Los animales no son libres
Introducción
En sociedad, el lenguaje verbal nos sirve para transmitir ideas complejas. Pero también nos brinda la posibilidad de tergiversar la realidad con fines egoístas. Los eufemismos, en muchos casos, tienen el fin de enmascarar acciones injustas y aberrantes, como decir que una vaca da leche o que un cerdo da jamones.
En esta entrada, quisiera exponer una crítica argumentada respecto al estatus legal de los animales y contra la afirmación y creencia de que haya animales libres. Para ello, voy a disertar sobre el significado de la libertad, su relación con el lenguaje y los derechos legales.
A menudo, se dice que el vecino tiene gallinas sueltas en su finca, que los caballos de Doñana viven en «semilibertad», o que los leones del Serengeti son libres. Y así, un largo etcétera de afirmaciones similares. En general, estas frases vienen acompañadas de un contexto en que el emisor trata de justificar una explotación animal compasiva, alegando que sólo come huevos de «gallinas en libertad» o que deja a sus animales al aire libre.
De esta manera, se produce una confusión recurrente entre los términos «libertad», al «aire libre», y «suelto» (sin ataduras o cadenas). Para complicar más el asunto, la propia palabra «libertad» presenta acepciones aplicables y no aplicables a la situación actual de los animales.
Este gallo y las gallinas que habrá a su alrededor no son libres porque estén en un espacio grande al aire libre. Si su propietario estima oportuno degollarlos, puede hacerlo porque son sus propiedades.La libertad, el lenguaje y el estatus legal de los animales
El concepto de «libertad» puede referirse a la capacidad de obrar sin limitaciones. Un sujeto es libre cuando ningún agente externo contra su voluntad y movimientos. Sin embargo, otro de sus sentidos es el de «ser dueño de uno mismo».
Los animales que viven en parajes naturales, sin intervención directa del ser humano, son libres en el primer sentido del término; pero no en el segundo. Y los animales esclavizados en granjas no son libres ni en el primer ni en el segundo sentido del término. Así ocurre porque todos los animales del mundo están catalogados como «bienes muebles semovientes» (objetos con movimiento autónomo).
Esto significa que son legalmente propiedades del ser humano y que, allá donde se encuentren, siempre pertenecerán a alguien. Si un animal se encuentra en una granja, pertenecerá al propietario de dicha granja o un tercero que tenga algún acuerdo con el propietario. Y si un animal habita en un paraje natural, pertenecerá al Estado o a la autoridad competente sobre dichas tierras.
Decir que un animal se encuentra en «semilibertad» es un mero eufemismo para señalar que se trata de un esclavo que, en unas circunstancia concretas, no es explotado o totalmente explotado por el ser humano aun cuando podría serlo. Dado que los animales no son libres, cualquier sujeto humano puede atentar contra sus intereses inalienables. Vulnerar tales intereses es, por sí mismo, una vulneración de su libertad.
Los animales domesticados, por ejemplo, no eligen dónde vivir, de qué alimentarse, cómo cuidar a sus crías ni tan siquiera a sus parejas. La alimentación artificial y llena de hormonas y de antibióticos, el hacinamiento, la separación de sus crías y la inseminación forzada son el pan de cada día para estas víctimas ignoradas y silenciadas por la humanidad y sus falsos defensores.
¿Son libres estas aves que sobrevuelan Londres? ¿Pueden hacerlo acaso con garantías de que ningún ser humano las matará? ¿Y si el ayuntamiento local decide exterminarlas? Donde no existen derechos legales, no hay libertad.Conclusión
Debido a que el estatus legal de los animales implica una negación absoluta de su vida, libertad e integridad. Ningún animal del mundo es libre ni podrá serlo mientras carezcan de derechos legales.
Los animales seguirán sin derechos legales mientras la sociedad participe en la explotación animal por ignorancia y prejuicios que, a su vez, se transforman en eufemismos con que tranquilizar conciencias.
Si realmente nos preocupan los animales y queremos hacer lo mejor para ellos, hay que afrontar la realidad y respetarlos como se merecen. Sólo así, algún día, podrán ser libres.