Activismo vegano en Madrid
Introducción
Hace unos días tuve el placer de viajar a Madrid por invitación de un generoso activista vegano. A raíz de esta experiencia, he creído oportuno redactar una breve entrada para reincidir en la importancia del activismo vegano, en los distintos medios de llegar a la gente y en las limitaciones individuales de nuestro colectivo.
Como ocurre con otros ensayos, éste refleja mis reflexiones personales sobre aquellos aspectos en que los veganos deberíamos mejorar y esforzarnos más si, de verdad, aspiramos a luchar contra la explotación animal y por el reconocimiento de los Derechos Animales.
Una estación de RENFE con trenes de alta velocidad.
Un inesperado viaje a Madrid
Soy sevillano y no había estado en Madrid desde hacía 15 años. Miguel Ángel Fernández, activista madrileño y asiduo lector de este blog, me ofreció pasar unos días en Madrid para conocer la ciudad y realizar labores de activismo conjunto. Y no estaríamos solos. Él colabora semanalmente con otro conocido activista por estos rubros: Luis Tovar, autor de Filosofía Vegana.
Durante mi breve y acogedora estancia, aparte de fascinarme por la enorme variedad de establecimientos, restaurantes y productos veganos al alcance, también pude aprender algunas cosillas acerca de las idiosincrasias madrileñas. En comparación con Sevilla, la gente parece algo más estresada, propensa a ir rápida y atropellante, y el turismo acapara tanto el centro que, por momentos, uno cree haber salido de España.
El hombre de la derecha es Miguel Ángel. Habrá para quienes parezcamos unos locos, como así tachaban a otros pioneros en la historia, pero es nuestro deber para con las víctimas.
Intentos de activismo vegano en Madrid
Un activista vegano lo es en todas partes. Por ello, huelga señalar que me apetecía poner mi granito de arena junto con mis socios de causa. Miguel Ángel, Luis y yo pasamos dos jornadas —un par de horas cada una— bajo un kiosco situado en la zona de Ópera, cerca del Teatro Real.
Ambos, con una perseverancia digna de elogio, llevan más de un año trayendo cada semana carteles con mensajes evocadores para promover el veganismo sin la ayuda ni necesidad de organizaciones ni grandes fondos. Luis, más firme, prefería colocarse en un punto visible mientras Miguel Ángel trataba de «cazar» a quienes se detuvieran a leer los carteles para impulsarles un análisis crítico.
Nuestro «público» se comportó de forma esperable: la mayoría detenía la vista unos pocos segundos y pasaba a ojear el móvil; otros mascullaban algo con rabia y encono, y algún extraviado aceleraba la marcha entre refunfuños y acusaciones que derivaban de sus disonancias cognitivas.
Hubo quienes nos tacharon de ser una secta e incluso alcancé a oír ciertas falacias y a percibir comportamientos de necedad pretenciosa. «¿Les decimos que no se coman la comida de nuestra comida?», dijo un sesentón, entre una caterva de viejales, que, por su facha y andares, se veía más próximo al hoyo que a la acera.
Lo triste de un activismo presencial, generalista y sin filtros está en que se vuelve difícil detectar y centrar nuestras energías en quienes ya cuentan con una sensibilidad previa hacia los animales y su situación. No obstante, también tiene su lado muy positivo. Nuestra mera presencia ya supone la manifestación de unas razones casi desconocidas e inimaginables para la sociedad general: los animales importan y merecen respeto.
Valores, convicción y cabeza fría son virtudes vitales para la causa vegana.
Las claves para un activismo presencial
Los compañeros estuvimos dialogando sobre maneras de acrecentar nuestro acercamiento mediante formas pasivas. Para optimizar nuestro desempeño en mitad de una plaza, todo activista debiera tener presentes algunas recomendaciones básicas:
- Presencia: Resulta vital que la gente nos perciba como personas cercanas, empáticas, sinceras y honradas. Aparte de los típicos consejos para acudir a cualquier ambiente público, en nuestro sector debemos cuidar que nuestra imagen no sugiera tedio, disgusto o rigidez. Es importante que puedan vernos el rostro, a menos que nuestra indumentaria esté pensada para el anonimato.
- La unión hace la fuerza: Los humanos, como animales sociales y llenos de sesgos cognitivos, nos dejamos llevar por las sensaciones más que por la racionalidad. La mera concurrencia de una decena de activistas ya consigue despertar más la atención y el interés que tres o cuatro activistas entre una abultada muchedumbre. Cuantos más seamos, mayor será nuestro impacto.
Un chico estuvo casi una hora haciéndonos preguntas. La curiosidad es el primer paso para el aprendizaje.
Tesón y coraje por encima de todo
En relación al último punto, que haya tan pocos interesados en ejercer activismo nos despierta a los tres un sentimiento de tristeza. De manera análoga a lo sucedido en siglos pasados, la mayoría de los supuestos defensores de los animales no se esfuerzan en su día a día por reivindicar la importancia de nuestra lucha. Y lo que es peor: el grueso de los veganos participan en campañas y organizaciones que no promueven los Derechos Animales.
Con su carácter madrileño y humor lapidario a partes iguales, Luis Tovar señaló el trípode que usaban cada semana para sostener uno de los carteles y dijo con socarronería:
Este trípode ha hecho más por el veganismo que muchos veganos.
Y sí, la verdad ofende a quienes saben por dentro que no han obrado con nobleza ni justicia. En lo tocante al activismo vegano, lamento tener que repetirme hasta la saciedad respecto a causas y conclusiones.
Muchos veganos todavía no se han enterado de que el bienestarismo no es una estrategia, ni un paso intermedio ni un método «realista» de promover la «compasión» hacia los animales para «reducir el sufrimiento animal» y «combatir el maltrato».
Tal como he señalado en ensayos dedicados a ello, el bienestarismo es una ideología utilitarista e independiente que se basa en la premisa de que sea correcto explotar y asesinar animales si se los cría en un ambiente salubre y se los trata relativamente bien hasta su «sacrificio».
No existe ninguna relación causal, lógica ni científicamente demostrada de que las campañas monotemáticas —como la del «Lunes sin carne»— mejoren o ayuden al entendimiento del veganismo o de la situación legal y social de los animales.
De hecho, los datos apuntan a lo contrario: el bienestarismo tranquiliza conciencias y engaña a la gente con sellos y políticas de bienestar animal que para nada representan las necesidades de los animales.
Belleza y armonía no casan si no existe respeto hacia todos los animales y sus hábitats naturales.
Conclusión
Mi estancia en Madrid ha sido corta pero apasionante. No me gusta entrar en detalles personales —míos o ajenos— y eso se aprecia en mi parquedad hacia detalles con que otros blogueros hubieran escritos una decena de páginas.
Quédese el lector con que me gusta dialogar y compartir experiencias, me agrada que contacten conmigo y no dudaré en participar o en echar una mano a quien lo necesite y pueda procurársela. De igual forma, mis compañeros están abiertos en colaborar y responder a dudas y preguntas.
El activismo vegano, en su forma presencial o por medios informáticos, resulta esencial. No obstante, queda relegado por miles de veganos que así lo escogen para delegar su agencia moral, su dinero y sus buenas intenciones en promesas vagas, fe religiosa y figuras endiosadas por la propia industria ganadera.
Mientras haya veganos comprometidos con el veganismo, habrá esperanza.