Las victorias animalistas son un fraude
La perspectiva histórica y global de la estafa llamada «victorias animalistas»
En consonancia con otro artículo sobre este punto, desde el comienzo de la preocupación moral en sociedad respecto a los animales no humanos se han sucedido diversas organizaciones y medidas propuestas con el fin de canalizar dichos sentimientos en forma de simple y llano dinero. Si mucha gente muestra interés por algo, da igual de qué se trate: abre un nicho de mercado potencialmente explotable.
Dado que las víctimas no humanas están cosificadas moralmente (especismo), usarlas a ellas y sus penosas circunstancias como reclamo para obtener bienes monetarios no dista nada de cualesquiera formas de explotación ya presentes. Las victorias animalistas son, por parte, la estrategia principal de dichas organizaciones para construir su negocio.
El cese de la explotación animal significaría la desaparición de un nicho en pleno apogeo conforme aumente la sensibilidad humana y su sentido moral hacia las acciones realizadas contra otros animales. De tal modo, el cese de la explotación animal no sólo sería un suceso desastroso para la industria que se dedica a criarlos, coartar sus intereses y asesinarlos sistemáticamente; sino también para todas las empresas que actúan como satélites del sector para aprovechar la situación imperante.
En este apartado entran las organizaciones animalistas y sus mentiras flagrantes para lucrarse mediante la desgracia de estos pobres animales al mismo tiempo que defraudan al prometer y asegurar una lucha por sus derechos mientras obran para maquillar la realidad lo suficiente con términos inventados como «bienestar animal» o «huevos bio» para conseguir que la gente crea que se produce algún cambio aunque todo siga realmente igual.
Publicidad engañosa del partido PACMA, el cual vende como una victoria que esos conejos pasen de estar en una jaula en vertical a hacerlo a una jaula (del mismo tamaño) sobre el piso. ¡Qué gran cambio para los animales! ¿Verdad?
Las reglas de la publicidad aplicadas al caso no-humano
El objetivo de publicidad consiste, en síntesis, en generar una necesidad (mostrar la realidad de la explotación animal en este caso) y ofrecer un producto como satisfacción absoluta e inmejorable a dicho menester. El conocimiento humano sobre las injusticias que padecen tales animales es muy limitado y manipulable.
Basta con anunciar una victoria animalista, con contar aquellos detalles «remueveconciencias» de la explotación considerada y pintar sus métodos o alternativas como la única solución realista, eficaz, efectiva, etc. Si es necesario mentir, tergiversar o ningunear hechos constatados, se hace sin menor reparo. Si la gente considera que hacerse vegano es extremo y que el vegetarianismo ya no está de moda, pues se les propone algo incluso todavía más sencillo: el reducetarianismo. La explotación de los animales es sólo un medio para excusar la recaudación de dinero.
Tales organizaciones cuentan con dos tipos de clientes: sus socios (fieles) y los donantes esporádicos. Una manera de fidelizar a los nuevos radica en vender los éxitos de la empresa y cómo luchan por los «Derechos Animales» (meras regulaciones legales en verdad) y su manera de conservar los existentes (normalmente más comprometidos con la lucha) se basa en excusar sus acciones a través de peticiones de principio y, cuando se precisa, también por medio de la complicidad circular de otras empresas que provean los datos supuestamente veraces que confirman sus tesis ya postuladas con anterioridad. Un buen circo, sin duda.
Cartel publicitario de la organización sin escrúpulos Anima Naturalis, una de las que más usual y felizmente cantan sus victorias animalistas.Ahora toca esto; mañana lo otro
En los últimos meses, destaca el esfuerzo mediático que han emprendido por cambiar una mera coletilla en el lenguaje jurídico. Tanta palabrería para que no estén considerados como «cosas» (mejor dicho: que no se los llame así aun cuando aparecen definidos legalmente de esta manera) a la par que la mayoría de los animalistas y el resto de la población financia que los críen, descuarticen y conviertan en objetos de servicio.
Las organizaciones animalistas exclaman que no debieran estar considerados de semejante manera cuando, simultáneamente, ellos mismos contribuyen a tamaña aberración. ¡Cuán sorprendente es la disonancia cognitiva! Están catalogados como «bienes muebles semovientes» y eso no cambiará con dos exaltaciones en la vía pública; sino actuando en consecuencia y realizando un activismo educativo.
En estas semanas está sonando bastante el caso de los conejos y las jaulas en que los tienen hacinados. Como de costumbre, apenas han tardado en promover dos manifestaciones y en cantar una victoria al día siguiente. El activista Luis Tovar ya le ha dedicado un magnífico ensayo al artículo publicado por una representante de Anima Naturalis al respecto.
Así pues, con la finalidad de completar lo expresado por él, ofreceré una serie ejemplos que sirvan de referencia para demostrar lo bien que se les da reducir la cuestión de los Derechos Animales como si cada forma de explotación no fuese la rama de un mismo árbol, y cuánto les encanta cantar victorias cuando logran un cambio y callan miserablemente cuando tales modificaciones se revocan y todo vuelve a ser igual.
Los siguientes enlaces a noticias están proporcionados por Nicole Sandoval Cañas, presidente de la organización abolicionista Defensa Animal en Chile. Recomiendo un artículo del blog Filosofía Vegana para ahondar en este punto tan desleal de estas falsas instituciones sin ánimo de lucro.
- ¡Victoria! Se acabó la caza de ballenas en la Antártida ¿Qué pasó después?
- ¡Victoria! Se prohíbe el Foie Gras en Chicago ¿Qué pasó después?
- ¡Victoria! Se prohíben los toros en Cataluña ¿Qué pasó después?
- ¡Victoria! Bogotá prohíbe las corridas de toros ¿Qué pasó después?
Siempre, al cabo de unos años, todas las prohibiciones y regulaciones vuelven al punto de partida porque la demanda de los consumidores así lo fomentan. Dichas organizaciones, a veces, dicen que han «abolido» una práctica o festejo. Es falso. Se trata de una prohibición, no de una abolición. Abolicionismo y prohibicionismo son acciones diferentes. Por si alguien se había olvidado de unos de los ejemplos más horrendos, aquí está:
La lista es interminable...
Conclusión
A pesar de los ejemplos, hay gente que sigue tragándose la publicidad de estas organizaciones y celebrando las «victorias animalistas» como si cada una de ellas hubiera sido una panacea universal. Para colmo, las defienden a capa y espada. Sucede, entre otras razones, porque después de haber confiado tanto en la indstición de turno y haberse dejado tanto dinero, se vuelven incapaces de afrontar que los han estafado. A las pruebas me remito. Para nuestros subconscientes queda fantásticamente creer que estas medidas solucionan los problemas y que delegando nuestra responsabilidad moral llegamos a conseguir un mundo más justo. ¡En absoluto!
No sé en cuáles animales fijarán su atención en un futuro para lanzar sus campañas monotemáticas. Intuyo que, siguiendo los propios convencionalismos sociales, perros y gatos acapararán la mayor parte del foco, seguidos de otros mamíferos (cuanto más simpáticos y en peligro de extinción, mejor), alguno en condiciones paupérrimas (circos, tracción de sangre y peletería), haciéndose hincapié en la metodología para causar sensacionalismo del bueno y, si «salta» cierto escándalo, se centrarán en algún caso puntual y polémico que les sirva para predicar su fe bienestarista. Cualquier cosa les sirve por tal de lucrarse y de cooptar un movimiento.
Estas «victorias animalistas» no tocan los prejuicios morales que conducen a la explotación animal y ni mucho menos combaten las injusticias. Son puntos muertos para hacer caja mientras nadie quiere saber nada. Todo ese tiempo, esfuerzo y dinero pudieron dedicarse en la educación vegana. Sin embargo, cada día termina despilfarrado en campañas nefastas e inútiles.