Biología de los reptiles (XII): Serpientes venenosas
Las serpientes venenosas presentan diferentes tipos de adaptaciones mandibulares y venenos. Como los demás vipéridos, Vipera aspis es un ofidio solenoglifo con unos colmillos inoculadores altamente especializados.
Serpientes venenosas
Una de las adaptaciones de depredación de los reptiles es la utilización de veneno de la que se valen las serpientes de varias familias (Elapidae, Atractaspididae, Viperidae y Colubridae), algunos varanos y los helodermátidos. En la fauna española, no hay lagartos venenosos; pero sí víboras y, lo que es menos sabido, tres culebras venenosas: la bastarda y las dos de cogulla. En algunas regiones se piensa erróneamente que el eslizón tridáctilo (Chalcides striatus) es venenoso.
Estas últimas son opistoglifas, es decir, serpientes que presentan en el fondo del maxilar superior unos dientes en forma de gancho provistos de un surco abierto (no un conducto cerrado) que facilita la conducción e inoculación del veneno. La producción del veneno en las serpientes opistoglifas, cuya finalidad es la de paralizar a la presa una vez ésta se encuentra dentro de la boca del ofidio, acontece en un engrosamiento situado detrás de la glándula labial superior, la denominada glándula de Devernoy. Nuestras dos culebras de cogulla suelen devorar a sus presas inmediatamente después de atacarlas, pero éstas pueden ser bastante voluminosas y rápidas, como eslizones y lagartijas de mayor peso que la serpiente. El hecho de que reptiles tan veloces sean capturados por unas serpientes tan lentas se debe a que el ofidio los sorprende durmiendo o en reposo durante el crepúsculo. No obstante, a veces el «cazado» puede revolverse e infligir graves heridas —e incluso la muerte— a la serpiente. Por ejemplo, con las culebrillas ciegas —parte importante de su dieta— se ha observado que el ofidio actúa prudentemente: no intenta engullir la presa hasta que esté muerta por efecto del veneno o por asfixia. Ocurre que las culebrillas se retuercen, se enroscan y luchan fieramente, lo que puede llegar a frustrar el ataque e incluso producir la muerte del depredador. Tal es la fuerza con que se aprisionan mutuamente, que forman auténticos nudos con sus cuerpos.
La mordedura de los ofidios opistoglifos no suele ser peligrosa para el ser humano, dada la posición retrasada de los dientes inoculadores —y desde luego no lo es en España porque el veneno de ambas culebras tiene escasa toxicidad—, aunque existen notables excepciones, como la africana boomslang (Dispholidus typus), que tiene un veneno muy potente y ha causado varias víctimas mortales, y las también africanas culebras Thelotornis, una de las cuales causó la muerte del conocido herpetólogo Robert Mertens.
Otro tipo de serpientes venenosas son las proteroglifas, cuyos dos grandes dientes inoculadores se sitúan en la parte anterior del maxilar superior y están profundamente acanalados, con un surco casi cerrado sobre sí mismo: son las cobras, los coralinos, las mambas y demás miembros de la familia Elapidae, la cual comprende las especies más letales del planeta por la potencia de su veneno. Los elápidos no tienen representantes en la fauna de la Península Ibérica, pero sí la tienen los vipéridos, algunas de cuyas especies —la víbora de Russell de Asia y las Bothrops de América tropical— son, junto a la cobra de anteojos, los ofidios que provocan más víctimas letales en el mundo. En la península ibérica, los casos graves son excepcionales por su escasa agresividad, sus hábitos nocturnos y su comportamiento escondidizo. Aún así, su veneno es muy tóxico y puede ser mortal en niños pequeños y humanos con especial sensibilidad.
En la fotografía, Blanus cinereus se enrosca alrededor de Macroprotodon brevis para defenderse. Si bien, finalmente, esta última la derrota al inyectarle su veneno.
Las tres especies de víboras ibéricas son, al igual que los demás vipéridos, serpientes solenoglifas, es decir, ofidios que han llevado al máximo la especialización de su mecanismo de inoculación. Sus dientes inoculadores o «colmillos» están sujetos al maxilar superior en una posición muy anterior, tienen un conducto interno que, como una aguja hipodérmica, inocula el veneno sin que se pierda una gota. Muy largos —en algunas especies tanto como la mitad de la cabeza— se articulan sobre el hueso prefrontal y quedan replegados hacia atrás cuando el animal no los utiliza. Cuando el vipérido muerde, sin embargo, la acción de los músculos despliega súbitamente estos dientes en ángulo recto y los deja en posición de ataque.
Los venenos de las serpientes contienen múltiples proteínas y polipéptidos con actividad biológica. Los que se han estudiado más a fondo son los neurotóxicos, compuestos que bloquean la transmisión nerviosa a los músculos. Otros polipéptidos afectan a las membranas celulares, por lo que se denominan citotóxicos. Entre las proteínas se encuentran algunas que inactivan componentes del sistema inmunitario. Por lo demás, muchos de ellos contienen enzimas que destruyen los músculos esqueléticos y, además, tienen acción hemotóxica: coagulan la sangre y producen trombosis, o bien la licúan provocando hemorragias. Algunos de estos componentes tienen aplicación en medicina y en investigación farmacológica, inmunitaria y bioquímica.
En todo caso, la utilidad del veneno es incuestionable para las especies que lo poseen, ya que les sirve para incapacitar a sus presas —en especial a las de gran tamaño, dado que, al carecer de patas, no pueden desgarrarlas— y, si bien en menor medida, para disuadir o defenderse de sus depredadores.
Adaptación de la obra ANFIBIOS Y REPTILES DE LA PENÍNSULA IBÉRICA, BALEARES Y CANARIAS. Colección Nuevas guías de campo. Ediciones Omega, Barcelona. 2011. Autores: Masó A. & M. Pijoan.
Biología de los reptiles
- Biología de los reptiles (I): Características generales
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- Biología de los reptiles (IV): Piel, escamas y coloración
- Biología de los reptiles (V): Esqueleto, órganos de los sentidos y otros detalles anatómicos
- Biología de los reptiles (VI): Reproducción
- Biología de los reptiles (VII): La locomoción y sus adaptaciones
- Biología de los reptiles (VIII): Locomoción en el medio hipogeo
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