Peter Singer y la perversión del activismo animalista
El activismo animalista actual es un negocio que condena a los animales
El activismo animalista vende victorias cada día hasta el punto de hacernos pensar que todas las injusticias que asolan a los animales terminarán mañana mismo. Sin embargo, desde del Paleolítico hasta hoy no ha habido ningún avance o progreso en materia de Derechos Animales.
A partir del siglo XVIII y, sobre todo, desde la mitad del siglo XX tras con la aparición ominosa del filósofo Peter Singer, quien continuó los trabajos del filósofo utilitarista Jeremy Bentham (siglo XVIII), empezaron a desarrollarse regulaciones sobre cómo se cría, hacina y asesina a los animales por razones económicas, salubres y de percepción ciudadana. Sus derechos, en un sentido legal, siendo los mismos: cero, ninguno, nada, nulo, vacío, 0 grados kelvin, error 404...
Si aún en fechas recientes se producen guerras y resultan esperables discriminaciones morales y conflictos internacionales en Oriente Próximo derivados de una ética nula por el control del petróleo y el gas natural, cuando más si nos referimos a unos sujetos absolutamente cosificados como los recursos antes señalados.
La explotación animal constituye, con diferencia, la industria dominante y más versátil de toda la estructura socioeconómica histórica y actual. Una estructura socioeconómica surgida por el especismo, una expresión del antropocentrismo por el cual consideramos que el ser humano es el único ser con derecho a vivir. Pero no debiera ser así.
Con tanto capital en juego y tantos actores interrelacionados que controlan cada pieza del rompecabezas, no es de extrañar que inviertan en asegurar e incrementar beneficios a medio plazo. Dado que actualmente existe una tendencia social hacia una interseccionalidad de la justicia, quizás motivada por una compleja y rápida red de información jamás habida, la defensa de los Derechos Animales ha encontrado un cauce y una fuerza en absoluto desdeñable.
Si los humanos somos capaces de traicionar a individuos de nuestra propia familia, ¿cómo no vamos a vendernos al mejor postor? Si ya desde pequeños fueron enseñándonos que estaba bien utilizarlos como simples medios para nuestros fines, ¿a quién sorprendería que particulares y organizaciones los utilizaran para lucrarse gracias a una creciente preocupación social sin rumbo ni conocimiento?
Estas afirmaciones pasan a ser más que hipótesis cuando uno analiza el rol desempeñado por las distintas instituciones que tratan la cuestión de los animales no humanos. Ensayos como el presentado por James LaVeck —original y traducido— señalan evidencias y razones acerca de cómo un activismo centrado en el trato (bienestarismo) consigue una alianza entre el interés particular de los activistas y el incremento de ventas para las compañías responsables.
Ese cartel refleja dos características comunes del pensamiento bienestarista: se limitan a que debemos minimizar el dolor (no a respetarlos) y fomentan el vegetarianismo aun cuando éste ni siquiera sirve para «reducir el dolor». El activismo animalista actual no desea liberar a los animales de ninguna opresión; sino promover una opresión «compasiva» con que tranquilizar sus propias conciencias mientras participan en las peores de las aberraciones concebibles.El beneficio personal del desconocimiento social
La gente —seres humanos en general— manifiesta una habilidad innata para seguir los moldes preestablecidos y calmar sus conciencias mediante el sesgo de la confirmación, es decir, encontrando a quienes afirmen y justifiquen lo que ellos ya creen y les conviene creer. De modo que su percepción se ve altamente influenciada por una publicidad engañosa que les vende la posibilidad de una «explotación ética», una antítesis.
Esta contra-acción no sólo daña la lucha respecto al pueblo; sino que tales argumentados utilitaristas, al estar avalados por quienes son famosos dentro del el sector, consiguen convencer a otros activistas menos formados o «activistas satélites» —no procesan información ni presentan un juicio crítico, solamente repiten— de que este «nuevo camino» será lo mejor para los afectados y no, casualmente, para el bolsillo de sus organizadores, quienes, por cierto, con independencia de la organización o partido, no dudan en insultar, humillar y tratar de ridiculizar públicamente a quienes les lleven la contraria.
Gran parte del éxito de esta apropiación efectuada por parte del activismo animalista (desviación del movimiento según la conveniencia de las organizaciones animalistas) se debe a la incorporación de neologismos económicos y términos muy mercadotécnicos que favorezcan la dilución de información mediante el sesgo ad verecundiam: creer que cuanto diga un sujeto experimentado (o que así lo parezca) es válido en sí mismo, soltar disparates puede ser eficiente si se cuenta con la elocuencia necesaria.
Una manera de persuadir a los activistas comprometidos consiste en hablarles de nuevos métodos revolucionarios y estudios psicológicos por los cuales se deduce que, milagrosamente, la sociedad respetará a los demás animales o que éstos padecerán menos si vamos «pasito a pasito» cambiando una forma de explotación menos aceptable por otra más aceptable a través de campañas monotemáticas.
Entre ejemplos de tales campañas tenemos las simples grabaciones en mataderos y otras acciones morbosas con que solicitan que las gallinas enjauladas pasen a vivir en el suelo de una nave industrial un año y medio antes de morir por osteoporosis aguda, olvidándose, por supuesto, de que dicha explotación implica siempre el asesinato sistemático de los pollitos macho.
Al mismo tiempo, el activismo animalista, surgido con Peter Singer, se vale de un ensalzamiento sentimental y una apología del narcisismo y del alter ego que fomente la unidad ciega y los haga sentir especiales ante el resto. Lo llamativo del asunto radica en que pocos llegan a percatarse de la consecuencia obvia que tendrá por desconocimiento de la propia historia de los movimientos sociales.
El mayor reto de un activismo animalista realmente centrado en los intereses de las víctinas no-humanas subyace en lograr que una mayoría de individuos vean como un «problema» lo que antes se estimaba un «no-problema». Todo activismo, en el sentido estricto de la palabra, consiste en aportar argumentos coherentes para incentivar un cambio en el comportamiento. Dichos actos únicamente pueden cambiar si las acciones previas se perciben como un problema.
Cuando los activistas que supuestamente defienden los Derechos Animales le transmiten a la gente que basta con cambiar una forma de explotación por otra «menos mala», o que esta misma explotación puede hacerse de una forma «buena», están afirmando específicamente que tal explotación es un «no-problema» y, por tanto, están generando el mismo velo que ellos mismos o sus precedentes lucharon por desmontar.
Gary Francione es una de las figuras más destacadas en el movimiento por los Derechos Animales y uno de los mayores críticos del bienestarismo y su hipocresía.Peter Singer y los ideólogos neobienestaristas son el mayor cáncer contra los Derechos Animales
Los Derechos Animales no tienen ni necesitan líderes. Su base es ética y, como tal, se fundamenta en la lógica y en los hechos demostrados por la ciencia. Debido a la obra célebre «Liberación Animal», muchos individuos, cercanos o no el activismo animalista, tomaron a Peter Singer como un referente en la causa. Sin embargo, este filósofo no defiende los Derechos Animales, de hecho, considera que los demás animales no debieran poseer ningún derecho.
A continuación se recogen algunas citas sobrecogedoras y lamentables del proclamado «líder» del movimiento por los derechos de los animales:
La cuestión es, por tanto, si las agradables vidas de las gallinas (más el beneficio que nos dan sus huevos) son suficientes para compensar la muerte que forma parte del sistema. La respuesta a esto dependerá de nuestro punto de vista sobre la muerte, diferenciándola del hecho de infligir sufrimiento. Esta discusión se amplia en el capitulo final de este libro. Basándonos en las razones aquí apuntadas, yo no me opongo en principio a la producción de huevos de corral. Fuente: Liberación animal, página 205; edición Taurus; año 2011.
Peter Singer, tal como dice, considera que el asesinato sistemático de animales está justificado si nosotros obtenemos un gran beneficio por hacerlo.
No como carne. Soy vegetariano desde 1971. Me hice vegano gradualmente. De un modo general soy vegano, pero un vegano flexible. No compro cosas no veganas para mí en el supermercado. Pero, durante mis viajes, o cuando voy a las casas de otros, voy a estar bastante feliz comiendo una comida vegetariana en vez de una vegana.
Fuente: https://www.motherjones.com/poli.../2006/05/chew-right-thing/
Peter Singer ni siquiera conoce la definición de veganismo, desarrollada por Donald Watson y Leslie Cross dos décadas antes de que él escribiese su libro. Para él, el veganismo es una dieta y un simple medio para reducir el sufrimiento animal mientras los explota por egoísmo y placer.
Cuando haga compras para mí mismo, seré vegano. Pero cuando estoy de viaje y es difícil conseguir comida vegana en algunos lugares o lo que sea, seré vegetariano. No comeré huevos si no hay huevos de campo libre, pero si hay, los comeré. No pediré un plato que sea íntegramente de queso, pero no estaré preocupado, digamos, si un curry vegetal de la India fue cocinado con mantequilla clarificada.
Peter Singer, como utilitarista, maneja una definición distorsionada de lo que significa «libertad». Para él, «libertad» significa que las condiciones de ese animal son algo mejores que la media de su explotación usual o que no se le causa la muerte directamente por su explotación. Deduce, por arte de birlibirloque, que está bien consumir su cadáver y productos.
Es bastante difícil ser un omnívoro consciente y evitar todos los problemas éticos, pero si uno fuera realmente riguroso en comer sólo animales que han tenido buenas vidas, esto podría ser una posición ética defendible.
Fuente: https://www.theguardian.com/.../sep/08/food.ethicalliving
Al señor Peter Singer también le escasean sus conocimientos de biología al hablar de la omnivoría como si fuese una dieta. La omnivoría es una condición biológica. Todos los humanos, incluidos los veganos, somos omnívoros aunque escojamos voluntariamente no comernos animales ni sus productos derivados.
Que alguien que afirma que matar y comer animales que hayan tenido una «buena vida» podría ser una posición «éticamente defendible» (sin argumentarlo en ningún momento, por descontado) pueda ser considerado el «padre de los derechos de los animales» da a entender el grado de confusión, la hipocresía y la mediocridad presente en el actual movimiento animalista.
Asimismo, no existe tal cosa como la «buena vida» cuando hablamos de que todos los animales esclavizados como ganado, según la especie, son marcados, castrados, descornados, despicados, separados de sus crías, inseminados forzosamente, hormonados, etc. Por ende, Peter Singer entiende como «buena vida» una idealización perversa de la vida real de un ganado y un tipo de vida que jamás admitiría para sí mismo.
Peter Singer y el activismo animalista dicen preocuparse y defender a los animales mientras participan en su explotación y promueven la esclavitud animal.Peter Singer, el activismo animalista y su mentira del bienestar animal
Cabe destacar, asimismo, que la explotación «menor» que pregona el activismo animalista nunca es tal. El concepto de «maltrato animal» fue un invento de la industria promovido por Peter Singer para centrar la atención en el trato que se les da en lugar de cuestionar la propia legitimidad que tengamos para criarlos, hacinarlos y asesinarlos.
Toda forma de explotación animal implica, inherentemente, la vulneración de la libertad y la integridad (y, en la mayor parte de los casos, también la vida). Darles mayor libertad no convierte a los esclavos en libres ni brindarles un mejor trato significa que se respete su integridad. Ningún animal esclavizado es libre —no puede decidir adónde ir— ni tampoco goza de plena integridad; pues a los explotadores no les conviene que usen su cuerpo para determinadas funciones vitales como la reproducción (apareamiento).
Se trata del clásico juego del poli bueno y el poli malo. Aparentemente, hay una oposición entre los grupos animalistas y la industria de explotación animal. Sin embargo, en la realidad son aliados que están en el mismo bando: a favor de explotar a los demás animales. Sólo difieren levemente en la manera en que se debe llevar a cabo esa explotación.
Todo forma parte de un negocio redondo en el que todos ellos ganan. Los grupos animalistas ganan socios y donaciones por su labor en intentar mejorar «el bienestar de los animales». Los explotadores empresariales aumentan sus ventas gracias a la publicidad que reciben por haber «mejorado las condiciones» de su explotación. Todos ganan. Sólo los animales no humanos pierden.
La estafa es doble y monumental. Entonces... ¿por qué pervierten el activismo? Por un único motivo: ganancia personal en forma de una «unidad simbólica de poder» llamada «dinero». Muchos animales ajenos a nuestra especie cuentan con sus unidades de poder a la hora de desempeñar comportamientos agonísticos, en el caso de la «inteligentísima» especie humana, nosotros vendemos nuestros principios y valores por un instrumento abstracto que permite satisfacer necesidades más o menos impuestas por nuestra biología.
Como conclusión, las actuales organizaciones animalistas y prácticamente cualquier grupo grande de activistas que conforman el activismo animalista actual no representan los Derechos Animales y son una lacra para las víctimas. Donarles dinero equivale a ceder nuestra responsabilidad ética y, además, ser cómplices de cómo traicionan a los animales esclavizados.
No vendamos nuestra «alma» al mercado ni se la regalemos a quienes mantienen los ojos pegados al ombligo. Si apenas podemos fiarnos de otros «veganos», imaginemos el caso nefasto de estas instituciones jerarquizadas. Si uno quiere de verdad luchar por los Derechos Animales, debe formarse.
Puede resultar comprensible que antes de la aparición de internet no llegaran ciertas noticias o argumentos al público general; pero hoy sí es un imperativo que todo activista por los Derechos Animales deseche la idealización sobre Singer y dé un paso más. El profesor Gary L. Francione es actualmente una de las mayores eminencia en dicho campo y merece que todo simpatizante por la causa conozca sus obras y estudios académicos.