Contra la politización del veganismo y la lucha transversal
La politización del veganismo lleva a ignorar a las víctimas
En otras muchas entradas he descrito qué es el veganismo y algunas de las malconcepciones más habituales respecto al mismo. En ésta me centraré en explicar por qué no debemos politizar el veganismo, es decir, introducir en dicho principio algún tipo de carga política ni convertirlo en una lucha transversal.
Los principios éticos provienen del raciocinio y se refieren al comportamiento humano en sí mismo, al individuo. No consideran contextos sociales más allá de respetar los intereses de terceros. Por tanto, la validez de un principio ético no depende de que vivamos en el siglo XXI, estemos en la Antártida o nos embarquemos en un viaje intergaláctico a Marte. Desemejantemente, un ideal político no tiene por qué seguir lógica alguna y se limita a marcar una estructura social que condiciona el comportamiento y relación de los integrantes.
Ambos conceptos pertenecen a categorías diferentes cuyo única coincidencia radica en que afectan a las acciones humanas. Introducir elementos políticos en el veganismo implica imbuir a este último de razones ajenas al razonamiento o meramente subjetivas. Un principio ético no puede, por definición, llevar criterios contrapuestos o irrazonables. De lo contrario no estaríamos hablando de ética; sino de religión.
Veganismo, economía y lucha transversal
A raíz de nuestro pasado histórico, desde una perspectiva occidental existe una tendencia a que el veganismo sea más fácilmente comprensible e integrado por humanos con ideologías de «izquierda», tales como comunistas y anarquistas. Sin embargo, resulta tanto un error considerar que individuos con otras percepciones políticas no pueden asumir el veganismo como creer dogmáticamente que la instauración de alguna forma de gobierno anticapitalista (comunista, anarquista, etc.) conllevaría el cese de la explotación animal.
Dentro del sistema capitalista no se explota a los animales no-humanos porque éste motive a hacerlo. En absoluto. El capitalismo se ajusta a una mentalidad subyacente desde los albores de nuestra civilización. En una nación con un régimen contrario al capitalismo no tendría por qué existir justicia hacia los animales no humanos; pues éstos están cosificados moralmente y dicha cosificación es ancestral y muy anterior al establecimiento de cualquier forma de gobierno.
El especismo es cultural y tiene unas bases biológicas que subyacen desde hace milenios cuando todavía vivíamos en las copas de los árboles. En consecuencia, politizar el veganismo conlleva la transmisión de un mensaje sesgado y la implicación implícita de que respetar a los animales no humanos exija estar a favor de una determinada estructura social.
Bajo mi punto de vista, esta mezcolanza entre el veganismo e ideales políticos no suele deberse a la ignorancia; sino que se deriva más bien de un interés personal o institucional por reforzar determinados pensamientos o partidos en aprovechamiento del auge del veganismo como resultado de un mayor acceso a la información.
Asimismo, cuando el veganismo se ve envuelto en corrientes reivindicativas feministas o de otros colectivos (luchas transversales), aunque fueren legítimas, implican dejar a los animales en segundo plano en la escala social. Pues cuando se practica ese activismo, la sociedad general solamente se fija en los individuos humanos y no en los animales. Cabe recordar que el veganismo tiene como fin la abolición de estatus de propiedad de los demás animales. Ningún humano del mundo, por muy discriminados que esté, se encuentra catalogado como esclavo, siervo o un bien mueble semoviente.
En conclusión, para ser justos con las víctimas no basta con que uno mismo no participe en la explotación animal; sino que también tiene el deber de promover el veganismo como guía básica de los actos humanos hacia otros animales y no utilizarlo jamás como herramienta para un fin.