retroalimentación entre los prejuicios sociales y el mundo académico que amplía y replica tales prejuicios.
Hay quienes esgrimen que no importa usar un lenguaje especista porque los animales no entienden que se los desprecia o insulta. Este argumento sería equivalente a afirmar que no importa insultar a bebés o humanos con alteraciones cognitivas graves alegando lo mismo. En esta tónica, nos topamos asimismo con los típicos relativistas morales que trivializan cualquier asunto relacionado con los animales arguyendo que los temas humanos deben ir primero.
A todos estos sujetos cabe recordarles que todos los agentes morales —humanos con plenas facultades— tenemos la obligación ética de que nuestras acciones no vulneren ni denigren los intereses inalienables de otras personas. Y sí, los animales también son personas.
Ser aguerrido contra las injusticias no es un asunto de pose e imagen, sino de racionalidad y coherencia.El uso del lenguaje especista entre veganos y supuestos defensores de los animales
Cada dos por tres aparecen campañas de grandes organizaciones animalistas que tratan de alertar sobre el lenguaje especista. Se aluden frases y comparaciones como: «eres un cerdo», «matar dos pájaros de un tiro», «eres un perro», «eres una perra», «agarrar el toro por los cuernos», «eres una rata», «eres un cabeza de chorlito», «eres un burro», «fueron felices y comieron perdices y un etcétera casi infinito.
A pesar de que sea relevante hacerle notar a la sociedad esta terrible incoherencia, centrarse únicamente en el uso especista del lenguaje sin ahondar en sus orígenes recuerda a uno de los graves errores del feminismo moderno y del empoderamiento femenino. El lenguaje es una consecuencia de nuestra mentalidad; no al revés. No podemos conseguir cambiar el lenguaje si primero no se combaten los prejuicios sociales.
Los colectivos animalistas —bienestaristas— suelen enfocarse en el lenguaje y en otros temas superficiales porque permiten que mucha gente se ponga de su lado sin gran esfuerzo. Lo relevante está en combatir la mentalidad que desemboca en la esclavitud animal, y por ende, en el uso especista del lenguaje: nuestro antropocentrismo y desprecio hacia los animales.
No obstante, advertida la importancia de priorizar otros asuntos, los veganos deberíamos hacer un esfuerzo especial por desterrar el lenguaje especista que todavía conservado por inercia social. Leo comúnmente a otras personas veganas que usan el término «mascota» para mencionar a los animales que tienen en casa o que emplean «pescados» —una incorrección, además— para referirse a «peces». Queda en nuestra mano tratar de dignificar o de devolverle la dignidad a aquellas víctimas que nuestra especie insulta a diario.