«A cara de perro», el circo mediático del animalismo
El animalismo es un circo
A nadie sorprende el ingenio natural humano para lucrarse mediante el aprovechamiento adecuado de una circunstancia o coyuntura, desde las más dichosas fortunas a las más terribles calamidades. De la misma forma, reconocer que el movimiento animalista lleva más de una década siendo un filón tampoco debiera boquiabrirnos. Cabe esperar que, en cualquier instante y con cualquier excusa, determinadas empresas de telecomunicaciones metan la mano para captar telespectadores mediante un circo hecho a la medida del intelecto y los conocimientos del vulgo a cual se dirige.
El circo mediático del animalismo ya ha llegado por la puerta grande: la cadena Cuatro estrenará un programa llamado «A cara de perro» en el cual, Javier García Roche, conocido como el «Chatarras» debido a su pasado rural y actual boxeador, actuará como presentador de un novedoso espacio televisivo dedicado a la «lucha contra el maltrato animal (concepto erróneo en ética) y la promoción de las adopciones de perros sin ningún tipo de asunción moral hacia los acogidos».
El vivo ejemplo de una sociedad idiotizada
El animalismo actual funciona como el folklore: a ritmos pulsátiles. Hoy se pone de moda un tema y mañana otro, como si las injusticias que padecen los animales no estuvieran todas relacionadas entre sí. La mayor parte de la sociedad y de los propios los animalistas carece de una mínima noción o formación en Derechos Animales y le faltan ganas o iniciativas para formarse en esa materia con el fin de ayudar a los animales no humanos.
Si así ocurriera, entenderían de inmediato que toda forma de explotación animal es injusta o que todas se deben a nuestro prejuicio de supremacía humano. La mayoría se conforma con creer que con sus buenas intenciones y participaciones (manifestaciones o firmas), según lo que digan ciertas organizaciones o partidos, basta y sobra.
Comentario publicado por una mujer animalista. ¿Algo más que añadir?Una sociedad alelada responde mejor —o sea, se engaña con facilidad— si el programa de turno presenta a un sujeto que represente el arquetipo de su mentalidad, el molde del animalista medio. Poner al frente a alguien diferente de la media implica el riesgo de que los televidentes no se sientan a gusto o puedan quemar demasiadas energías al generar nuevos circuitos neuronales necesarios para procesar una información absolutamente diferente de la papilla digerida que le brinda la matriz donde habita.
No me siento contento al expresar estas palabras; pero no consigo reducir la carga emocional provocada por ser consciente de estos despropósitos. Cuesta imaginar un mejor ejemplo para ejemplificar el grado de desconexión existente entre el mundillo académico que argumenta los Derechos Animales y la gente con su desconocimiento absoluto acerca de qué se postula.
En la práctica, esta ignorancia significa fichar a un individuo que promueve el bienestarismo y con cuyas acciones se discrimina entre víctimas según su especie. Este pensamiento inmoral —contrario a la lógica— junto con su perfil «llamativo» es lo que caracteriza a Javier García Roche más allá de su adecuación profesional para presentar el programa.
Para defender a las víctimas se requiere actuar con justicia a título personal antes de exigir cambios en la conducta ajena. Javier García Roche, sin pretenderlo, representa la hipocresía animalista —disonancia cognitiva— de quienes condenan los actos de terceros como «daños innecesarios» mientras no les importa participar e incluso promover perjuicios igualmente innecesarios, con la salvedad de que dichos percances están avalados por la inercia social, sus prejuicios y conveniencias.
Resulta predecible que durante el programa justificará la explotación animal, como ya lo ha hecho respecto al consumo de carnes. Esto último lo hizo, además, cometiendo un falso dilema entre ser buena persona con otros humanos y causar un daño innecesario a otros animales por simple convencionalismo o indiferencia, a pesar de que ayude constantemente a la adopción de perros y se oponga a fiestas tan sangrantes como el Toro de la Vega. Una vez obremos con coherencia entre los principios defendidos y nuestras acciones diarias, entonces podremos procurar que los demás modulen su comportamiento.
En lo referido a esta abominación ingeniada por Cuatro, sólo un activista con las ideas claras y el carisma necesario podría contribuir a favor de los animales no humanos en lugar de contra éstos. Sin embargo, volvemos a la razón inicial: actualmente el movimiento animalista es mayoritariamente ignorante y egocéntrico.
En «A cara de perro» no van a escoger a alguien medianamente capacitado a menos que fuere una estrella mediática. Mientras no se abra y transforme radicalmente la concepción colectiva, no habrá avance posible.
Para los animalistas, de hoy y de ayer, lo único importante está en sentirse mejor consigo mismo mientras los animales siguen siendo explotados y asesinados sistemáticamente por un prejuicio antropocéntrico que ellos mismos profesan y difunden con cada una de sus acciones.Argumentos consecuencialistas impensables en otras luchas
Doy por seguro que muchos de quienes leerán mi escrito se ofenderán, apoyarán al programa «A cara de perro» o a este sujeto. Ya he tenido el desplacer de presenciar demasiados alegatos sin sentido para auspiciar esta iniciativa puramente comercial. Un gran grupo, a quien sólo le preocupan los «peluditos» o confían en las regulaciones legislativas sobre el uso de la propiedad por inculcación institucional, defiende todo esto apelando a que visibiliza la injusticia.
Yo agregaría que convertir el animalismo en un circo mediático la hace más visible como la pervierte aún más. Transmite una ideología que no debieran ser el estándar de una sociedad civilizada. No importa cuántas buenas acciones realicemos en nuestra vida cotidiana si vulneramos los intereses de otros individuos y hacemos oídos sordos.
Si hablásemos de un programa dedicado a tratar el feminismo, absolutamente nadie justificaría la elección de un hombre machista porque «hace cosas positivas por las mujeres». Estos argumentos consecuencialistas sólo cobran presencia a la sombra de un mundo en que los animales no humanos son objetos con los cuales asumimos un pseudodeber de tratarlos mejor de cuanto podríamos porque somos muy bondadosos. Nuestro antropocentrismo sigue estando presente desde la era de las cavernas, aunque algunas organizaciones y programas les hacen creer a la gente que cuando descubren sea algo nuevo.
Finalmente, a quienes respalden medidas bienestaristas con la falsa creencia de que favorecen a las víctimas, sólo puedo pedirles que abandonen cualquier argumento utilitarista y asuman el esfuerzo de informarse sobre Derechos Animales de la mano de ilustres doctores y filósofos como Gary L. Francione.