El buey Pocholo posa junto a sus esclavistas humanos. Sus ganaderos de Segovia cuentan con emoción que van a batir un ‘récord’ Guinness y que ya hay una larga lista de esperar para devorar su cadáver.
La situación del buey Pocholo se expone un blanqueamiento atroz
Hasta la fecha he dedicado varios artículos a falacias y la manipulación de organizaciones animalistas. En este caso, la entrada de hoy deseo dedicarla a un ejemplo flagrante de blanqueamiento mediático del especismo.
Los medios señalan que Pocholo vive en una suite —así lo denominan en las noticias— de 700 metros cuadrados, bebe 70 litros de agua y come 50 kgs de cereales variados cada día. Se emplean eufemismos y términos de asociación humana con la intención de blanquear el hecho evidente de que Pocholo es un animal esclavizado, una res encerrada en una ganadería que solamente puede comer y beber aquello que le disponga su propietario.
Los medios de comunicación generalistas son un mero reflejo de la mentalidad colectiva. Dado que la mayor parte de la sociedad percibe a los animales como objetos, se habla de ellos como un trozo de carne.
A eso reducen sus criadores diez años de cuidados y diez años de vivir día a día con él: a 250 kilos de chuletas y un récord Guinness, porque amigos, eso es la ideología bienestarista: el animal vive supuestamente mejor para tener el mismo final, el matadero.
Por todo ello, los activistas veganos debemos decir las cosas claras y llamar a las cosas por su nombre. El veganismo no puede ir de la mano del bienestarismo. Cualquier lucha que no tenga como prioridad otorgar el derecho a la vida y libertad a otro animal está al lado del opresor.
El ser humano ejerce un abuso contra los débiles y concibe una narrativa para justificar su opresión contra terceros por no pertenecer al grupo hegemónico. En esta entrada relacionamos el mito del progreso científico mediante la experimentación animal, el fenómeno de la esclavitud negra y la cosificación absoluta de la rata Wistar como consecuencias de una misma realidad.
En esta publicación queremos hablar de cómo la humanidad se aprovecha de los débiles, de su racionalización del poder y de las consecuencias de nuestra visión cosificadora hacia los miembros del exogrupo hasta crear una raza animal destinada a la tortura y a la muerte.
El abuso contra los débiles se encubre bajo la falacia del progreso científico
En primer lugar, cupiera aclararse qué entendemos como abuso contra los débiles. Esta expresión no significa que seamos especialmente violentos contra quienes consideramos débiles; sino que empleamos nuestras capacidades físicas y mentales para violentar a quienes no pueden defenderse. En ese sentido, el término «abuso» se refiere a nuestra capacidad para someter a otros ante el uso que queremos hacer de los mismos.
La experimentación animal existe desde antes siquiera de época de la Ilustración, asociada a rituales religiosos, mágicos o esotéricos. Si la ciencia ha mantenido la experimentación animal hasta la fecha no es tanto por su utilidad —que no justificaría en ningún caso la crianza y asesinato sistemático de millones de animales—, sino porque los animales, debido a nuestro mayor o menor parecido genético, pueden servir para todo tipo de pruebas que se basan en la mera especulación. Por ello, los avances en computación demuestran que, además de carente de ética, la experimentación animal es una metodología vetusta. El progreso científico puede —y debe— lograrse sin experimentación animal.
Este toro, como todos los demás animales, es un esclavo del ser humano porque nuestra especie se arroga la legitimidad para usar a otros sujetos como simples objetos o recursos para sus fines. No puede haber progreso científico ni social si primero no cambiamos nuestra mentalidad de uso y abuso contra los débiles.
Fotografía de un laboratorio de experimentación animal con «ejemplares» de rata Wistar enjauladas. Cosificamos a los animales hasta el punto de que los clasificamos y ordenamos en estanterías para disponer de ellos según el interés.
La rata Wistar como ejemplo del abuso contra los débiles
De entre todos los ejemplos que podríamos tratar, hemos optado por relatar brevemente la historia de la rata Wistar. La rata Wistar, el animal más explotado en laboratorios de experimentación en todo el mundo, es una raza o variedad genética seleccionada por el Instituto Wistar en 1906 que tomó su nombre a partir del mismo. Las ratas Wistar son descendientes albinos de la especie salvaje Rattus norvegicus.
A partir de estos hechos, podemos argumentar que una acción interesada nos conduce a asentar un prejuicio que justifique dicha opresión y que, en última instancia, el control absoluto de unos sujetos y nuestra tecnología nos lleva a expresar nuestra cosificación moral en forma de una cosificación tangible.
El ser humano sólo concibe la existencia de los animales como domesticados o exterminados. Ningún animal del mundo es libre ni podrá siquiera soñar con la libertad mientras nos dedicamos a perseguir y exterminar animales, a veces, mediante recreaciones de nuestra dominación humana como fruto de conductas especistas aprendidas desde la infancia.
Conclusión
Como conclusión, toda forma de explotación animal existe y se perpetúa por una razón cultural. El abuso contra los débiles es el fruto de nuestra mentalidad opresora. Podemos y debemos vivir sin explotar animales —usarlos como recursos para nuestros fines— porque ellos sienten, padecen y quisieran vivir tanto como nosotros con independencia de sus sentidos o grado de inteligencia.
Los activistas veganos deberíamos permanecer unidos. Los animales necesitan la unión, la fuerza y colaboración de todos los veganos para que su realidad salga a la luz y la sociedad pueda comprender por qué merecen respeto por sus intereses inalienables.
La importancia de que los activistas veganos permanezcamos unidos
Al poco de comenzar como activista vegano, entendí que resultaba primordial que los defensores de los Derechos Animales permaneciéramos unidos. En este artículo quisiera lanzar una reflexión sobre la importancia de que tratemos de conocernos, charlar, ejercer actividades y distintas acciones en común para facilitar el traslado y la comprensión del veganismo y de los Derechos Animales a la sociedad.
Cuando digo que los activistas veganos deberíamos permanecer unidos no deseo incurrir en la típica falacia unionista de «todos estamos en el mismo barco». Es evidente que el movimiento animalista, en su mayoría, no defiende los Derechos Animales. Cada activista vegano puede tener unas convicciones personales ligeramente diferentes, pero si nuestros convicciones éticas son iguales respecto al cese de la explotación y esclavitud animal, deberíamos realizar un esfuerzo por colaborar.
Todos los animales merecen respeto porque poseen intereses inalienables. Los animales invertebrados no merecen menos. En esta entrada hablamos sobre las granjas de caracoles.
Las granjas de caracoles también son una forma de ganadería
Las granjas de caracoles son centros ganaderos poco convencionales dedicados a la crianza de caracoles por su carne (un eufemismo para la cosificación de su cadáver).
Como en otras formas de ganadería, las granjas de caracoles hacinan a distintas especies de caracoles y manipulan su crianza y alimentación para acelerar el crecimiento y obtener toneladas de pobres víctimas que luego vender a bares o a tenderetes en la vía pública donde se los vende a granel mientras mueren unos encima de otros y terminan hervidos.
Las granjas de insectos son una nueva forma de explotación animal, nacida en el seno de una sociedad especista en que está presente el mito de las proteínas de origen animal y un fuerte desprecio hacia los animales invertebrados.
Las granjas de insectos son un reflejo del desprecio por los invertebrados
Las granjas de insectos son centros ganaderos poco convencionales dedicados a la crianza de insectos por su carne. Como en otras formas de ganadería, las granjas de insectos hacinan a distintas especies de insectos y manipulan su crianza y alimentación para acelerar el crecimiento y obtener toneladas de cadáveres crujientes que moler, triturar o gestionar de la manera adecuada para producir otros productos de consumo.
No necesitamos comer animales, ya sean vertebrados o invertebrados, para obtener proteínas. Las granjas de insectos se alimentan del mito social de que las proteínas de origen animal sean diferentes o mejores nutricionalmente que las de origen vegetal.
El mito de las proteínas de origen animal se ceba con los invertebrados
Ante todo, nos encontramos que la proliferación de las granjas de insectos se ve alimentada por el prejuicio de que se requiera comer animales para obtener proteínas. Y, sobre todo, si se han alzado pocas voces críticas contra esta nueva forma de explotación animal en Occidente se debe al especismo hacia los insectos y la creencia de que son animales inferiores por ser tan distintos de nosotros.
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