Los ganaderos, con independencia de su nacionalidad, explotan y esclavizan animales. A raíz de la guerra en Ucrania, los ganaderos españoles amenazan con «sacrificar animales».
[Nota: Fotografía ilustrativa]
Introducción
A tenor de la guerra en Ucrania, está aconteciendo un grave problema de suministro alimentario en los países que importan materias primas de este país. Gran parte del problema no radica en que ahora se disponga de una menor oferta; sino, también, en la enorme inflación derivada por la especulación de los mercados de futuros.
Como no podía ser de otra manera, los distintos grupos empresariales buscan presionar al Gobierno para perseguir sus intereses. Dado el carácter socialista y proteccionista de la nación española —casi no afecta quien gobierne—, muchos ganaderos pretenden el papá Estado solucione sus aprietos financieros con nuestros impuestos; unas dificultades que, en la práctica totalidad de los casos, se debe a la sobreexplotación y escasa planificación de la relación entre producción y demanda de un bien considerado.
Recortes de la noticia, publicada por El País y recogida por la agencia Efe.
Otro ejemplo más del cinismo de los ganaderos españoles
Cuando leo un suceso así me quedo anonadado, me entran sudores fríos y me cuesta decidir por dónde empezar para soltarles cuatro verdades. A continuación, señalaré algunas de sus falacias y contradicciones empleadas para presionar al Gobierno:
«La producción de leche corre peligro»: ¿Y? En serio, ¿qué pasa? ¿Quieren un pañuelo para sonarse los mocos? A los productores lácteos les importa porque es la fuente de sus ingresos; pero lo presentan como si fuese poco menos que una necesidad básica. No, amigos, dejémonos de manipulaciones baratas. Ni la leche, los yogures o el queso son elementos fundamentales de la nutrición humana. Estos productos, como el tabaco, comenzaron a popularizarse desde inicios del siglo XX. Si ahora están por todas partes, como el McDonals o los móviles, no son porque sean esenciales para nuestra vida; sino una necesidad creada con fines comerciales. En caso de que en España falten alimentos, la leche es uno de los menos prioritarios. Sólo a especistas y estúpidos —lo uno y lo otro suelen ir de la mano— se les ocurrirían llenar su despensa con lácteos mientras ponen velitas en el salón de su casa para rezar que no se les caiga el techo encima.
«Tendremos que sacrificar animales»: Como colofón, he aquí la gota que colma el vaso. Si odio con toda mi alma la explotación animal, más odioso me resulta cuando se presenta un injusticia como poco menos que una obligación moral. Me produce arcadas ese uso tan manipulador del lenguaje. Los ganaderos no están obligados a matar animales; van a matar animales porque así lo desean para salvaguardar sus beneficios. Los crían a destajo y, luego, «recortan» el número de cabezas para maximizar el rendimiento. Pienso que, cuando lo expresan de esta manera, busca suscitar dos sentimientos entre la población: uno de conmiseración hacia ellos —como si los animales a quienes mandarán a asesinar les importasen una mierda— y otro, los menos, de lástima hacia esas pobres vaquitas, cerditos, corderos y otros animales que terminarán en el matadero. Y es así: hay un sinnúmero de animalistas que se desgarran las vestiduras pero, más tarde, van al supermercado para comprar la carne de ese mismo animal degollado que estos ganaderos lo enviaron al matadero. El cinismo humano carece de límites.
Los ganaderos españoles, como en cualquier otro país, únicamente buscan el máximo rendimiento económico a costa de tratar a los animales como objetos cuya existencia se limita a servirnos, ya sea en la vida o en la muerte. Estos criadores de esclavos son el resultado de la demanda de productos de origen animal por parte de humanos que no se han planteado la moralidad de sus actos o que, sencillamente, les da igual cualquier cosa perniciosa que le ocurra a un tercero.
Esta mentalidad de egocéntrica es la base subyacente en cualquier conflicto bélico. Y, como si no bastase con ello, arrastramos con mayor avidez, rapidez y barbarie a aquellos que consideramos despreciables. Otro mundo y otra sociedad son posibles si así lo queremos. Nuestros actos nos definen. Si no queremos ser cómplices de acciones crueles contra los animales, debemos rechazar el especismo y dar el paso hacia el veganismo.
Llamar «Killer Cows» a las vacas que están en el prado es una manera muy antropocéntrica de vilipendiar a las víctimas de la esclavitud.
«Killer Cows», un ejemplo más de antropocentrismo cotidiano
Hace un par de semanas, en abril de 2021, estuve buscando imágenes para redactar un artículo sobre la fragmentación de hábitats por acciones antrópicas y la necesidad de que los ecologistas asuman los Derechos Animales como base ética fundamental para la defensa del medio ambiente.
Mientras navegaba por internet me topé con una página web titulada «Killer Cows» (en español, «Vacas asesinas»), la cual está dedicada a exponer vivencias y testimonios de excursionistas atacados por vacas y toros durante excursiones por regiones rurales de Reino Unido. Sus autores denuncian los peligros que representa el ganado (animales esclavizados en haciendas con fines alimentarios) para grupos de excursionistas con la finalidad de exigir medidas de protección.
Aunque yo —y cualquier persona vegana— puede comprender y estar de acuerdo con que convienen desarrollar infraestructuras que minimicen los posibles conflictos entre humanos y animales salvajes, la página «Killer Cows» se enfoca específicamente en los animales domesticados y exige medidas de control a ganaderos y el pago de indenizaciones por daños causados por la propiedad animal.
Como fruto del antropocentrismo, los autores de «Killer Cows» perciben el medio ambiente y el planeta tierra como una propiedad inherente del ser humano, en lugar de ser un medio físico en donde habitan diferentes sujetos de otras especies.
Un enfoque perversamente unilateral
Dado el caso, hablamos de animales que, durante su estadía en fincas privadas como meros esclavos destinados al engorde y posterior consumo, deciden defenderse de aquellos humanos (excursionistas) que se les acercan demasiado, ya sea porque los humanos de turno atajan por parcelas privadas o porque, al parecer, los ganaderos «dejan sueltos» a estos animales en zonas o parajes públicos.
Que dicha web adopte únicamente la visión de los excursionistas como víctimas ante las vacas y toros esclavizados, aun cuando los seres humanos tenemos derechos legales y tales animales no tienen siquiera reconocido el derecho a la vida, evidencia un profundo antropocentrismo. Un ejemplo al que he llamado «antropocentrismo excursionista».
En vista de la situación, quise enviarles un comentario educado a los autores de la página «Killer Cows» para trasladarles el hecho objetivo de que estas vacas y toros —los cuales representan una amenaza para ellos— existen debido a que la sociedad general —y quizás estos mismos denunciantes— consumen carne y otros productos de origen animal:
En inglés
Hi!
I came to this blog while I was writing an article about habitat fragmentation and human-animal conflicts. I’m a biologist from Spain and activist for Animal Rights. I understand that cattle and other animals may pose a danger to human life. I agree with your proposals.
However, I would like to expose here that these campaings show an anthropocentric point of view. Cattle aren’t «killer cows»; they are slaves. Cattle are domesticated animals, that is to say, animals who were separated from nature and manipulated by artificial selection. They exist for the only reason that billions of people consume meats, dairy and other animal products. It’s very cynical that many walkers complain about cattle (and calling them «killers») while they pay to breed cattle and kill them in slaughterhouses.
There are anthropological and sociological studies that indicate a direct correlation between the phenomenon of moral discrimination and the needs of a human collective to keep others (or themselves) away from those individuals they consider inferior. In other words: the main reason why many walkers ask for cattle-free country roads is due to the human antropocentric belief that only humans matter and they doesn’t empathize with these ‘born to die’-animals.
We humans can live in a more respectful and ecological way. Veganism is a ethical principle agains animal exploitation in recognition of non-human animals also have inalienable interests. Most human-animal conflicts would be avoided if we want. The firts step is to banish our beliefs in human superiority.
Abajo dejo la traducción al español. El texto lo escribí originalmente en inglés, si bien, por mi idiosincrasia española, la versión de vuelta al español queda casi perfectamente traducida (he modificado apenas unos detallitos) por el traductor de Google (es privativo, pero el mejor…):
En español
¡Hola!
Llegué a este blog mientras escribía un artículo sobre la fragmentación del hábitat y los conflictos entre humanos y animales. Soy un biólogo de España y activista por los Derechos de los Animales. Entiendo que el ganado y otros animales pueden representar un peligro para la vida humana. Estoy de acuerdo con vuestras propuestas.
Sin embargo, me gustaría exponer aquí que estas campañas muestran un punto de vista antropocéntrico. El ganado no son «vacas asesinas»; son esclavos. El ganado vacuno son animales domesticados, es decir, animales que fueron separados de la naturaleza y manipulados por selección artificial. Existen por la única razón de que miles de millones de personas consumen carnes, lácteos y otros productos animales. Es muy cínico que muchos excursionistas se quejen del ganado (y los llamen «asesinos») mientras pagan para criar ganado y matarlo en los mataderos.
Existen estudios antropológicos y sociológicos que indican una correlación directa entre el fenómeno de la discriminación moral y las necesidades de un colectivo humano de mantener a los demás (o a ellos mismos) alejados de aquellos individuos que consideran inferiores. En otras palabras: la razón principal por la que muchos excursionistas piden caminos rurales libres de ganado se debe a la creencia antropocéntrica humana de que sólo los humanos importan y no sienten empatía con estos animales ‘nacidos para morir’.
Los humanos podemos vivir de una manera más respetuosa y ecológica. El veganismo es un principio ético contra la explotación animal en reconocimiento de que los animales no humanos también tienen intereses inalienables. La mayoría de los conflictos entre humanos y animales se evitarían si quisiéramos. El primer paso es desterrar nuestras creencias en la superioridad humana.
El ser humano se percibe como dueño de la Tierra y con potestad para aprovecharse de todo lo existente. Dicha mentalidad es incompatible con los Derechos Animales e, inclusive, con nuestra propia supervivencia.
Los autores de la página «Killer Cows» incurren en un cinismo atroz cuando se quejan de una situación conflictiva de la que ellos son directamente culpables y responsables. Parece que, para la cultura anglosajona, existe una tendencia a culpar a otros animales como malos o asesinos (p. ej. a las orcas, llamadas literalmente «ballenas asesinas»).
La carimba es un hierro candente que fue empleado para marcar esclavos humanos y que todavía hoy se usa para el marcaje de animales sumidos en la esclavitud.
En esta entrada, quisiera relacionar algunas prácticas que se desarrollaron durante la esclavitud humana en los siglos pasados con la metodología, los instrumentos y los argumentos que todavía hoy se utilizan y esgrimen para ejercer la ganadería y practicar el marcaje de animales.
Carimba o hierro para marcar vacas. No existe ninguna diferencia entre los instrumentos usados para los esclavos humanos y que los todavía empleados para el marcaje de animales (esclavos no humanos).
La carimba —o calimba, según el área geográfica— es un instrumento usado para el marcaje de animales y de humanos a fuego. Consta de un hierro con un extremo forjado que representa un escudo, letra o símbolo determinado para la identificación y reconocimiento de un sujeto catalogado como mera mercancía o pertenencia de alguien.
Dichos marcajes a hierro candente se realizaban —o realizan, para el caso de los animales— en zonas visibles de cuerpo: espalda, muslos, pecho y vientre. Después de aplicársele al esclavo este hierro caliente, conocido por carimba, solían echársele ciertos productos encima de la escara para facilitar la cicatrización.
Tanto para el caso de humanos como de otros animales, las marcas dispuestas eran —o son— diversas y, en ocasiones, numerosas para indicar la procedencia o condición del esclavo. Por ejemplo, hasta el siglo XIX, se hacían unas marcas específicas para indicar que el esclavo humano había llegado a los territorios de España de manera ilegal —carimba de indulto al propietario esclavista— y el Ejército de Caballería de España practicaba un marcaje de caballos con una «D» para indicar que eran un desecho que enviar al matadero.
En América, las carimbas para esclavos negros eran marcas reales que se conservaban bajo llave en la intendencia que tuviera jurisdicción en aquella zona. De un modo análogo, en la actualidad, las carimbas para esclavos no humanos poseídos por el Estado se guardan en las dependencias militares dedicadas a la crianza y sometimiento de tales víctimas. Éste es el caso de la Yeguada Militar.
La carimba —o hierro de marcar— data de un pasado remoto e incierto; pues, más allá de los registro arqueológicos, resulta prácticamente imposible determinar con certeza cuándo surgió la idea y puesta en práctica de utilizar el fuego y su efecto escarante y cicatrizante para dejar una marca de por vida sobre la piel, pelaje u otra parte del cuerpo de un animal. Ante esta definición escueta, recordemos que los humanos también somos animales.
A pesar de que no supone una novedad la existencia de ciertos instrumentos, como la carimba, ni de ciertas metodologías, los historiadores de la actualidad les otorgan importancia a estos hechos porque hoy nos sobrecoge pensar en cuántos horrores hemos cometido contra nuestros congéneres hasta hace muy poco tiempo.
Cabe incidir en que la esclavitud negra en América sólo fue una de las últimas manifestaciones de la esclavitud humana. En Europa, Asia, África y otros lugares, la esclavitud humana ha sido —o es— generalizada para diversas razas, etnias, tribus, etc. Durante la Antigüedad y la Edad Media hubo esclavitud humana en la Península Ibérica y sigue habiendo esclavitud animal.
Tanto en el pasado como en el presente, los humanos esclavistas idearon y propusieron medidas de «bienestar» y «buenas prácticas» con aquéllos esclavos, de nuestra especie u otros animales, a quienes debían someter y marcar. El objetivo de estas regulaciones tenían por objeto asegurar el valor de la mercancía, mejorar la imagen de la explotación y tranquilizar la conciencia de quienes participaban o participan en tales acciones injustas.
A la izquierda, marca de carimba para negros africanos que llegaban a Cuba en el siglo XVIII. A la derecha, marca de carimba para el marcaje de caballos pertenecientes al Ejército de Caballería de España.
Del símbolo práctico al simbolismo cultural
Sin lugar a dudas, la carimba fue una solución encontrada por aquellos humanos con poder para establecer una identificación de aquéllos que consideraba —o considera— sus esclavos. El marcaje de animales y de humanos responde una necesidad práctica derivada del comercio y del pago de impuestos, al mismo tiempo, cumple el valor añadido de establecer una jerarquía física o material entre el dominador y el dominado, y de dotar al dominador de un status superior por la posesión de tales esclavos.
Sin ir más lejos, el Ejército de Caballería de España ejerce un marcaje de caballos a hierro candente por simple exhibición patriótica de que tales caballos pertenecen a la nación y de que son criados siguiendo una tradición centenaria. Las costumbres y tradiciones suelen ser, por lo general, evidencias de la escasa evolución social en un ámbito determinado.
Marcaje de caballos en el Ejército de Caballería de España. Nótese el uso del hierro de la Yeguada Militar y cómo los caballos son sujetados, atados y violentados de diversas formas. Ningún animal, como ningún ser humano, desea ser sometido a la voluntad de otro.
Al igual que se marcaban a seres humanos esclavos, la carimba y el marcaje de animales siguen vigente en toda clase de actividades ganaderas para la identificación, exhibición y venta de animales. En la actualidad, aun con los avances tecnológicos —como los microchips que se colocan en animales domesticados—, el marcaje a hierro cadente suele ser habitual en animales catalogados como «ganado» por simple manifestación orgullosa —o comercial— de que proceden de una ganadería o de un lugar en concreto.
En la actualidad, la mayoría de la sociedad adopta una postura bienestarista hacia los animales y su esclavitud. Esto significa que sólo rechaza el maltrato animal —el sufrimiento animal— en la medida en que los daños causados a tales animales no le otorguen un beneficio personal o colectivo.
La carimba es un instrumento cotidiano para el marcaje de animales que siguen siendo esclavos del ser humano. Si la tenencia de esclavos humanos era injusta, lo mismo cabe decir de los esclavos animales y de las prácticas que ejercemos contra ellos.
La carimba —el hierro de marcar— no ha quedado retratado en nuestra historia antropocéntrica porque haya torturado a millones de animales; sino porque fue un ejemplo de cómo la cosificación de seres humanos lleva a ejercer las mismas acciones perversas que todavía nuestra especie comete contra los animales.
El marcaje de animales es tan injusto como hacerlo con humanos. El quid de la cuestión no radica en que el animal —como esclavo— sufra más o menos durante estas prácticas; sino en que nosotros, como agentes morales, no tenemos legitimidad para atentar contra los intereses inalienables de otros sujetos. Ésta es la misma razón universal de por qué está mal esclavizar y marcar a seres humanos con una carimba.
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