Los alienígenas y las obras apocalípticas
Las invasiones alienígenas son un reflejo de nuestras acciones hacia los animales
En diversas obras de ficción, desde novelas hasta películas, se presenta una suerte de Apocalipsis sobrevenido por una invasión alienígena a la Tierra. En esta entrada quisiera lanzar una reflexión sobre algunas de las razones psicológicas que motivan el origen de estas obras, y por qué la humanidad es inconsistente cuando lucha por su supervivencia mientras se dedica a diario a exterminar animales que también luchaban por la suya.
Las obras centradas en el fin del mundo proceden desde los albores de la humanidad; pues, ya describan un suceso u otro, responden al miedo social hacia la muerte individual y colectiva, es decir, a nuestra desaparición como individuo y civilización. A raíz del valor que los seres humanos depositan en su acerbo cultural, un Apocalipsis representa la caída de los logros asociados a una nación o a un «yo colectivo» que se siente como parte de uno mismo. En este sentido, las obras apocalípticas coinciden de pleno con aquellas obras literarias y dramáticas de los siglos XVIII y XIX; las cuales plasmaban este miedo interior del ser humano en aquellas sociedades o clases sociales en donde primaban la abundancia y la plena satisfacción de los deseos propios. Un ejemplo paradigmático de esta tipología radica en el mito del vampiro.
En los últimos años, junto con la carrera especial y las novelas de ciencia ficción, las obras apocalípticas han cobrado una forma particular de expresión basada en la llegada a nuestro planeta de alguna civilización alienígena, por lo común, malvada, superior tecnológicamente, devoradora de recursos y con la única intención de esclavizar o de exterminar a la humanidad. ¿A qué nos recordará esto?
Si alguna civilización alienígena posee la tecnología para cruzar el espacio, ojalá también posea la evolución ética necesaria para respetar a otros sujetos en lugar de explotarlos, esclavizarlos y exterminarlos. Puede que incluso una civilización alienígena respetase más a los animales en la Tierra que nosotros mismos. Este caballo se sentiría más seguro junto a los alienígenas que ante los humanos que los montan, torturan y justifican su explotación.El ser humano, sin ser consciente, refleja en las obras apocalípticas aquellos miedos derivados de las consecuencias de sus acciones como si por momentos buscase un perdón o resarcimiento al utilizar a otros seres ficticios como alter ego de su propia persona y acciones. La cruda realidad es que, con independencia de que exista vida en otros planetas y de que dicha vida tenga o no un elevado nivel cognitivo, las obras apocalípticas no vienen motivadas por miedos extraplanetarios; sino por miedos reales y originados en el seno de nuestro propio planeta ante nuestras propias acciones y las de nuestra sociedad.
Si los alienígenas aparecen como seres violentos y exterminadores de toda vida es porque, en realidad, la colectividad humana así lo es para quienes no pertenecen a nuestro grupo. La violencia y maldad de tales alienígenas es la aplicación fantasiosa de nuestra maldad y deseo reales hacia quienes consideramos inferiores o diferentes. Esta creencia motivó sucesos aberrantes como la esclavitud humana o el holocausto nazi y, hoy, esta misma mentalidad milenaria es la causante de la esclavitud animal y de que estemos llevando a millones de animales a un vil exterminio. Entretanto, nuestra sociedad, en lugar de analizar y cuestionar sus acciones, crea obras ficticias que, como la religión, actúan como vía de escape para tranquilizar su conciencia pervertida por el egoísmo, el antropocentrismo y el nihilismo.
Ser veganos es un mundo especista significa lidiar contra la mentalidad y las acciones del 99% de la humanidad. A más de uno nos apetecería saber si en otros lugares del universo hay especies más avanzadas que la nuestra; si no tecnológicamente, al menos sí éticamente.Cuando uno da el paso hacia el veganismo y conoce los horrores que practicamos los humanos todos los días hacia quienes sienten y padecen como nosotros, nos percatamos de que las obras apocalípticas sólo reflejan nuestra mentalidad plasmada en forma de criaturas de otro planeta. Si la sociedad entiende que no quisiéramos que otros seres vinieran a esclavizarnos y exterminarnos, ¿por qué sí lo hacemos con aquellos individuos con quienes compartimos el planeta desde hace cientos de miles de años?
Los animales, como nosotros, poseen intereses inalienables tales como sus vidas, libertad e integridad. Cuando tales obran se centran en que los alienígenas desean atacar a humanos, preferentemente, es otra forma involuntaria de vanagloria o de autoreconocimiento antropocéntrico de nuestras capacidades o características, mientras las negamos u obviamos en otros animales. No hay ningún problema inherente en las obras de corte apocalíptico; sino en la mentalidad que las origina.
Un mundo que fuese justo para todos los sujetos, sin discriminación por ninguna variable subjetiva, no encontraría únicamente el horror de que su especie fuese la víctima. Si nuestra sociedad reconociera la justicia en su sentido universal, entenderíamos que la vida, libertad e integridad de otros animales tiene el mismo valor que la nuestra en un sentido absoluto aunque nosotros no sepamos o no queramos asumirlo.
Todos los humanos tenemos el deber de que nuestras acciones no dañen ni perjudiquen a otros animales; así como entenderíamos que una raza alienígena tuviera el deber de respetar nuestras vidas.